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Este pasado jueves despegó hacia la Luna la sonda 'Odiseo'. Construida por la empresa norteamericana Intuitive Machine y propulsada por un cohete de Space X, la firma espacial de Elon Musk, constituye un nueva tentativa de una compañía privada de alunizar. En enero lo intentó ... la también norteamericana Astrobotics y, en abril del año pasado, la nipona iSpace. La irrupción del sector privado es uno de los grandes cambios, si no el mayor, que ha habido en la carrera espacial en los últimos años. Lo confirma un informe del año pasado de Bank of America. «El monopolio del Gobierno sobre el espacio se ha acabado. Hasta principios de la década de 1980 todos los lanzamientos en Estados Unidos se realizaban bajo la supervisión de una agencia federal, como la NASA. No existía ninguna alternativa comercial». En la actualidad, no menos de 18 empresas privadas participan en el programa 'Artemisa', el que pretende devolver al ser humano al satélite terrestre en 2026.
El primer gran paso en esa dirección lo dio Obama en 2014. Por entonces, la primera potencia mundial no tenía capacidad de enviar sus astronautas a la Estación Espacial Internacional tras la cancelación de los transbordadores espaciales en 2011. Pasó a depender de Rusia. Se calcula que el Kremlin facturó más de 3.000 millones de dólares entre 2006 y 2018 por este motivo.
Más que una cuestión monetaria, se trataba de una cuestión de orgullo y prestigio. La solución fue abrir la puerta a la iniciativa privada. La NASA firmó sendos acuerdos con Boeing y la mencionada Space X por 3.240 millones de dólares y 2.000 millones respectivamente para que acabaran con esta dependencia.
Desde entonces, el peso del sector privado no ha hecho más que acentuarse. Al propietario de Tesla y X/Twitter se ha unido otro megamillonario como Jeff Bezos, el fundador de Amazon, que creó Blue Origin. Ambos han conseguido jugosos contratos de la agencia espacial estadounidense y son claves tanto en el regreso a la Luna como en el posterior salto a Marte. En España está PLD Space, que probó con éxito hace unos meses el 'Miura 1' , situando a nuestro país entre la docena capaz de mandar un satélite al espacio.
Entre el transporte, el turismo y la minería espacial, los analistas prevén que a finales de la década el mercado espacial habrá pasado de los actuales 469.000 millones de dólares hasta los 1,1 billones. Varios datos subrayan esta explosión de la carrera espacial. Solo en 2022 se pusieron en órbita más naves que en los 52 años anteriores de carrera espacial. A nivel global, Space Foundation indica que los presupuestos en todo el mundo alcanzaron los 107.300 millones de dólares en 2021, un aumento del 19% con respecto al año anterior.
En el caso de Estados Unidos, firmas como Space X y Boeing se disputan el transporte de astronautas al espacio. La firma de Musk tiene el contrato del aterrizador en la Luna mientras que Boeing construyó el cohete que debe llevar a la tripulación fuera de la Tierra. Blue Origin, por su parte, probará este año otro, el 'New Glenn'. Y mientras tanto, la NASA destina sus recursos a otras investigaciones. «En tanto las empresas comerciales se enfocan en dar servicios de transporte a la órbita terrestre, la NASA queda libre para concentrarse en la construcción de naves para misiones en el espacio profundo y preparar la colonización de Marte», explica la agencia espacial estadounidense.
El gran rival de Estados Unidos en la conquista del espacio ya no es Rusia. Su lugar lo ha ocupado China. Tanto que los taikonautas están excluidos de la Estación Espacial Internacional porque la ley estadounidense prohíbe que la NASA comparta sus datos con la potencia oriental. El gigante comunista también ha abierto las puertas a la iniciativa privada. Lo hizo en 2016, trece años después de inaugurar su propia agencia espacial -se llama Administración Nacional del Espacio-. Según datos de Sina Finance, son ya más de 100 las compañías que participan.
Desconocidas en Occidente, algunas de ellas han logrado grandes progresos. El más reciente, el lanzamiento del 'Gravedad 1', el cohete de combustible sólido más potente del mundo. Lo ha construido Orienspace, fundada en 2020 por veteranos de la industria espacial estatal. Otra, Galactic Energy, ha lanzado 19 misiones desde su fundación en 2018.
«No quiero que China llegue primero a la Luna y diga: 'Es nuestra, fuera', afirmó Bill Nelson, administrador principal de la NASA, que reconoció que una de las razones del retraso de un año del programa 'Artemisa' es que las empresas «necesitan más tiempo». China ya ha anunciado su intención de poner a sus astronautas en la Luna antes de 2030. La carrera está en marcha. Y depende, en buena medida, de lo que hagan las compañías privadas.
La compañía de Elon Musk ha construido el cohete más grande del mundo. De ella depende el aterrizaje en la Luna en 2026.
Fundada por Jeff Bezos, el propietario de Amazon, probará este año este nuevo cohete gigante que debe llegar hasta Marte.
El gigante de la aeronáutica es el principal contratista de la NASA para el cohete que debe poner en órbita a los astronatas de 'Artemisa'.
La firma es la encargada, junto a Collins Aerospace, de 'vestir' a los astronautas que volverán al satélite terrestre en dos años.
Una de las representantes del pujante mercado espacial chino. Ha construido el cohete de combustible sólido más potente del mundo.
La empresa ilicitana ha logrado que España entre en la carrera espacial gracias a su nave, probada con éxito el año pasado.
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