«Un puente es mucho más que una obra de ingeniería, es una expresión del genio humano que conecta paisajes, ciudades y épocas», afirma Carlos Polimón, un ingeniero de caminos madrileño de 50 años que acaba de publicar 'De puentes por España' (geoPlaneta), donde propone un original y divulgativo paseo por cien puentes imprescindibles de nuestro país (tenemos más de 20.000) en el que revela curiosidades técnicas e históricas para entender la singularidad de cada uno de ellos. A Polimón, que lleva más de dos décadas trabajando en la construcción y reparación de puentes y divulga sus conocimientos en sus redes sociales, le hemos pedido que se 'moje' en una selección de los puentes que atraviesan las páginas de su libro. Le ha costado «porque he estado en los cien y me gustan todos», pero finalmente nos ha propuesto un viaje de altura por esta docena de joyas de piedra, hormigón, hierro y acero de todos los siglos, desde el imperio romano a la actualidad. De puente a puente por aquí nos lleva la corriente…
Navarra (Siglo XI)
Se trata de uno de los puentes medievales más emblemáticos que surcan el Camino de Santiago. Construido en el siglo XI es atravesado por miles de peregrinos en una procesión que ya dura mil años. «No debemos cruzar apresurados pues obviaríamos una de las obras más espléndidas de la geografía española», advierte Polimón al respecto. Destaca el ingeniero que es un puente muy estrecho, menos ambicioso que los del Imperio Romano (con grandes calzadas para el tráfico rápido de las legiones y su aprovisionamiento) al reducirse en la Edad Media la necesidad de viajar y transportar productos. «Todos los puentes de este periodo siguen la directriz del arco de medio punto, herencia de las obras romanas. En Puente la Reina algunos no son totalmente perfectos, lo que les aporta la belleza de la imperfección propia de las experiencias tempranas».
Guadahortuna, Granada (1898)
El viaducto de El Hacho es uno de los ejemplos más importantes de nuestro parque de puentes ferroviarios históricos, una estructura de hierro de gran longitud y de excelente factura que cruza el río Guadahortuna, en la provincia de Granada. Esta obra de ingeniería ha sobrevivido a una época en que los puentes que se quedaban anticuados se vendían al peso al chatarrero. Por eso es un milagro que merece ser visitado. Destacan sus pilas en celosías, esa especie de prisma de múltiples vigas de hierro que sostienen el largo tablero que atravesaba el ferrocarril. El Hacho se quedó sin uso por el incremento de peso de las locomotoras, no porque tuviera problemas estructurales. «Hoy es un puente cerrado al peatón, pero que se podría restaurar para poder pasear por él y entender lo que es la genialidad del invento de la celosía», propone Polimón.
Gerona (siglo XII)
El puente fortificado de Besalú, en Gerona, es uno de los más fascinantes para el autor de 'De puentes por España'. Cuenta que «adquiere una dimensión casi irreal» al caer la tarde, cuando el río se oscurece convirtiéndose en un enorme espejo que ofrece «un duplicado perfecto» del trazado medieval del pueblo y de su puente. Para el ingeniero de caminos, se trata de un ejemplo «muy interesante» de los puentes con torres. «Aunque fueron reconstruidas, es de los pocos que las mantiene tras el siglo XX».
Valladolid (varias épocas)
El puente medieval de Simancas, sobre el Pisuerga, ha sobrevivido a lo que Polimón define como la «triada del colapso»: mal terreno de cimentación, la violencia de las crecidas del río y las voladuras que sufrió durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). Consecuencia de ello es que no queda ningún arco sin rehacer. Tiene reconstrucciones de distintas épocas históricas (sobre todo una del siglo XVI), pero la última importante es la de dos arcos en 1967. «Mucho hay que querer a estos puentes y su pelea con el río. Y más al de Simancas, que es quizá el que mejor transmite ese sufrimiento. Pasea por él, lo merece», nos anima el ingeniero.
León (1983)
El preferido del autor de 'De puentes por España' es el elegante Puente de Barrios de Luna, en León, que entró en la historia en 1983 al convertirse en el puente atirantado de más luz del mundo, récord que mantuvo hasta 1986, un hito internacional de la ingeniería española. La obra fue una sorpresa mayúscula en su tiempo, por ser un proyecto llevado a cabo íntegramente por españoles y por realizarse fuera de Francia y sobre todo de Alemania, grandes impulsores de estas ingenierías. No es uno de los Puentes de Madison, pero Polimón lo describe como un puente «emocional» que levanta pasiones entre quienes lo cruzan. Por eso invita a pagar el peaje (se enclava en una autopista, la AP-66, sobre el embalse de Barrios de Luna) para sentir lo más parecido «a volar por encima del agua» en un puente de película.
Cáceres (siglo II)
Este puente de piedra sobre el Tajo es, según Carlos Polimón, el mejor puente romano del planeta. «Debería ser una visita obligada para cualquier amante de la historia y la ingeniería». Y añade: «Si se concediera un premio al mejor puente del mundo, por lo menos hasta la Revolución Industrial, sería el de Alcántara, que incomprensiblemente no es Patrimonio Mundial de la Humanidad». Del puente de Alcántara, término árabe que justamente significa 'El puente', hay dos aspectos que lo convierten en la cima de la técnica romana. Por un lado la inusual y sorprendente altura de la obra, 45 metros sobre el cauce del río; y por el otro el tamaño de los dos arcos centrales, que con sus 28 metros de diámetro se cuentan entre los más grandes que existen en su género. Para Polimón, «se trata de una obra audaz, con una pila en mitad del cauce que lleva casi veinte siglos en pie contra el río».
