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JOSÉ R. VILLALBA
Miércoles, 16 de noviembre 2022, 10:05
Ramón García desapareció el 14 de enero de 1992 en Guadix cuando tan solo tenía 22 años. La familia se revolvió contra el mundo para tratar de localizar al joven Ramón, incluso recurrió a una vidente en un intento a la desesperada por tener alguna ... noticia del joven.
Dos jóvenes encontraron un cadáver semienterrado en una cueva de Guadix el pasado mes de mayo. Más bien era un esqueleto, con el añadido de que portaba una cartera con su documentación y dinero, billetes de aquel entonces. Junto a todo ello había un taco de posta de una escopeta de caza que en todo momento ha invitado a especular con la posibilidad de un homicidio.
El juzgado accitano que instruye el caso autorizó la entrega del cadáver a la familia y el lunes fue enterrado en el camposanto de Guadix. La autopsia ha permitido identificarlo como Ramón García Úbeda, treinta años después de aquella desaparición.
La pregunta que surge de este melodrama es qué hacía allí la posta de escopeta encontrada junto al cuerpo. Las suposiciones sobre un posible homicidio se dispararon, pero la autopsia no ha sido capaz de concluir nada. Este diario consultó ayer con un forense para saber hasta qué punto se puede determinar en un esqueleto si la víctima recibió o no un disparo.
Y solo cabe la posibilidad de saberlo si el plomo del proyectil ha tocado algún hueso, pero si atraviesa algún órgano no óseo ya descompuesto resulta imposible saberlo. La Guardia Civil no ha podido determinarlo una vez recibido el informe forense, según las fuentes consultadas.
Treinta años después cualquier delito de homicidio habría prescrito, por tanto de poco o nada serviría saber si el finado llevaba una posta en el bolsillo como un fetiche, si le dispararon o si la posta acabó en esa cueva por cualquier otro motivo. Este diario contactó ayer con una persona del entorno familiar de Ramón García y manifestó que la «familia prefiere no pronunciarse».
La entrega del cadáver a la familia se ha demorado tanto por los informes de toxicología. El cuerpo se lo han entregado casi seis meses después de que lo encontraran unos jóvenes semienterrado en una cueva de Guadix, unos informes de toxicología cuyo contenido no ha trascendido y que sirven para medir si tenía resto de alcohol u otras sustancias tóxicas.
Dicen que mientras no se encuentra el cuerpo de una persona desaparecida, los allegados no descansan en paz. En esta ocasión, se ha tardado treinta años, pero finalmente se ha conseguido. Curiosamente y según consta en un reportaje publicado por el diario IDEAL el 20 de marzo de 1992, un vecino que decía buscar leña en un camino que conduce a Lugros aseguraba en aquel entonces haber visto a un hombre tumbado en una cueva. No se acercó a él, pero apuntó a la probabilidad de que estuviera muerto. La Guardia Civil buscó por las cuevas de la zona, pero no encontró nada en aquel 1992.
La vidente a la que recurrió la familia en un impulso propio de la desesperación sí se equivocó de lleno: «Recibiréis una llamada de él en breves días. La hará desde Salou (Tarragona), donde se encuentra», les dijo.
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