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PATRICIA RODRÍGUEZ
Lunes, 10 de febrero 2020, 08:50
«Había muchos niños, también bebés, estaban todos llorando y muy asustados. Descalzos, sin comida y apenas sin agua». El fotógrafo Pablo García, a bordo del 'Aita Mari', relataba conmocionado el agónico rescate. El buque de la ONG guipuzcoana Salvamento Marítimo Humanitario localizó y ... auxilió ayer a 93 personas en una patera a la deriva en aguas del Mediterráneo central. Entre los náufragos viajaban 37 menores, casi la mitad de ellos con menos de doce años, 40 hombres y 16 mujeres, tres de ellas embarazadas, muchos en estado de hipotermia y deshidratación tras haber pasado «muchas horas navegando en una embarcación precaria». Esta es la segunda misión humanitaria del 'Aita Mari', que el pasado noviembre rescató en aguas internacionales a 79 personas que se encontraban a la deriva.
El rescate de ayer se produjo a las 10.00 horas, cuando el 'Aita Mari' localizó una patera «en muy malas condiciones, con el motor parado y que estaba a la deriva», comenta García, uno de los 14 componentes de la tripulación entre marineros, sanitarios, rescatadores y prensa. Este fotógrafo fue testigo en primera línea del drama de los refugiados en alta mar.
Al otro lado del teléfono, García narra una tragedia que está sucediendo a diario a relativa poca distancia. «En la patera iba muchísima gente, mucha más de lo que podía aguantar la embarcación. Iban todos descalzos, no llevaban nada de comida y apenas agua, unas ocho o diez botellas de agua de 33 centilítros», por lo que muchos de ellos tuvieron que ser atendidos «por vómitos y deshidratación. Tenían todos muchísimo frío, venían agotados, los niños estaban helados y sobre todo muy asustados, no dejaban de llorar», describía García, aún impresionado, horas después del rescate. El equipo sanitario a bordo se encargó de monitorizar a las mujeres embarazadas. «He estado en zonas de guerra, pero presenciar este rescate ha sido lo más duro que he hecho», admitió este joven, también padre de un bebé de siete meses. «Solo pensar que mi hija podía ser uno de esos bebés... Las historias de estas personas son durísimas».
PABLO GARCÍA | FOTÓGRAFO
Una vez en el barco y tras proporcionarles asistencia sanitaria además de mantas, hidratación y comida, la tripulación comenzó a recolocar a los náufragos, en su mayoría de nacionalidad subsahariana, y también cameruneses, marfileños, senegaleses y nigerianos. Las mujeres y niños se cobijaron en la bodega y los hombres, un grupo de 40, se alojaron en la cubierta, divididos entre la proa y la popa. «Ahora han comido y están más tranquilos», contaba García cuando la comunicación lo hacía posible. La mar estaba en calma en ese momento y facilitó la operación de rescate aunque para hoy vuelve a empeorar, con el consiguiente «desgaste» para los náufragos. De hecho, el temporal marítimo obligó hace cinco días al 'Aita Mari' a refugiarse en un puerto de Túnez y a interrumpir su misión de rescate de migrantes, según informó la organización a través de su cuenta de Twitter.
Una vez remitió la mala mar, zarpó de nuevo para unirse a la flota solidaria que se encuentra en la zona con los barcos 'Ocean Viking', 'Alan Kurdi' y 'Open Arms', y gracias a su labor, estas personas pudieron salvarse de morir ahogados ayer, tras arriesgarse, desde la desesperación humana, a cruzar el Mediterráneo desde Libia para llegar a Europa. Precisamente el buen tiempo empujó a muchas pateras que llevaban días esperando en las costas libias a que cesara el temporal a completar su viaje en busca de una vida digna.
Por la mañana, el 'Aita Mari' recibió también un primer aviso de otro bote en peligro al este de Líbano pero no pudieron acudir al auxilio ya que se encontraban «lejos del lugar. No sabemos qué ha pasado con ellos, no les localizan», lamentaba García. Tan solo horas después del rescate de esas 93 personas, el buque recibió un nuevo aviso de otra patera en situación de emergencia, por lo que los responsables anunciaron que emprendían la búsqueda de un segundo bote para socorrer a los posibles náufragos. García apuntaba que «por desgracia tampoco podemos rescatar a muchos más, porque la embarcación tiene una cabida de unas 150 personas y ya superamos el centenar». El barco guipuzcoano espera ahora la asignación de un puerto seguro para desembarcar a los inmigrantes rescatados que se encuentran a bordo de la embarcación y alcanzar por fin su destino en tierra firme, una cuestión de «urgencia humanitaria», que esperan que no se demore en exceso -«puede tardar entre tres o cuatro días».
PABLO GARCÍA | FOTÓGRAFO
Desde el 'Aita Mari' recordaron que «los únicos puertos seguros y cercanos son los italianos y malteses. Según la propia Unión Europea, en palabras de su portavoz Mina Andreeva, «Libia no es un lugar seguro. Así, en cumplimiento con la legislación internacional, el capitán del 'Aita Mari' tiene el derecho a navegar la menor distancia posible y a los náufragos les ampara el derecho internacional de desembarcar en el puerto seguro más cercano».
Según denunciaron desde la organización SMH, el Mediterráneo sigue siendo «la peor frontera del mundo para las personas migrantes». Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en 2019 fallecieron 1.885 personas mientras intentaban cruzar el mar. Por ello, desde Salvamento Marítimo Humanitario reclaman que sean «las autoridades europeas las que se responsabilicen de mantener un dispositivo de salvamento en esta zona. No pueden seguir descargando esta responsabilidad en un estado fallido como es Libia. Ha quedado probado que este país no tiene capacidad para gestionar un cuerpo de guardacostas ni de responder con los estándares exigidos a las operaciones de rescate».
Asimismo, la oenegé apuesta por «crear pasarelas humanitarias que permitan una migración segura para las personas atrapadas en el infierno en el que se ha convertido Libia ahora mismo».
El atunero guipuzcoano reconvertido en barco de rescate para la ONG Salvamento Marítimo Humanitario había iniciado hace unos días su viaje desde Grecia hacia el Mediterráneo central, concretamente a las aguas internacionales entre Libia y Malta con el propósito de «reforzar» la flota solidaria de los barcos 'Ocean Viking', 'Alan Kurdi' y 'Open Arms', que ya han salvado la vida de 760 inmigrantes. Nuevamente la misión ha tenido un final feliz, a la espera de que se proceda a su reparto entre tierras europeas que les acojan.
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