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Antonio Rial es doctor en Psicología Social por la Universidad de Santiago de Compostela y uno de los mayores expertos en juego patológico y juventud de España. Dirigió el Plan Nacional sobre Drogas y el estudio de Unicef sobre el impacto de la tecnología en ... adolescentes. El investigador, que participó ayer en las jornadas sobre 'Juego y Redes Sociales' organizadas por el Gobierno vasco en Bilbao, asegura que «los padres deben observar los cambios de conducta de sus hijos para evitar una adicción».
- ¿Qué motiva a un niño a apostar o a hacer un uso excesivo de la tecnología?
- Hay niños que juegan a videojuegos porque creen que van a ser gamers. Otros se sumergen en las redes sociales porque piensan ser influencers y hay quienes apuestan online para ganar dinero fácil. Los adolescentes dicen que usan las redes por cuatro razones: para tener amigos, por no sentirse solos, para ser aceptados y para mejorar su autoestima.
- ¿Hay un perfil más propenso a la adicción?
- No. Es un problema global, pero los que tienen un problema de interacción o sufren acoso escolar encuentran en internet su espacio. La presencia de jugadores de fútbol famosos en los anuncios de apuestas también elevó la tasa de deportistas que empezaron a jugar online.
- Habrá quienes no sepan que se están convirtiendo en verdaderos adictos.
- La mayoría. Los niños creen que están jugando, los padres también y muchas administraciones no tienen las herramientas ni el conocimiento para combatirlo.
- Entonces, ¿cómo puede saber una familia que su hijo desarrolla una dependencia?
- Cuando hay una pérdida de control no solo en la conducta del juego, sino también desde el punto de vista emocional, en la irritabilidad o en la violencia que tiene el menor cuando no se le permite jugar. Para que se genere una adicción se tienen que dar tres parámetros: frecuencia, intensidad e interferencia. Los niños siempre presentan cambios de comportamiento cuando están enganchados a algo.
- ¿Qué tipo de cambios?
- Se crea una especie de síndrome de abstinencia. Sienten ansiedad cuando no pueden jugar. También generan actitudes agresivas impropias e incluso pueden llegar a presentar problemas de sueño, dolores de cabeza y afecciones del sistema digestivo. Los padres se tienen que dar cuenta de que antes tenía unos hábitos y ahora otros.
- ¿Hay manera de frenarlo?
- Sí. Una clave es retrasar la edad en la que le damos un móvil a un niño (la media está en los 10,9 años) y otra promover una higiene digital en los colegios y los hogares. Estamos poniendo el arma en manos cada vez más jóvenes. Debemos evitar el riesgo de que la tecnología interfiera tan pronto en sus vidas. Al mismo tiempo tenemos que educar más y mejor para que los menores sean empáticos y asertivos.
- ¿Higiene digital?
- Si pudiéramos evitar que los chavales sobre todo de Primaria no lleven el móvil al centro educativo, estaríamos avanzando en la dirección correcta. Numerosos niños usan los móviles en los recreos, patios y comedores y los estudios dicen que es en esos tiempos muertos donde se concentran la mayor parte de las conductas de riesgo. Los menores se sumergen en las redes y no interactúan de ningún otro modo.
- ¿Y en casa?
- Los progenitores tienen que promover buenos espacios de convivencia, no vale la barra libre de móvil. Las variables familiares importan y el tiempo que se dedica a los críos también. Deben intentar comer y cenar juntos con los móviles fuera de la mesa para dar ejemplo. Los estudios dicen, por ejemplo, que las apuestas online se multiplican por cinco en los niños que duermen con el móvil en la mesilla de noche.
- ¿Qué efectos negativos genera la adicción en los niños?
- Se practica menos deporte y se disminuye el tiempo de lectura. También crece la obesidad porque cambian las rutinas. Hay menos presencia de frutas y verduras y más snacks y salados. También se beben más bebidas energéticas por ser las grandes patrocinadoras de estos juegos online.
- Los estudios también relacionan los videojuegos con un aumento de la violencia.
- Efectivamente. Ya no sólo es el tiempo que les dedican, sino qué contenidos consumen. Que el juego tenga un carácter de reto y de desafío hace más competitivos a los críos. Esto tiene un componente adictivo enorme. Además, la mayoría de los videojuegos cuentan con una violencia explícita. Así, la probabilidad de que un niño se convierta en un futuro agresor se duplica si consume de forma reiterada este contenido.
- ¿Qué pueden hacer la administraciones?
- Legislar, pero sabiendo con infromes qué es lo que está pasando en la calle, como hace el Observatorio Vasco del Juego. Si quieren proteger a los menores deben saber que la mayoría apuesta de forma presencial y no online. Y no van a los salones de juego, sino al bar que tienen a la esquina del instituto que cuenta además con una aceptación social pasmosa.
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