La presa que encona la guerra por el agua del Nilo

Disputa en África. Egipto teme que la construcción en Etiopía de la mayor central hidroeléctrica del continente proporcione a ese país el control sobre el caudal del río que le alimenta

gerardo elorriaga

Domingo, 14 de febrero 2021, 00:53

El Cuerno de África abunda en viejas rencillas. Los regímenes políticos locales, anclados en el poder absoluto y el abuso militar, han utilizado tanto la fuerza directa como las tácticas más maquiavélicas para solventar antiguas disputas territoriales heredadas de tiempos coloniales. El pasado mes ... de enero, los gobiernos de Jartum y Addis Abeba desplegaron tropas en torno a la región de Al Fasqha, objeto de controversia, Además, Sudán mantiene otro conflicto con Egipto por el control del triángulo de Halaib y de nuevo Egipto parece implicado en el apoyo a las milicias rebeldes de Darfur. Pero no son las tierras, sino las aguas, el objeto que ahora motiva el principal conflicto. La Gran Presa del Renacimiento (GERD), recientemente erigida por el gobierno etíope, se ha convertido en el motivo de un grave conflicto de los abisinios con sudaneses y egipcios, que temen perder los beneficios del Nilo Azul, el río que aporta el 80% del caudal. Las últimas informaciones apuntan a que las tres partes implicadas firmarán un acuerdo a finales de este mes en Washington.

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La política de hechos consumados hahecho mella en las posiciones de los afectados. Las negociaciones no han fructificado en las rondas anteriores y el problema se ha ido agudizando a medida que el embalse ha comenzado su llenado. Hace seis meses que el gobierno etíope, unilateralmente, inició el proceso que debe colmar el depósito de esta construcción de 145 metros de altura y 2 kilómetros de longitud, que, dentro de 7 años, acumulará 74.000 millones de metros cúbicos de agua y generará 15.000 gigavatios por hora. La mayor central hidroeléctrica del continente y la séptima del mundo pretende proporcionar energía al 50% de la población de Etiopía que hoy carece de suministro e, incluso, dar servicio a los Estados vecinos.

El monstruo sediento se erige a tan sólo 15 kilómetros de la frontera sudanesa, en la región de Benishangul-Gumuzde. Desde que se presentó el proyecto, creció la convicción de que el precio de esta ambición lo pagarán sus vecinos río arriba. Sudan y Egipto temen que, cuando se halle a pleno rendimiento, reduzca drásticamente su acceso al agua del Nilo. El riesgo es abrumador. El 86% del empleo en el primero depende de esta aportación y en el caso del antiguo reino faraónico, se trata de una cuestión de supervivencia. El 97% del suministro potable y de riego procede del Nilo y un descenso superior al 10% provocaría el desastre económico en un territorio frágil en el que habitan ya más de 100 millones de personas.

El acuerdo de 1959

El actual diálogo a tres bandas, propiciado por Estados Unidos, refleja el escenario político de la región. ¿Cómo se ha podido llegar a esta situación crítica una década después de que se hiciera público lo que se denominó Proyecto X y, posteriormente, la Presa del Milenio? Tal vez los vaivenes de una década convulsa impidieron actuar con firmeza contra este coloso de hormigón.

Las negociaciones se han estancado y el problema #se agudiza conforme el embalse inicia su llenado

CONTRARRELOJ

Egipto siempre ha mostrado una postura contraria a cualquier medida que pueda reducir el caudal y se remite siempre a un acuerdo firmado en 1959, al final del periodo colonial en África, que regula el uso de las aguas. Este pacto con Sudán le reserva el 75% del caudal, pero no contaba con las aspiraciones de los territorios río arriba y que, en los años siguientes, se convertirían en repúblicas independientes.

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La necesidad de un reparto que pudiera satisfacer a todos los países ribereños impulsó la Iniciativa para la Cuenca del Nilo, asociación de los Estados implicados, en 1999. El presidente Hosni Mubarak anunció su marcha tan sólo un año después ante los intentos de cambiar el status quo. Además de los implicados en el conflicto, Sudán del Sur, Ruanda, Burundi, la República Democrática del Congo, Uganda y Tanzania, se nutren del Nilo Blanco, el brazo más occidental y que nace en el río Kagera. En 2010, varios de los socios, incluida Etiopía, formaron una Comisión para aumentar su cuota en la explotación de las aguas fluviales, y tan sólo un año después, Addis Abeba hizo pública su intención de construir el gigante.

