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Perder la vista le ha enseñado a agudizar el resto de los sentidos. Cuando Aitor Francesena (Zarautz, 1970) entra en el agua, le basta con escuchar el mar y sentir la corriente rozándole las piernas. «El surf es toda mi vida. Lo practico desde que ... era muy joven porque es algo que me llena del todo. Por eso ahora que lo he probado, ahora que me ha hecho sentir de verdad la vida, ¿cómo voy a dejarlo solo por estar ciego?» Ha convertido la tenacidad en su filosofía de vida. Con ella ha logrado ser campeón del mundo de surf adaptado (2016) y ha catapultado hacia el éxito a sus aprendices, como el campeón de Europa Aritz Aranburu. También inspira a estudiantes en las universidades y a profesionales en las empresas. «Cuando me expreso parece que la gente disfruta escuchándome. No sé, creo que les hago ver la vida desde otro punto de vista para que parezca más fácil», concreta después de la ponencia que lo acercó ayer a la Universidad de Cantabria para una de esas sesiones motivantes.
–Dice que nunca se imaginó en una universidad, al otro lado del pupitre...
–No piensas que eso va a pasar. Pero es que al final todo lo que yo he vivido con el surf, todo lo que he aprendido con este deporte, se puede llevar a otros ámbitos de la vida, y parece que eso le interesa a la gente.
–A usted el surf le ha dado todo.
–Es mi vida, lo practico desde que soy muy joven. Ya flipaba con ello antes de probarlo. He hecho skate y he ido a la nieve, pero el surf es lo más. Lo mejor, quizá, es que el entorno es cambiante y tienes que estar atento y reaccionar. Por eso cuando lo haces bien y logras ponerte sobre la ola, es un ‘llenazo’ impresionante.
–Esa lección puede llevarse a cualquier ámbito de la vida.
–Lo que siempre digo es que la cabeza es capaz de todo, que uno tiene que creer en sus capacidades para cumplir sus sueños. Ahora bien, cuesta mucho trabajo.
–Lo que llama las tres ‘S’...
–Exacto: sacrificio, superación y satisfacción. Si aplicas las tres hasta el final, son escalones que irás subiendo hasta que, casi sin darte cuenta, habrás alcanzado tu meta.
–Parece fácil, pero no lo es.
–La gente me escucha y probablemente ve a alguien que ha logrado cosas con menos. Soy ciego pero quizá soy mucho más feliz que otra gente capaz de ver. Por eso muchos se van de estas charlas pensando en que quizá hay cosas de su vida que pueden replantear. Cosas que igual complican demasiado y que pueden ser mucho más sencillas.
Un glaucoma congénito degradó su visión durante años. Nunca lo tuvo fácil, pero el surf aceleró el proceso degenerativo. Su pasión le privó de la visión. «Perdí el primer ojo por una infección porque se me metió arena en el ojo. Fue con 14 años, probablemente por la práctica de surf. Hace cuatro años perdí el otro ojo. Caí de una ola con la mala suerte de que toda la masa de agua me golpeó el ojo abierto y lo reventó». Por entonces llevaba meses esperando un transplante de cornea. «El ojo me daba muchos problemas porque con un glaucoma nunca termina de funcionar bien. Cuando sucedió, sencillamente entendí que había llegado el día que tanto tiempo había deseado alejar. Pero solo eso». Al fin y al cabo, lo más complicado era plantear cómo sería su vida a partir de entonces. Lo había pensado muchas veces. «No me sentí mal en el sentido literal. Recuerdo que cuando estaba en la cama del hospital unos asistentes vinieron a poner un candado en la ventana por si acaso me daba por tirarme. Pues me puse a reír, la verdad. Cuando vino el psicólogo a hablar conmigo, tardó diez minutos en irse. Ya vio que lo tenía perfectamente asumido». Tenía claro que seguiría luchando por sus sueños y por lo que considera parte fundamental de su vida, el surf: «Al principio pensaba que iba a ser imposible porque ponerte encima de la tabla con una pantalla en negro... Probablemente me iba a marear. Pero fue cuestión de tiempo volver a empezar de cero, con tablas grandes y olas pequeñas. Ahora soy capaz de ir solo, sin necesidad de que nadie me vaya cantando las olas. Si quieres algo con la fuerza suficiente puedes lograrlo».
–A usted le sucedió cuando perdió la vista del todo.
–Perdí la vista de un ojo con 14 años y durante años me levantaba de la cama pensando que ese día podía ser el que me quedara ciego del todo. Entonces vivía con prisa, corría a todos lados y mi mente nunca estaba donde yo estaba. Pensaba que debía correr a todos lados para no perderme nada y eso me generaba ansiedad. Ahora entiendo todo mejor. Me detengo a disfrutar más de lo que tengo, de lo que es mi vida. Es otra de las cosas que cuento en las charlas.
–Ese sano reposo se está perdiendo en la vorágine actual del mundo.
–Antes de educar surferos considero que los he ayudado a crecer como personas. Les he enseñado la importancia de la humildad y de valorar lo que se tiene. También procuro hacerlo con mi hija. Porque los jóvenes de hoy están recibiendo todo gratis, sin esfuerzo, y no es forma de educarlos.
–¿Es cierto que usted es capaz de surfear de noche?
–Muchas veces. Al principio iba acompañado pero con el tiempo he aprendido a desenvolverme solo. Siento la ola, dejo pasar una línea y espero a la siguiente y cuando me empuja, remo. Es cuestión de exprimir el resto de los sentidos, sobre todo el oído. Y así, logro surfear como si fuera un murciélago del mar.
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