El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

Lo mismo cuando lean esto hay otro político que tiene que justificar un supuesto máster. Porque esta semana ha habido otro y ya ni es noticia de portada. De hecho, seguro que has recibido un mensaje cargado de ironía en el que alguien dice «me ... temo que cuando termine lo de los másteres se pondrán con lo del nivel de inglés». Y ahí si que pecamos todos. No conozco a nadie que sea humilde en asuntos de idiomas. Quien menos, asegura con vehemencia que tiene nivel medio de inglés. Y de aquellos polvos... porque todo esto viene de viejo. Desde que el primero de nuestros antepasados tuvo que buscarse un empleo por cuenta ajena. No hay mejor escaparate que el que mostramos en los currículum. La verdad a medias más mentirosa de la Historia.

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Hay hasta quien enseña a prepararlos. Los currículum me refiero. O currículo, si lo prefieren. La idea es que queden más bonitos que un San Luis. Otra cosa es que sirvan de algo. A ciertas edades no te contratan ni para limpiar retretes. Por eso, hay quien hasta miente en eso, pese a que lo más probable es que le pillen la mentira en la primera entrevista. Pero entonces, ¿por qué hay políticos empeñados en engordar las titulaciones y los cursos? A poder ser, con nombres tan rimbombantes como vacíos. El sistema, que como todo sistema tiende a corromperse, pretendía ser positivo en su origen. Tengo mi carrera o estudios y, además, un máster tan duro como caro. Y es que ahí estaba la clave. En el precio. Demasiado bonito para que ciertos organismos, centros y universidades lo dejaran pasar. Y así estamos. Por cierto, llevo de profesor de un máster tres años. Guardo desde el primer día todos los ejercicios y, por supuesto, exámenes, trabajos y notas de cada uno de los alumnos. De todos y de todas. Y con notas sobre asistencia, esfuerzo y actitud. Por eso me llama la atención que sea tan difícil demostrar que has pasado por uno. Salvo que lo hicieras para lucir diplomas en la pared. O para formar parte de una tribu inquietante. La de los «reparte tarjetas». El término es de un amigo que se hartó de esa gente que te saca su flamante tarjeta, con un cargo tan largo que no cabe, para darse la importancia que no tiene. Quizá por ello, siempre sospecho de quienes hacen eso. O de quienes tienen más diplomas que pared. No me fio. Y aún sospecho más de las personas que contratan a sus trabajadores en base a ello. Ojo que un máster, una carrera repleta de matrículas o un doctorado con cum laude merece respeto. Incluso con una nota justita, porque hablamos de hincar codos durante años. Pero desde algunas universidades, qué paradoja oiga, se empeñan en echar por tierra años de prestigio y respeto a los birretes. Un proceso que no es de hoy, sea dicho de paso. Hace años que se veía venir.

Conozco a demasiados inútiles con titulitis aguda como para sorprenderme. Gente que se ha sacado másteres que no sirven para nada salvo para contentar a tus inocentes padres sin han pagado una cifra indecente para que maquilles tu inoperancia. Porque, en el fondo, saben que puede ser la puerta para alcanzar un puesto que, en un mundo lógico, jamás alcanzarías. Y así tenemos a ilustres doctorados y hasta catedráticos, que esa es otra, luciendo un diploma y título de algo que nunca han llevado a la práctica ni ejercido jamás. La teoría, es un suponer, se la saben. Pero la práctica... Por eso, que un político que busca trono mienta en su currículo cabrea, pero es solo la punta del iceberg. Lo peor, es lo que está debajo. Una sociedad que se miente a sí misma y no le importa. Aunque eso suponga aupar al inútil y obviar al resto. No exagero. Y como muestra un detalle.

En el fantástico programa de TV 'This is art', hicieron una prueba. Mostraron un currículum con las virtudes de un hombre que no tenía títulos pero era pintor, escultor, inventor, escritor y un buen número de cosas más. Ninguno de los jefes de recursos humanos que lo leyeron le contrató. ¿Sabes de quién era ese currículum que no les gustó y que no llevaba máster ni doctorado? De un tal... Leonardo Da Vinci.

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