San Sebastián (1905 y 1921)
En el mismo paseo por el río Urumea y separados por 850 metros de distancia, se pueden apreciar estos dos puentes del mismo autor, José Eugenio Ribera, y observar cómo evolucionó la estética de puentes urbanos a principios del siglo xx en pocos años. Podríamos pensar que el Puente de María Cristina (1905) es de piedra pero solo es hormigón camuflado. En su rica decoración, el adorno se ha llevado al extremo y se ha recargado mediante distintos elementos, entre ellos las barandillas y farolas con elementos mitológicos. A ambos extremos, los cuatro obeliscos de 18 metros de altura coronados por las figuras de la Paz y el Progreso. 16 años más tarde el Puente del Kursaal responde a la evolución de la forma de utilizar el hormigón en entornos urbanos. Desaparece la estructura en arco y se utiliza la viga recta, mientras que la decoración se concentra en las seis farolas modernistas rematadas con esferas de vidrio, un elemento muy elegante y sencillo que le confiere un aire moderno.
Murcia (1997)
Sobre el río Segura se encuentra esta moderna pasarela atirantada con un único pilón, que crea un haz de tirantes cónico lo que le aporta una forma muy interesante. «La pasarela encierra la virtud de las cosas que son complejas y sencillas a la vez», describe Polimón. También conocida por el apellido de su autor, el ingeniero de caminos Javier Manterola, el peatón circula sin barreras visuales hacia aguas abajo del río y nota el bamboleo de una estructura metálica que está colgada de cables. «El acero es un material que se dispone en finas chapas y se mueve más que el hormigón. Si además está colgado de cables, el efecto es mayor, pero nada que no sea seguro ni desagradable», explica Polimón, que anima a «dejarse mecer por la pasarela» y «disfrutar de una gran obra compleja y contenida a la vez».
Asturias (¿siglo XIII?)
Este puente medieval es a un tiempo paisaje y mirador en función de si lo contemplas desde el cauce o asciendes a su empinado lomo de asno. La sensación de «paisaje natural» se ve acrecentada por la integración de la obra en la naturaleza. El arco central que se apoya en los afloramientos rocosos parece emerger de ellos como si estos brotaran del cauce y se prolongaran en vertical para crear el puente. Además, la tonalidad de ambas piedras refuerza esa imagen. En el centro del arco, muy cerca de su clave, vemos colgada en el vacío la emblemática Cruz de la Victoria, símbolo de Asturias y de Don Pelayo. La enseña nos recuerda que mucho antes de su construcción (siglo XIII o XIV), en este enclave se estableció la corte del reino de Asturias y desde aquí se comenzó a escribir nuestra historia más reciente.
Ardales, Málaga (1865/1905)
A lo largo de los términos municipales de Ardales, Antequera y Álora (en la provincia de Málaga) transita el conocido como Caminito del Rey, un sendero de pasarelas ancladas a tajos de hasta cien metros de caída. Este paisaje es hogar de dos de las obras civiles más complejas de España, el salto hidroeléctrico del Chorro y la línea férrea Córdoba-Málaga, cada una a un lado del cortado. Y ambas fueron posibles gracias a un conjunto de puentes imposibles en el final del recorrido, el desfiladero de los Gaitanes. Las pasarelas colgantes sobre las que se camina se nos antojan una obra magnífica para haberse realizado hace más de un siglo. El recorrido, no apto para quienes sufran mal de altura, bien podría llamarse 'El camino de los ingenieros' por las creativas soluciones que estos profesionales idearon para salvar los impresionantes barrancos.
Valencia (2001/2008)
Un puente que ha tenido dos vidas en dos emplazamientos distintos dentro del puerto de Valencia; una primera como puente basculante ferroviario (con la dificultad añadida de que las dos cámaras donde se introducía parte del puente al girar se encontraban bajo el agua) y otra segunda, como puente rotatorio para tráfico rodado. En 2001 se abría al tráfico ferroviario el nuevo puente basculante, pero en 2007 la Copa América de Vela dividió el puerto de Valencia (la zona de mercancías y la deportiva) y el puente basculante se quedó sin uso. Pero meses después Valencia adquirió el compromiso de alojar el Gran Premio de Europa de Fórmula 1 y en menos de un año el puente basculante fue cambiado de ubicación dentro del puerto, con otra forma de giro, esta vez rotatoria. Es el único puente de España con dos vidas, dos formas de girar y dos tráficos distintos.
Sestao, Vizcaya (2006)
El puente sobre el río Galindo, a escasos metros de su desembocadura en la ría del Nervión, es un «audaz» arco en curva, o como lo define Polimón «un canto a lo que somos capaces de hacer en el siglo XXI con los métodos de cálculo existentes». Al margen de sus complejidades estructurales (toda la estructura se cuelga de un arco por encima del tablero), el puente tiene una gran expresividad gracias a las curvas que definen sus distintos elementos. «El movimiento del peatón dentro del tablero genera múltiples vistas en las que los tres elementos -marquesina, arco y tirantes- cambian y brindan infinitas posibilidades». Concluye Polimón que se trata de un puente «muy complejo» que nos introduce en un siglo moderno «en el que veremos estructuras antes casi impensables, que quizá no comprenderemos de manera intuitiva pero que nos sorprenderán sin ninguna duda».
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