SARAI BAUSÁN GARCÍA
Miércoles, 14 de marzo 2018, 09:59
Ana Julia Quezada era una más en cada uno de los actos públicos que se han llevado a cabo para pedir que Gabriel volviese a casa sano y salvo a su hogar. Compungida y lagrimosa, la mujer no dudaba en pedir que quien tuviese ... a «su niño» lo soltase porque «nadie le puede hacer daño. Gabriel es un angelito. Está bien y nos lo van a devolver». Pero esa imagen de madrastra dolida no duraría mucho. El pasado domingo, el cadáver del pequeño 'Pescaíto' era encontrado en el maletero de su coche envuelto en mantas cuando intentaba trasladarlo.
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En ese momento en el que toda España se tiñó de negro y la esperanza se esfumó de la manera más brusca, la pregunta de qué pudo pasar por la mente de Quezada se extendió como la pólvora. Tal y como los propios expertos en psicología forense comentan, es tarea imposible hacer un perfil psicológico de la detenida sin estar en contacto directo con ella ni conocer en profundidad todos los detalles de su vida, actividad que presumiblemente estarán realizando los psicólogos forenses del Instituto de Medicina Legal de Almería. Sin embargo, sí que se puede hablar de forma teórica de cómo funciona la mente de una persona sin identidad concreta que, como presuntamente habría hecho Ana Julia, podría haber asesinado al hijo de su pareja y ocultado su cadáver y, tras esto, logró pasar desapercibida ante los demás mediante sus numerosas -e, incluso, excesivas- muestras de cariño al pequeño.
En ese caso, tanto Encarna Gómez, psicóloga forense del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses y parte del cuerpo de la Asociación para la Ciencia Psicológica, como José María Palomares Rodríguez, coordinador de la Unidad de Psicología Jurídica y Forense de la Universidad de Granada, están de acuerdo: en este caso supuesto, sin señalar en ningún momento a nadie en concreto, sí que se podría hablar de alguien con rasgos psicopáticos.
«Cuando se habla de psicópatas o personas con rasgos psicopáticos, hablamos de gente que tiene un comportamiento antisocial y que cuenta con una gran falta de empatía, que no son capaces de ponerse en la piel de otro y de tener compasión», señala Encarna Gómez. A pesar de lo que pueda parecer por esta definición, no se trata de personas frías, sino que son capaces de demostrar afecto a su alrededor con total naturalidad, pero siempre «de forma superficial». «Pueden hacer parece que sí sienten, pero siempre lo harán para conseguir un fin, sea el que sea, no porque lo sientan en realidad», añade.
En ellos no se suele encontrar falta de inteligencia, para nada, son plenamente conscientes de lo que sucede a su alrededor y de sus actos, pero la falta de sentimientos hacia los demás y su intención prioritaria de conseguir sus objetivos sin importar las consecuencias hacen que vean el mundo diferente, bajo su propio prisma. Todo esto provoca una falta absoluta de remordimientos, lo que se muestra como «un problema de comportamiento» pues es este sentimiento el que sirve de freno a la ciudadanía corriente de los malos actos por miedo a las consecuencias.
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¿Es posible intuir que detrás de esa persona que tenemos al lado se puede encontrar un psicópata? Desgraciadamente, es muy difícil. No solo su comportamiento cotidiano es normal, sino que la alta capacidad de persuasión y seducción que poseen hacen que su alrededor confíe plenamente en ellos. «Es como si llevaran una capa ante el mundo, son todo falsedad. Con ellos, es imposible ver lo que hay debajo», comenta José María Palomares. Pero, tal y como afirma, sí hay un rasgo que les delata: ese irrefrenable afán por lograr su objetivos cueste lo que cueste y pese a lo que pueda suponer para su alrededor.
Durante estos días, Ana Julia ha sido sometida a un escueto e intenso interrogatorio para conseguir sacarle toda la verdad sobre el fallecimiento del menor de ocho años. Sobre la forma en la que le puede afectar la presión y el miedo propio de verse en una situación así, los psicólogos vuelven a repetir que no es posible saberlo, pero, si se la pudiese englobar dentro del abanico de personas psicopáticas, cosa que no se sabe por el momento, tendría una gran resistencia a la presión y tolerancia al estrés. «En la situaciones en las que otros se vienen bajo por la presión y el miedo, los psicópatas suelen tener una gran resistencia», indica Encarnación.
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El origen de estas conductas no está claro del todo pero, según Gómez y Palomares, habría un carácter inherente a la propia persona desde su nacimiento que sería incentivado o cortado sobre todo durante la infancia a través de las vivencias propias. «Si algo diferencia al ser humano de los animales es aprender por encima el instintivo. La biología tiene peso en estos casos, pero cómo se procesa da más importancia a cómo se actúa que las tendencias de nacimiento. Pero tenemos que decir que también hay casos en los que pasar por estas situaciones hace más sensibles a las personas hacia el sufrimiento ajeno, por lo que que cada caso es diferente», afirma Gómez.
Los estudios con los que se cuenta en la actualidad no son demasiado esperanzadores en cuanto a la capacidad de estas personas de reformarse, pues su nivel de reincidencia es alto, tal y como señalan los expertos. Además,en los casos en los que este cambio de actuación se produce, «nos tenemos que preguntar cuánto de su cambio es real y cuánto una pose para seguir en la búsqueda de sus beneficios».
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«Ver reacciones como las de Ana cuando estaba en las búsquedas del niño con todo lo que había pasado es estremecedor, pero también hemos podido ver en este caso una conducta extraordinaria: la de esa madre que, a pesar del dolor, ha actuado de forma envidiable y sabia, intentando minimizar la rabia. Eso sí que es algo único», sentencia Gómez. Un aspecto con el que nadie puede estar en desacuerdo. Patricia, la madre de Gabriel, nos ha dado una lección a todos.
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