Es una de las voces más autorizadas del Tercer Sector por su amplia experiencia profesional y, desde hace unos años, asesora a la consejera Beatriz Artolazabal. Rafa López Aróstegui no pone paños calientes. «Hay tiempo, pero el sistema tiene que cambiar radicalmente».
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- ¿Es un ... salto este cambio?
- Sí, es un salto importante. Es una transición hacia un nuevo modelo de cuidados y lo es a largo plazo. No es algo que se pueda hacer en una legislatura.
- Póngale fechas.
- Tenemos una referencia, que es el momento en que la generación del 'baby boom' alcance los 80 años. Con 85, la dependencia es muy común, pero hasta los 75 años las necesidades, por motivos de salud, están bajando. Lo que nos preocupa es cuando los del 'baby boom' necesiten centros de día, residencias, apoyo a domicilio...
- ¿Hay alguna estimación de qué llegadas tendrán que soportar entonces los servicios sociales?
- No. Estamos elaborando un plan estratégico y buscando esas estimaciones. Queremos saber qué servicios, cobertura y gastos serán necesarios entonces. Estamos haciendo proyecciones con el horizonte de la legislatura, 2024, pero también tenemos cálculos a 2030. Entre ese año y 2040 es cuando las personas del 'baby boom', yo incluido, vamos a tener más necesidades de cuidados. Hay tiempo, pero el sistema tiene que cambiar radicalmente.
- Porque no se podría sostener.
- Actualmente, el sistema vasco de servicios sociales tiene más de mil millones de euros de gasto. De ellos, 300 millones corresponden centros residenciales. Y vamos a necesitar más plazas en ese momento. Hay que reforzarlos, acercarlos al concepto de hogar, algunos sanitarizarlos para dependencia severa... Pero, al mismo tiempo, tenemos que dar un impulso muy grande a la atención en la comunidad. Hay que invertir la pirámide de atención. No puede ser que el 30% del gasto total sea para centros ni que el 80% del gasto sea de la Diputación. Todos tendremos que poner más, pero el gasto municipal hay que reforzarlo para mejorar la atención primaria. Hay que darles la financiación necesaria. Es la manera de medir la dependencia y dar una atención cada vez más precoz. Si la proporción de gasto foral y en centros residenciales no varía en unos años, el sistema implosionaría. Es decir, se derrumban hacia dentro las paredes por la presión externa. Por dos motivos: el envejecimiento y la crisis del modelo tradicional de cuidados.
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- Para evitar eso, una de las claves es alargar la permanencia de los mayores en casa.
- Eso es coherente con el espíritu de la ley, con el deseo mayoritario expresado por las personas mayores y con un enfoque preventivo. La atención residencial no puede ser la parte más importante de la pirámide, sino la comunidad y el domicilio. Hay que ir a una organización social de los cuidados en red, reforzando lo público. Sin perder nada.
- El sector dice que la dependencia alta es imposible en casa.
- Es cierto. Por eso tenemos que responder a los que no tienen ese perfil para evitar que ejerzan todavía más presión sobre el sistema. Hay margen, pero hay que actuar.
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