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Podría ocurrir que una civilización futura y extraña analizase lo ocurrido en el planeta Tierra y concluyese que no había vida inteligente aquí. ¿Cómo si ... no se explicaría que sus pobladores, avisados durante décadas de que la catástrofe se aproximaba, siguiesen aferrados a sus vicios a costa de su supervivencia misma? ¿Cómo entender que la Humanidad se haya pasado tanto tiempo bebiendo veneno a grandes sorbos incluso sabiendo que era veneno?
António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, también echó mano de una metáfora: «Estamos en un agujero y seguimos cavando en él; pronto será demasiado tarde para escapar». Lo dijo ayer en Madrid durante una conferencia previa al arranque, hoy, de la Cumbre Mundial del Clima COP25. Quizás sea una de las últimas oportunidades para dar el golpe de timón definitivo. Para que los gobiernos abracen políticas que contengan las emisiones de CO2 y eviten el desastre. ¿No estaremos dramatizando? «El punto de no retorno está a la vista, se nos echa encima», alertó el líder de la ONU.
Hace mucho que la comunidad científica no tiene dudas y sólo los negacionistas más obtusos permanecen ajenos a señales clarísimas: los últimos cinco años han sido los más calurosos de la historia, según un informe de la Organización Meteorológica Mundial; el nivel del mar sube, los océanos se acidifican, la biodiversidad está amenazada. El cambio climático provoca que aumenten los fenómenos extremos y sean cada vez más destructivos. Las sequías se agravan. Todo apunta en una misma dirección, con tan mala suerte de que los únicos que no lo ven son dirigentes cerriles cuya implicación en la solución es determinante, como los presidentes de EE UU, Brasil o Australia.
Con semejantes lastres es aún más trascendental que dé frutos la COP25, que se prolongará entre hoy y el próximo día 13. El reto es que los 195 países que en 2015 firmaron el Acuerdo de París desarrollen sus compromisos, que reduzcan las emisiones de carbono y, a ser posible, que lo hagan sin limitar su competitividad en el mercado global. Para hallar las fórmulas, con inequívoca vocación de salvar al planeta, acudirán a Madrid 25.000 personas de esos casi doscientos países.
La Cumbre del Clima ha tenido una gestación delicada: primero, Brasil rechazó acogerla; luego, Chile abortó su organización por los graves conflictos sociales que padece el país sudamericano; y finalmente Madrid asumió el desafío sólo un mes antes de su celebración. El objetivo no es solo que los Estados lleguen a acuerdos durante estas dos semanas para impulsar una lucha global más ambiciosa contra la crisis climática. También es dar visibilidad pública preferente a esa crisis, mantenerla en la primera página de la agenda, de modo que la sociedad civil ejerza presión sobre sus representantes políticos para que encuentren soluciones urgentes.
«Ya no es un problema a largo plazo», insistió Guterres, que se reunirá hoy con Pedro Sánchez. El calentamiento está ocurriendo «mucho más rápido» de lo que avanza la Humanidad para ponerle freno. «Durante muchas décadas la especie humana ha estado en guerra contra el planeta, y el planeta ahora contraataca. Tenemos que dejar de agredir a la naturaleza y la ciencia nos dice que es posible».
El secretario general de la ONU no quiere que su descarnada visión de lo que está ocurriendo se interprete como que ya no hay nada que hacer. «Mi mensaje no es de desesperación, sino de esperanza para detener nuestra guerra contra la naturaleza». Sobre todo, pensando en los jóvenes, porque «estamos poniendo en riesgo su futuro».
Uno de los iconos de esta lucha, la adolescente Greta Thunberg, está camino de Madrid. Y el propio desplazamiento es parte de la batalla: viene en el catamarán 'La Vagabonde', que zarpó del Estado de Virginia, en EE UU, el 13 de noviembre. La idea es evitar el transporte aéreo por la contaminación que provoca. Ya ha recorrido más de las tres cuartas partes del trayecto y el plan es que llegue a Lisboa esta misma semana. De ahí a Madrid aún no está claro cómo se desplazará.
Para velar por la seguridad en una cita de esta proyección internacional, y en cuyo entorno ya hay convocadas muchas movilizaciones por varios colectivos, habrá más de 5.000 efectivos entre policías nacionales, guardias civiles, policías municipales y personal de la ONU. Se organizan en lo que han bautizado como 'Operación Zeus', en referencia al dios griego que gobernaba, y velaba, por el cielo, la tierra y el clima.
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La primera: Berlín 1995 La primera cumbre 'Conference of the Parties' (COP) fue una demostración de que la lucha contra el cambio climático se iba a encontrar con grandes obstáculos. Los participantes plantearon objetivos modestos: reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero en el año 2000 al nivel de 1990. Pero no hubo acuerdo.
La más recordada: Kioto 1997 Un total de 39 países desarrollados se comprometieron a reducir sus emisiones el 5,2% entre el 2008 y el 2010, lo que significaba regresar a los niveles de 1990 y 1995. La UE fue más allá y cerró una reducción del 8%, mientras que Estados Unidos y Canadá se quedaron en el 7%. Pero el Congreso norteamericano no ratificó el acuerdo, que en 2001 fue rechazado por la administración de George W. Bush. Comenzó a visualizarse las resistencias de EE UU ante cualquier acuerdo.
La del fracaso: La Haya 2000 Las dificultades para implementar los acuerdos de Kioto se apreciaron en las COP 4, 5 y 6, que fueron un fracaso. En La Haya se constató el rechazo de Estados Unidos a cualquier avance. Tan mal acabaron las cosas en la ciudad holandesa que esta COP6 se repitió meses después en Bonn. Entonces sí, los participantes apremiaron a poner en marcha el protocolo de Kioto.
El mayor hito: París 2015 El acuerdo de París (entra en vigor en 2020) ofrecía compromisos concretos: todos los países acordaron reducir sus emisiones, especialmente los ricos, que también movilizarían 100.000 millones de euros anuales para compensar a los pobres. Pero la emergencia climática va más rápido que los compromisos, que además están cogidos con pinzas. Así que las dos preguntas son si se cumplirán los acuerdos, y si éstos serán suficientes.
25.000 expertos de todo el mundo se darán cita durante dos semanas en la cumbre climática de Madrid.
5.000 agentes velarán por la seguridad entre policías, guardias civiles, policías municipales y personal de la ONU.
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