![La ruta de los medicamentos en Euskadi](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201811/11/media/cortadas/medicamentos1-k4iB-U601535116146AsB-984x608@El%20Correo.jpg)
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«Para la tarde tiene el medicamento». Esta frase es muy habitual en cualquier farmacia. Y la promesa se cumple. Nada más abrir sus puertas en horario vespertino, el cliente-paciente tiene su pedido, con independencia de si viven en el centro de una capital o en un núcleo rural. ¿Cómo es posible? Un engrasado mecanismo permite que las inyecciones, antibióticos o antiinflamatorios lleguen a las manos de la persona interesada, por muy lejos que esté la botica del punto de almacenaje.
Tres distribuidoras -Novaltia, Cofares y Farmacéutica de Gipuzkoa- operan en Euskadi para surtir a las más de 800 boticas que hay repartidas por toda la geografía vasca. Las dos primeras funcionan en régimen de cooperativa. Los socios de Novaltia son los propios farmacéuticos: algo más de 1.000, de los cuales 400 están en el País Vasco y el resto en Aragón. Y es que Novaltia surgió de la unión de Vascofar y Aragofar. «Funcionamos bajo un modelo solidario. Esto significa que los tratamientos llegan a todos los ciudadanos de la misma forma, independientemente de donde vivan y sin tener en cuenta si el envío es rentable o no», resalta el director de mercados de la firma, Unai Ortiz de Zárate.
¿Pero cómo se consigue que esa caja con las grageas milagrosas para quitar una infección esté disponibles con solo extender la receta? La clave está en las distribuidoras. «Somos los actores desconocidos, pese a ejercer de nexo entre los laboratorios y las farmacias», comenta Ortiz de Zárate, del centro de almacenaje y logística de Zaratamo, desde el que se atiende Bizkaia; mientras que desde el de Vitoria se nutre a Álava y algunas zonas de Gipuzkoa.
El pabellón acumula 35.000 referencias de medicamentos y productos de parafarmacia que llegan de los más de 600 laboratorios que nutren sus estanterías. 65 empleados (son 80 de plantilla si se suman los de Vitoria) se encargan de desembalar la mercancía y de colocarla en las cintas dispensadoras. Todo en perfecto orden y con su código de barras para facilitar la localización y evitar equívocos.
En Zaratamo se trabaja los 365 días del año, porque los fines de semana y festivos hay que atender las demandas de las farmacias de guardia. «Los encargos que han hecho las farmacias la tarde anterior se preparan por la noche. Para las siete de la mañana tienen que estar todos listos para que las furgonetas salgan a sus destinos».
Novaltia trabaja con 35 rutas: 25 en Bizkaia y 10 en Álava. Otros tantos repartidores recorren casi 7.000 kilómetros al día hasta llegar al último rincón de Euskadi en el que hay una farmacia para entregar 80.000 unidades de medicamentos. «Se priorizan los lugares más lejanos o los de más difícil acceso para que el pedido esté a su hora». La automatización del trabajo hace posible que a las nueve en punto de la mañana cada botica tenga los productos que demandó la víspera.
Una vez que las furgonetas parten, vuelta a empezar. Es el momento de reponer las estanterías de distribución mecanizadas o de preparar demandas puntuales... Así hasta la una y media del mediodía. En ese momento, las farmacias empiezan a solicitar medicamentos para la tarde. Durante algo más de treinta minutos, un sistema robotizado recoge las solicitudes.
De forma casi simultánea, las cajas empiezan a caer en las cubetas de cada establecimiento. Una cinta transportadora las lleva hasta la zona de control donde se verifica que no hay errores y de allí al punto de recogida de cada repartidor. «A mediodía se trabaja en tiempo récord porque los medicamentos tienen que estar para las cinco de la tarde en sus destinos. Esta es nuestra debilidad y, al mismo tiempo, nuestra fortaleza. Atender en tan poco tiempo las peticiones», resalta el director técnico del centro de Zaratamo, Javier Sánchez.
Con el orgullo de ser el primer almacén farmacéutico de España que ha obtenido la certificación europea en 'Buenas Prácticas de Distribución', Sánchez y Ortiz de Zárate aseguran que la mayor satisfacción es llegar hasta el pueblo más recóndito. «Una farmacia en un núcleo rural funciona muchísimas veces como referencia sanitaria. Es el lugar al que acuden los vecinos ante cualquier problema sanitario. No se les puede desatender. Esa es también la fortaleza de una cooperativa solidaria».
35.000 referencias de medicamentos y productos sanitarios procedentes de 600 laboratorios se almacenan en Zaratamo.
«Los medicamentos son muy seguros, pero a partir de los 25 grados pierden parte de su efectividad y se acorta su vida útil», explica el director técnico de Novaltia, Javier Sánchez. Farmacéutico de profesión, detalla las temperaturas del centro logístico de Zaratamo. La nave principal está climatizada, de modo que se mantiene siempre entre los 15 y 25 grados y sin un ápice de humedad.
Pero los fármacos que deben conservarse en frío se guardan en una cámara a entre 2 y 8 grados. Un doble termómetro, uno electrónico y otro mecánico por si falla el primero, garantiza que nunca se superan. La cadena de frío se mantiene durante el transporte con neveras portátiles hasta llegar a su destino.
Pero además de fármacos de todo tipo, el centro logístico también almacena otros productos, desde leche infantil a pañales de adultos con incontinencia. «El envejecimiento de la población se refleja aquí perfectamente. Estas cajas cada vez ocupan más espacio», dice el director de mercados de la firma, Unai Ortiz de Zárate, a la vez que señala la mercancía apilada en filas de más de tres metros de altura. «Es imposible que las farmacias tengan mucho 'stock' de empapadores. No tienen sitio».
Otra zona del almacén de Zaratamo está lleno de bolsas verdes. Son los medicamentos que se desechan, bien porque han caducado o porque el tratamiento no se ha hecho completo. Los ciudadanos los han llevado a los puntos SIGRE (Sistema Integrado de Gestión de Residuos de Medicamentos) de las boticas. «Tenemos una logística inversa. Llevamos fármacos y recogemos los que se tiran. Es una pena, porque cada caja es dinero que hemos pagado entre todos», lamenta Javier Sánchez.
Las valijas llenas de restos de píldoras, pomadas o jarabes permanecen almacenadas en contenedores estancos hasta que son retirados por gestores autorizados para su transporte hasta la planta de clasificación y reciclaje de residuos de medicamentos de Tudela de Duero (Valladolid).
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