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a. s. j.
Jueves, 29 de abril 2021, 01:33
Desde la casa de los abuelos de David Beriáin en Artajona se ve la iglesia de San Pedro. Su abuela Juanita recorría cada día los 93 metros que las separan para acudir a misa y rezar. Esos pasos inspiraron al periodista en sus recorridos por los lugares más hostiles del planeta, donde buscaba las historias que nadie quería contar. Él mismo explicó que cuando murió su abuela fundó la productora a la que llamó '93 metros', «porque no nos olvidamos nunca de que a veces la historia más grande está en el lugar más pequeño. A mi abuela le sobraron 93 metros para encontrar su verdad».
Unos asesinos impidieron que Beriáin revelara una nueva verdad al mundo a través de un documental sobre cazadores furtivos que grababa en Burkina Faso. El periodismo era su trabajo, pero también su hobby, tal y como aseguraba a sus amigos de Artajona, la pequeña localidad navarra donde nació, creció y adonde volvía siempre que su trabajo se lo permitía, «mucho menos de lo que le hubiese gustado».
A pocos pasos de la casa de Juanita está el piso en el que vivía el periodista cuando volvía a su pueblo. Ascen, vecina de su abuela, recorre parte de ese camino que tanto marcó a David, triste, como todos los artajoneses. «No podía ver sus reportajes. Una vez intenté ver uno, y buf, qué miedo». Sin embargo, a muchos vecinos les encantaba escuchar las historias de sus viajes cuando regresaba al pueblo. «Se quedaban fascinados. Lo quería todo el mundo», asegura Mari Jose Iriarte, pariente de la madre de David, Angelines. Fue ella la que le dio la fatal noticia. «Estábamos comiendo en casa, llegó a todo llorar y nos dijo que habían matado a David. Nos quedamos helados», cuenta.
Ese estado de shock es compartido en una localidad de 1.650 habitantes en la que todos conocían a David. Cerca de la casa de Juanita, en el parque del bar La Quinta, había ayer una veintena de personas. Al preguntarles por su paisano, las respuestas eran casi idénticas, de total admiración. «Le he visto nacer, soy muy amiga de su madre, que es todo corazón. No he podido hablar con ellos, pero les he dejado una rosa en el portal y ya saben que soy yo», explica una vecina. «Esto es algo que no se olvida, que se nos quedará pasa siempre». La última vez que lo vio fue en navidades, comprando regalos para sus sobrinos. «Le preguntamos: '¿No tienes miedo?'. Y él nos respondió: 'Sí, pero el miedo es libre', y te dejaba sin palabras».
Cada emisión de un programa del periodista fallecido era un acontecimiento en Artajona. El Ayuntamiento los anunciaba a través de un bando por los altavoces. «Se hace saber que esta noche se emitirá un documental de David... Y todos nos íbamos a casa a verlo», desvela otro vecino.
Como todos los niños del Valle de Ayala, Roberto Fraile –el cámara asesinado junto a Beriáin– nació en el hospital de Cruces, pero sus padres residían entonces en el barrio de Latiorro de Llodio. Su arraigo no era muy profundo en la localidad ayalesa debido a que cuando sólo tenía 7 años salió con sus progenitores a Valladolid. Su padre había encontrado trabajo en la factoría de Renault que acababa de abrir en Pucela y para la familia suponía una oportunidad volver cerca de su origen. Los padres de Roberto son oriundos de Salamanca y León, pero se conocieron y casaron en Llodio, eso sí.
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