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Javier Guillenea
Martes, 29 de octubre 2019, 00:55
Abrieron un agujero en una pared, entraron y se liaron a tiros contra todo lo que se movía hasta que, al verse acorralado en un túnel, el líder del Estado Islámico, Al-Baghdadi, detonó el cinturón explosivo que portaba encima. Todo en dos horas. Al ... terrorista más buscado en el mundo le acababan de caer encima entre 50 y 70 soldados de la fuerza Delta y los Rangers del Ejército de Estados Unidos, dos cuerpos de las fuerzas especiales cuyos integrantes saben matar como nadie y en cualquier parte. Es lo que les han enseñado.
«Fue algo increíble de ver, como si estuvieras viendo una película», comentó Donald Trump horas después de que finalizara la arriesgada operación. El presidente, que siguió desde la Casa Blanca la caza de Al-Baghdadi, había sido testigo de las evoluciones de un grupo de militares especializados en acudir a las misiones más complejas y con más altas posibilidades de fracaso. Fueron hombres los que entraron en el refugio de Al-Baghdadi en Barisha, pero no lo parecían. Los soldados de la fuerza Delta y los Rangers son una especie de máquinas, lo que queda de unos seres que se han visto sometidos a un brutal entrenamiento que ha moldeado tanto su cuerpo como sus mentes.
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Pese a que es una fuerza secreta, de los Delta se ha hablado mucho –incluso Chuck Norris hizo dos películas sobre ellos–, aunque se sabe muy poco. El Gobierno de EE UU nunca ha reconocido oficialmente la existencia de un cuerpo del que se rumorea que ha tenido varios nombres: Fuerza Delta, primer destacamento operativo de las Fuerzas Especiales-Delta, Grupo de Aplicaciones de Combate (CAG) o Elemento Compartido del Ejército (ACE). Para evitar complicaciones, sus miembros prefieren llamarle 'La unidad'.
Nació en 1977 de la mano del coronel Charles Beckwith, un militar aún más correoso que Chuck Norris que había servido en la década de 1960 como oficial de intercambio en las SAS, las fuerzas especialesbritánicas. De su experiencia en la lucha contra la guerrilla comunista en Malasia y, posteriormente, como boina verde en Vietnam, Beckwith sacó la idea de crear una unidad de acción directa más allá de la élite y con la fortaleza mental y física para operar de forma independiente. Además, insistió en que el grupo solo debía estar compuesto por oficiales experimentados y suboficiales fogueados en el campo de batalla.
Se trataba de reclutar a lo mejor da cada casa para convertirlos en máquinas perfectas, en los peores enemigos del enemigo. Ellos serían los encargados de luchar contra el terrorismo, lo que incluye el rescate de rehenes, eliminar personas, recopilar información, proteger a altos mandos y ese apartado tan amplio y ambiguo que se conoce como guerra no convencional.
Delta Force realiza durante varios meses al año campañas de reclutamiento en todo el país que culminan en dos procesos de selección, uno en la primavera y otro en el otoño. Los candidatos proceden en su mayor parte de los Rangers y los Boinas Verdes, a los que se les supone muy curtidos en la dura vida de las fuerzas especiales. En realidad desconocen lo que les espera porque los detalles del entrenamiento y la organización del cuerpo son secretos. Lo que se sabe es lo que han contado antiguos miembros de 'La unidad'. Y fácil no debe de ser, porque el 90% de los aspirantes no soporta unas pruebas que duran seis meses y están pensadas para forjar soldados perfectos.
Ante todo, los reclutas deben llegar de casa con algunas lecciones aprendidas, entre ellas la de contar con una puntería excepcional. Se dice que deben mostrar una precisión del cien por cien en disparos desde 730 metros y del 90% a una distancia de 915 metros. Y no solo eso, cuando han demostrado de lo que son capaces, se les lleva a una zona de tiro donde practican hasta el aburrimiento la eliminación de enemigos en condiciones crecientes de intensidad y en escenarios realistas que van desde grandes edificios hasta aviones y buques de guerra. Como tienen que ser buenos francotiradores, una de las habilidades que se les enseña es la de disparar entre latido y latido del corazón para obtener la máxima precisión del tiro.
En el aspecto físico, a los aspirantes se les machaca con abdominales, flexiones, pruebas de natación, carreras y caminatas con mochilas cargadas, todo ello mientras sus instructores tratan de hacerles la vida imposible. Tienen que ser capaces de leer mapas en situaciones de privación severa del sueño y convertir objetos cotidianos en armas letales, además de saber construir bombas y dispositivos incendiarios con materiales comunes. También se les instruye para conducir vehículos en condiciones extremas y abrir cualquier tipo de cerradura.
Cuentan con psicólogos, eso sí, pero no para hacerles más llevadera la tortura. Los reclutas deberán hacer frente a un aluvión de preguntas destinadas a confundirles y agotarles mentalmente. Algunas de las cuestiones, todas ellas pensadas para que el aspirante a soldado de élite caiga en contradicciones, son del tipo de qué haría si en una misión se encontrara con dos niñas dentro de un edificio que debe demoler. La respuesta correcta no ha trascendido.
Lo peor, según confiesan quienes lo han vivido, es lo de los paseos. En las primeras fases del entrenamiento a los candidatos se les ordena realizar largas caminatas con una mochila a la que se le va añadiendo peso a lo largo de los días. Al principio son recorridos nocturnos de 18 millas (29 kilómetros) con 35 libras (unos 16 kilos) sobre las espaldas, nada para unos hombretones acostumbrados a sufrir por las patria, pero poco a poco la situación se va complicando.
