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javi julio
A bordo del 'Aita Mari'
Sábado, 23 de noviembre 2019, 08:45
Ismail y los otros 77 migrantes rescatados por el 'Aita Mari' llevan marcado el paso por Libia en su piel. Algunos en forma de golpes, ... otros en miradas al vacío. «Claro que sé que podía morir ahogado en el mar, pero es mejor intentar llegar a Europa que quedarme más tiempo en Libia. quello es un infierno. Y soy de Somalia, sé de lo que hablo», afirma Ismail. Su viaje comenzó en 2016, junto a un vecino que perdió a su familia por el terrorismo. Detrás dejaba a su mujer y sus cuatro hijos. Sorprende una historia así cuando el protagonista tan solo tiene 25 años, y los últimos cuatro los ha empleado en este viaje: primero Kenia, después Uganda, más tarde Sudán del Sur, luego Sudán y, finalmente Libia, donde ha pasado los últimos 15 meses.
Su historia es una de las 78 vidas de supervivientes que viajan a bordo del barco de la ONG guipuzcoana Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), entre los que hay seis mujeres y nueve niños. Anoche, la embarcación seguía esperando un puerto para poder desembarcar a los rescatados, la primera misión del antiguo pesquero desde que zarpó a mediados de octubre de Pasaia, después de sortear infinidad de trabas administrativas en tierra. La ONG solicitó un puerto seguro al que trasladar a los migrantes, y esperan instrucciones de los dos países europeos más próximos, Italia y Malta.
Ismail es propietario de un pequeño comercio en Mogadiscio, la capital de Somalia. Harto de que los milicianos de Al Shabab -la filial de Al Qaeda en la zona-, le robaran, además de torturarle y amenazarle con matarle, decidió marcharse. «Me gustaría ir a España. Me gusta mucho el Barça. ¿Cómo es el tiempo allí? ¿Hace mucho frío?», pregunta curioso. Estudió la carrera de Administración de Empresas en su país, y cree que será posible encontrar trabajo en España. Junto a él, Mohamed, su compañero de viaje, responde: «Para mí América es mejor».
Otro rescatado, Emeka, todavía recuerda bastante bien el castellano. Durante diez años, después de cruzar la valla de Melilla, este nigeriano estuvo trabajando en Mallorca. A la vuelta de visita a casa, cayó enfermo y se le caducaron los papeles. No pudo volver. Ahora ha cruzado en bote junto a su prometida. «Los traficantes nos dijeron que miráramos a la Luna y fuéramos en esa dirección», afirma. Sin brújula, seguir esa dirección ha sido el única guía para cruzar el Mediterráneo. Pero tras 22 horas de viaje, el motor del bote se estropeó. A la deriva, en medio de la oscuridad y mientras se movían por las olas, la gente solo rezaba. «Musulmanes, cristianos... Solo rezábamos». Aún recuerda los gritos cuando vio aparecer al 'Aita Mari' en el horizonte, mientras aplaudían, reían y lloraban.
Aunque afirma tener 36 años, por las arrugas de su cara parece mucho más mayor. «Para llegar a Trípoli nos montamos en una 'pick up' en Sabha. Es una ciudad muy peligrosa, te disparan, te roban... no tienen corazón». Una vez que los traficantes los suben a los coches, el chófer no para, y a veces la gente se cae por el camino y se queda allí. «Con nosotros, tres personas se cayeron del camión, pero el conductor no paró». A su lado, su prometida, con quien quiere casarse en España, solo llora cuando Emeka comienza a recordar su parte en Libia. Violada varias veces por uno, dos y hasta tres hombres. «Pero ahora estamos aquí, en el barco».
Mohamed Shaw se asustó cuando vio la patrullera de los guardacostas libios en el horizonte tras el rescate. «Libia es un infierno para nosotros. Allí persiguen a los negros». Este chico de Sierra Leona de 22 años también siguió la misma ruta que Emeka. Y durante su viaje, también se cayó gente del coche. Apoyado en una de las bandas del barco, recuerda cómo la policía Libia le robó y después le encarceló. «En Libia nos odian». Mientras, Marco, el capitán del 'Aita Mari', busca a alguien que hable bien inglés para que comunique al resto que ya no van a volver a Libia, y que están esperando puerto para ir a Malta o Italia. Ismail se ofrece y comienza a hablar con los demás.
Mientras los rescatados recuperan fuerzas y sueñan con pisar suelo europeo, la actividad del barco no cesa. Ayer por la mañana, recibieron un nuevo aviso de que podía haber una embarcación en peligro en alta mar. Era la tercera señal de alarma en 24 horas. El antiguo atunero puso rumbo a las coordenadas proporcionadas, pero finalmente decidió suspender el rescate al comprobar que se hacían cargo las autoridades libias, a las que ofrecieron colaboración, «pero fue rechazada». «Finalmente, para mantener la seguridad a bordo, hemos decidido suspender la navegación hacia la nave en peligro. En el pasado se han producido incidentes con los guardacostas libios que han derivado en riesgo también para los náfragos».
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