La casa. Miguel Pereira, uno de los hijos de María Gómez, posa con una cara en 2004. Ramón L. Pérez

El pueblo de las caras

Paranormalandia ibérica ·

Una invasión de periodistas, parapsicólogos, médiums y astrólogos hizo hace cincuenta años de Bélmez de la Moraleda un Roswell cañí

Lunes, 23 de agosto 2021, 01:17

La aparición de una cara en el suelo de cemento convirtió en el verano de 1971 una humilde cocina de Bélmez de la Moraleda (Jaén) ... en la antesala al Más Allá. Al menos, eso sostenía el parapsicólogo Hans Bender. «A través de la dueña de la casa, María Gómez, se ha abierto una puerta con otra dimensión, y a partir de la primera cara el camino ha quedado abierto para que otras aparezcan en el suelo de la casa», aventuraba el 'sabio alemán', como le llamaba la prensa esotérica española. Cincuenta años después, tras cientos de artículos y horas de radio y televisión, y más de una decena de libros, las caras de Bélmez cuentan con su propio centro de interpretación. Se inauguró en la localidad jienense en febrero de 2013. Costó 850.000 euros, la mayoría procedentes de fondos europeos, invertidos en la promoción de uno de los grandes fraudes de la parapsicología.

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Porque el auténtico enigma de Bélmez de la Moraleda no es el origen de sus famosas caras, sino que estas se ganaran la etiqueta de misterio. Para entenderlo hay que viajar a la España rural más supersticiosa. Una de sus vecinas, María Gómez, de 52 años, descubre el 23 de agosto de 1971 una mancha de grasa o humedad en el suelo de la cocina. «Se me apareció hace veinte días. Yo estaba guisando en mi hornilla de butano. Primero, me creí que estaba mareada... Luego, llamé a las vecinas y vimos que era un rostro. Yo no sé si es un santo, si un demonio o lo que es... Un rostro. La gente viene a verlo. Algunos dicen que le da un aire al Señor de la Vida, que lo quemaron en la guerra», contó el 16 de septiembre al 'Ideal' de Granada.

Aquella primera cara que se parecía al Señor de la Vida, el Jesucristo atado a una columna patrón de Bélmez, duró poco. Un albañil la raspó y echó yeso encima. Pero volvió a aparecer y, bautizada como 'La Pava' -pueden verla arriba a la derecha-, atrajo inmediatamente a los curiosos. «Se han montado ya dos 'negocios' de fotografías, se organizan excursiones desde los pueblos vecinos hasta Bélmez, se piensa en promoción turística, la gente no opina sobre el asunto...», apuntaba el periódico. Los peregrinos pagaban un duro por entrar en el hogar de María Gómez y su esposo Juan Pereira, y este y el fotógrafo local, Manuel Rodríguez, vendían fotos de la imagen a 10 pesetas la unidad.

Varias figuras aparecidas en el suelo de la cocina. EFE / Gabriel Naranjo

El fenómeno traspasó las fronteras andaluzas cuando el diario 'Pueblo', dirigido por Emilio Romero, sacó las caras de Bélmez -para entonces ya había varias- en su primera página el 31 de enero de 1972. «Este caso lo monta realmente Emilio Romero. Sin Emilio Romero, ahora no estaríamos hablando de este asunto», aseguraba hace unos años Ramos Perera, presidente de la Sociedad Española de Parapsicología en los 70, al periodista Javier Cavanilles y a Francisco Máñez, autores de 'Los caras de Bélmez' (2007), libro cuyo título alude a quienes han explotado económicamente el falso misterio.

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Al mismo tiempo que 'Pueblo', cuyo enviado especial era el hoy analista político Antonio Casado, que entonces daba sus primeros pasos en la profesión periodística, llegaron a Bélmez los parapsicólogos Germán de Argumosa y Joaquín Grau. El primero dictaminó que las caras eran manifestaciones del Más Allá y dijo haber grabado en la casa voces de ultratumba que apoyaban su tesis. Para el segundo, el fenómeno se debía a una concentración de energía canalizada por María Gómez. «Cualquier afirmación, por estrafalaria que fuera, merecía ser publicada», recuerdan Cavanilles y Máñez en su obra.

La familia dueña de la casa ganó en siete meses más de 250.000 pesetas gracias a las caras, según cálculos de la revista 'Lecturas''

Pareidolia y picaresca

Gracias a los reportajes de Casado, la tirada de 'Pueblo' creció en 50.000 ejemplares y los curiosos se multiplicaron por las calles de Bélmez, al igual que los reporteros y, por supuesto, los videntes, parapsicólogos, médiums y astrólogos, cada uno con su loca teoría para explicar el fenómeno. Convertido el pueblo en un Roswell cañí veinticuatro años antes de que la localidad neomexicana celebrara su primer festival ovni, el negocio de las caras fue viento en popa.

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Un mes después de la publicación de la primera portada de 'Pueblo', Juan Pereira y su socio habían vendido 10.000 fotos de las figuras, según recoge Manuel Martín Serrano en su libro 'Sociología del milagro. Las caras de Bélmez' (1972). La revista 'Lecturas' calculó, por su parte, que la familia Pereira-Gómez había ganado hasta ese momento con las caras más de 250.000 pesetas. El fenómeno era también una bendición para los comerciantes locales, que, de repente, despertaron del sueño.

La más famosa de todas, 'La Pava'. E.C.

A finales de febrero de ese mismo año, 'Pueblo' y 'El Alcázar' publicaron sendos reportajes denunciando el fraude. El diario de Emilio Romero reveló que unos químicos habían duplicado el milagro con cloruro y nitrato de plata. «El truco, muy ingenioso, consistía en que estas sustancias reaccionan a la luz, de modo que los retratos no eran visibles hasta algún tiempo después de haber sido pintados, y se aparecían poco a poco ante los ojos, sin que aparentemente hubiese intervenido ninguna mano humana en el proceso», explica el estudioso escéptico de lo paranormal Fernando L. Frías. Las caras de Bélmez se refugiaron entonces en la prensa esotérica hasta que a finales de siglo fueron recicladas por periodistas del misterio necesitados de hacer caja que hasta encontraron a los rostros parecido con parientes muertos de María Gómez, algo que la mujer siempre negó.

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Si bien la primera cara pudo deberse a una pareidolia -fenómeno psicológico que hace que veamos rostros en las vetas del mármol, figuras humanas en rocas, animales en las nubes...- a partir de una mancha de humedad o de grasa, después entró en escena la picaresca española. La Pava, la figura más célebre, fue en parte pintada, según Ramos Perera, que en 1972 detectó en la imagen rastros de pigmento y de pinceladas. Para Máñez y Cavanilles, visto el negocio de la venta de fotos y de entradas a la casa, las manchas del cemento empezaron a retocarse y con el tiempo a pintarse descaradamente. El de las caras de Bélmez «es un misterio ridículo, divertido, curioso, cutre...», sentencia Cavanilles.

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