La última prueba física, cuando los reclutas están convenientemente destrozados, es la de recorrer de noche 64 kilómetros por un terreno irregular y veinte kilos al hombro. El aspirante desconoce cuánto tiempo tiene para superar el reto, solo sabe que tiene que ir a un primer punto de encuentro donde le darán otras coordenadas a las que acudir. Sin más referencias, pasará toda la noche caminando de un lado para otro, preguntándose cuándo le dirán que ya ha llegado. Todo está pensado para quebrantar voluntades.
«Una de las razones de toda esta dureza es identificar a las personas que no deberían estar allí porque podrían venirse abajo con la tensión de un combate», explica Bruno Navarro, sargento primero en la excedencia de la Bandera de operaciones especiales de La Legión, un cuerpo de élite que tiene fama de ser incluso más duro que los Delta Force. «Los entrenamientos son muy similares en todas partes pero en España duran diez meses. Son los más largos del mundo occidental y se hacen insufribles y mentalmente muy cuesta arriba».
Bruno Navarro recalca que el nivel de preparación de las fuerzas especiales españolas «no tiene nada que envidiar a nadie». Lo sabe él, que ha participado en algunas misiones arriesgadas en Líbano y Afganistán y donde ha tenido ocasión de poner en práctica lo aprendido. «En zonas hostiles no hay mucho tiempo para plantearse las cosas pero sí que hay momentos de nervios en los que te planteas lo que puede ocurrir», reconoce el veterano gerrillero. «Sobre todo –añade– cuando ves que somos menos fuertes que lo que el enemigo puede desplegar. Ahí se vive una sensacion de soledad,te das cuenta de que dependes del azar, de tus compañeros y de lo que has aprendido durante los entrenamientos».
Los integrantes de Delta Force rara vez utilizan uniforme, acostumbran a operar de paisano para no llamar la atención. De ellos se ha dicho que son «soldados profesionales que odian al Ejército», lo que no se puede decir de los Rangers, las otras fuerzas especiales que participaron en la operación que culminó con la muerte del líder del Ejército Islámico.
Los Rangers tienen una historia que se remonta a la época colonial, aunque fue en el siglo XX cuando su presencia en el E jército estadounidense se volvió permanente. Es una tropa de choque rápida que puede estar en cualquier parte del mundo con tan solo un preaviso de 18 horas. Generalmente participa en incursiones conjuntas de operaciones especiales, asaltos aéreos, misiones de reconocimiento y búsqueda y rescate. Son conocidos por su habilidad para permanecer ocultos sin ser detectados. Se dice de ellos que si estás en una situación de combate y ves a un 'ranger', lo más probable es que él te haya visto antes y que para ti sea demasiado tarde.
Aunque no es tan duro como el de los Delta, su entrenamiento tiene justa fama de ser demoledor. Cuando en la Segunda Guerra Mundial se decidió reconvertir el cuerpo en una fuerza de combate epecializada, 600 candidatos de un grupo de miles de voluntarios se sometieton a un intenso periodo de instrucción dirigido por los comandos británicos. Una sexta parte de los hombres no pudieron completar las pruebas, cinco resultaron heridos y uno murió.
Los Rangers están entrenados para llegar a las zonas de ataque de cualquier manera posible. Pueden utilizar paracaídas, botes para navegar por ríos o pantanos, cuerdas para trepar por acantilados o, simplemente, caminar durante kilómetros en cualquier tipo de terreno. Para formar parte de este cuerpo hay que pasar por tres fases de instrucción. La de rastreo está diseñada para evaluar la resistencia física y mental de los soldados. En esta agotadora etapa fracasa el 50% de los aspirantes.En la segunda fase, la de montaña, se imparten nociones de montañismo militar acompañadas, por supuesto de largas caminatas. En la última fase, que se realiza en Florida, se aprende a operar en condiciones de estrés mental y físico en entornos pantanosos.
Todo esto le da ya lo mismo a Al-Baghdadi. Él pudo comprobar que tanto entrenamiento sirve para algo, pero no ha vivido para contarlo. Su última noche le cayó encima su peor pesadilla, unas máquinas de matar que siguen la máxima de Charles Beckwith, el fundador de Delta Force. Él dejó dicho que con los terroristas hay que utilizar el método de 'dos toques', es decir, que a cada uno hay que dispararle dos veces. La filosofía de esta manera de actuar es simple: «No hay que perdonar a quienes pueden volver a luchar».
El ejemplo británico. El SAS o Special Air Service británico son las fuerzas especiales mejores del mundo. Sus miembros se entrenan en las montañas y en la selva.
70.000 personas, entre militares y civiles, están integradas en alguna de las unidades de fuerzas especiales de Estados Unidos.Los soldados de estos cuerpos trabajan bajo secreto por seguridad.
80 países es el área de despliegue de las fuerzas especiales estadounidenses. Están preparadas para actuar en muy poco espacio de tiempo y en cualquier parte del mundo.
NavySeals. Son el equivalente marítimo de los Boinas Verdes del Ejército de Tierra y como ellos son expertos en el combate cuerpo a cuerpo, saltos de paracaidismo a gran altitud, demoliciones y captura de objetivos. En 2011 acabaron con Bin Laden.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los Rangers, liderados por el coronel Mucci, cruzaron la jungla en Filipinas para liberar a 500 prisioneros aliados de un campo de concentración japonés. La operación fue un éxito.
Participaron en el intento de rescate de los rehenes en Teherán (1980), en la invasión de la isla de Granada (1983) y en la de Panamá (1989), en la guerra del Golfo (1991) y en el desastre de Somalia (1993).
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