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El que una persona llegue a quitarse la vida o a planteárselo seriamente es fruto de un cúmulo de circunstancias en las que intervienen varios factores. Los afectados por una enfermedad mental grave -esquizofrenia, trastornos psicóticos y, en especial, la depresión severa- tienen mayor riesgo ... de suicidio en comparación con la población general.
El consumo de alcohol y drogas también se ha asociado de forma tradicional a este problema. «Las patologías por consumo de sustancias incrementan el riesgo, pero consumos puntuales en personas en situación de crisis emocional o con otros factores añadidos también pueden precipitar una conducta suicida», detalla Andrea Gabilondo, directora de la Red de Salud Mental de Gipuzkoa.
141 personas
se quitaron la vida el pasado año en Euskadi. De ellas la mayoría eran de mediana edad o personas ancianas.
74% de quienes se matan
son hombres. Las mujeres acumulan más tentativas, pero los varones consuman más los suicidios.
20% de las personas que han intentado suicidarse
vuelven a tratar de quitarse la vida, la mayoría durante el primer año tras la tentativa.
Junto a los mencionados existen otros factores relevantes que pueden estar detrás de estas conductas. Uno de ellos es que la persona haya intentado matarse con anterioridad. Otro, que padezca problemas de salud de tipo físico graves, dolorosos o incapacitantes. «Se calcula que podrían estar presentes en un 30% de los casos, en especial en personas mayores», explica esta experta.
Las situaciones de aislamiento social (soledad, exclusión, discriminación), los acontecimientos vitales estresantes (problemas personales, legales o económicos) y la exposición a situaciones de violencia (abusos, maltrato, bullying) son otros elementos de riesgo relacionados directamente con el suicidio. «Lo habitual es que se combinen varios factores. Existiría un mayor riesgo a mayor número de factores presentes», indica esta psiquiatra de Osakidetza.
Cuando una persona se plantea quitarse la vida es porque se encuentra «en una situación de gran sufrimiento y desesperanza en la que se siente atrapada y de la que no sabe cómo salir». En estos casos suele entrar también en juego «el desconocimiento y el miedo». Actúan como una «barrera» e impiden al afectado «pedir ayuda». El aislamiento o la ocultación de la situación por la que atraviesa imposibilitan también a su entorno «identificar el riesgo y poder intervenir» para evitar el fatal desenlace.
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