Propongo otra Superliga

Vayamos por partes. Que un presidente quiera lo mejor para su club es tan respetable como digno de aplauso. Otra cosa es la ética. Pero que no nos dejen jugar en su Liga porque somos pobres e intenten convencernos de que es por nuestro bien es un insulto a la inteligencia. Haga lo que quiera, pero no nos trate como a lerdos. O sí. Puede que los equivocados seamos el resto. De hecho tengo una propuesta mejorada: «La Liga de los amiguetes».

Ha dicho el presidente blanco que la gente solo quiere ver a los grandes, entendiendo como tales a esos 12. Lleva razón. Pero mejoremos el tema. Que los cracks de esos 12 se junten en dos equipos y jueguen una final permanente. Lo bien que lo íbamos a pasar. También podrían intercambiarse jugadores en el descanso.

Seguiremos pagando fichas como si el dinero cayera del cielo. Ojo, la propuesta de la Superliga incluía el hermoso gesto de comprar jugadores a los equipos que no están en ella para que puedan seguir sobreviviendo. Se me saltan las lágrimas. Por cierto, habrá hordas encantadas de jugar ligas menores existiendo una Superliga.

Pensemos en los jóvenes. Dicen los 12 que los partidos podrían ser más cortos. Hora y media, más el descuento, son demasiadas bolsas de pipas. Bastaría con lo que dura una prórroga. Eso sí, con descansos para mirar Instagram y subir un Tik-Tok.

Tienen la manía de tomar decisiones arbitrales y cuando menos lo esperas te pintan penalti en contra. Por eso, cada cual llevará su árbitro. De esa forma, uno pitará la primera parte y el otro la segunda.

No será con moneda. Eso es proletario. Tarjeta de crédito. Pero de las negras que solo tienen un puñado de ricos. Si cae por un lado paga el que ha pedido el otro. Y si cae de canto estrenan otra, que debajo del césped hay barro y ensucia mucho. Además recuerda a esos campos donde a veces se juega ese torneo provinciano llamado Copa de Rey, donde el vestuario huele a colonia barata y en el palco los asientos son duros. Desolador.

A poder ser de Armani o Gucci. Para el resto de ligas del mundo un balón de Nivea y que se lo vayan pasando.

Cuando pite el árbitro se venden. Aquí no se regala nada. Los porteros irán con guantes Louis Vuitton. Así que no vale chutar barrenazos. Se estropean.

Hay que dar un paso más. No solo restaurantes, tiendas y hoteles. También viviendas de lujo. Y si son un poco más anchos, podrían hacerse unos adosados entre banquillo y banquillo.

Una vez al año, por Navidad, un niño seguidor de un equipo pobre hará el saque de honor en la Superliga. Que vea lo que se pierde por no ser de los 12.

Resulta que los de la Superliga no tienen pasta para montarla y habían pedido a un superbanco que les financiara. Nuestra propuesta sería mejor. Si cada ciudadano del mundo pone un euro llegaríamos a los 7.700 millones. 700 más que lo que pretendían esos 12. La idea la tuvo en su día Lola Flores. No fue secundada. La gente es poco solidaria. Pero bien contado lo mismo cuela.

Se que suena a chiste barato y a demagogia oportunista, pero cuando tecleo estas líneas seguimos con algunos presidentes de clubes empeñados en que no les entendemos. Que ellos son más listos y decentes que el resto. Y más solidarios. Lo que, si fuera un chiste, carecería de gracia. Y si fuese demagogia, no haría falta. Ya vamos suficientemente servidos de ella. El problema no es que lo plantearan. Sino que no entiendan la que se ha liado. Se ve que viven en otro mundo. Por eso quieren otra Liga. Les imagino, como el Marqués de Leguineche en La Escopeta Nacional, convalecientes en la cama, simulando estar en las últimas y diciendo aquello de «Que vengan todos...que venga el servicio que estas cosas les gustan mucho... que vengan todos que tengo que perdonarlos».