La posición de El Cairo no ha variado a lo largo de esta década, pero la Primavera Árabe provocó diversos cambios de régimen en el país hasta que el Ejército, poder de facto apoyado en un gran aparato económico, dio un giro de 360º y retomó el control. La convulsa política interna de Sudán tampoco propiciaba una postura firme. A lo largo de los últimos diez años ha sufrido la pérdida de sus provincias meridionales, hoy convertidas en Sudán del Sur, y combatido rebeliones en varias provincias mientras padecía la hostilidad de Occidente. La reciente caída del dictador Omar al-Bashir ha dado lugar a un periodo de transición de incierto resultado. Mientras sus vecinos sufrían todo tipo de contrariedades, la antaño famélica Etiopía se convertía en una potencia regional e iniciaba la construcción del embalse sin contratiempos de calado.

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La desestabilización ha sido, posiblemente, el instrumento utilizado, sin éxito, para obstaculizar el desarrollo de la infraestructura. En paralelo a las negociaciones, se achaca al gobierno egipcio su apoyo a las milicias étnicas que luchan contra el gobierno de Addis Abeba y, cuando la presa ya culminaba sus obras, el gobierno de Abdelfatah El Sisi sopesó incluso la voladura del embalse, al considerar que se trataba de una amenaza a su seguridad nacional. El pasado mes de octubre, el ex presidente Donald Trump manifestó expresamente esa posibilidad como una de las bazas egipcias, lo que provocó que el primer ministro abisinio Aby Ahmed declarara el cielo sobre la presa como zona de exclusión aérea.

La primera turbina comenzará a girar a mediados de este año. La estrategia etíope de iniciar la puesta a punto sin contar con apoyos internacionales ha asfixiado a Sudán y Egipto, víctimas de una espada de Damocles a la que deben responder con prontitud. La delegación etíope cuenta con el factor tiempo y el argumento de una necesaria regulación de las crecidas. Cuando se hizo público el proyecto, el gobierno de Jartum se mostró partidario de la central como una herramienta para hacerse con energía barata e impedir las devastadoras inundaciones estacionales. Pero Sudán cuenta con sus propios problemas. El nuevo régimen debe proteger parece haber reparado en los efectos sobre sus propios proyectos hidroeléctricos, estratégicos tras haber perdido el 75% de sus fuentes de petróleo.

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Años para el llenado

La duración del periodo para llenar la presa es una de las cuestiones esenciales. Las últimas informaciones apuntan el acuerdo sobre un cronograma para el llenado del embalse y que debería estar firmado a finales de este mes. Antes de llegar a Washington, Etiopía pretendía una transición relativamente rápida, estimada entre cinco y siete años, y Egipto quería extenderlo durante veinte años. La regulación del flujo durante las etapas de sequía, otra demanda crucial, también parece bien encaminada.

Pero las incertidumbres siguen sobre la mesa. No existen estudios fiables y precisos sobre el impacto social y medioambiental de la GERD, y la variabilidad de precipitaciones generada por el fenómeno del cambio climático introduce nuevas incógnitas. Etiopía podría convertirse en el árbitro del agua en los periodos de sequía más agudas, cada vez más frecuentes. A lo largo de los próximos años, el contexto también será mucho más complejo, prácticamente explosivo. El país pasará de los 109 millones de habitantes actuales a los 133 a finales de la presente década y Egipto superará los 150 millones. La demanda de energía aumentará más de un 50% en un breve plazo por el incremento del consumo humano e industrial.

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Etiopía podría convertirse en el nuevo árbitro del agua en los períodos de sequía más agudos

recursos

La promesa de que el embalse sólo proporcionará energía se halla también en tela de juicio. El gobierno etíope ha ofrecido tres millones de hectáreas para cultivos de cereales y firmado decenas de contratos de arrendamiento de tierras con empresas del Golfo Pérsico y Extremo Oriente. Las presiones de la agricultura comercial, necesitada de grandes recursos hídricos, pueden alterar el primer objetivo. Nadie duda de que ese propósito constituiría un 'casus belli' y que, en ese hipotético caso, el Cuerno de África se ahogaría en esas aguas tan turbulentas.

Corrupción y geopolítica en el Cuerno de África

La presa del Renacimiento es mucho más que un esfuerzo económico. La iniciativa también posee su vertiente política en una Etiopía que a mediados de los 70 ya intentó la construcción de presas en torno al lago Tana, allí donde nace el Nilo Azul. Pero, entonces, la oposición egipcia, sustentada en amenazas militares en el Mar Rojo, impidió su realización.

En esat ocasión el gobierno de Addis Abeba buscó recursos propios para evitar la presión de El Cairo sobre sus hipotéticos socios. El país ha invertido más de 5.000 millones de euros en la presa, algunos detraídos de los sueldos de los funcionarios y otros generados por la venta de bonos en el interior del país y a través de la diáspora. Los sobrecostes y la corrupción han empañado este reto soberanista. Hay medio centenar de detenidos por prácticas delictivas alrededor del embalse.

La geopolítica también está presente en este megaproyecto. China, omnipresente en África subsahariana, ha proporcionado unos 1.500 millones de euros para la dotación e material eléctrico y los países del Golfo, convertidos en los mejores amigos de Etiopía, también han contribuido.

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