Pablo Ibar en la sala de la vista, durante el juicio.
Acusado de asesinato en EE UU

Pablo Ibar salva su primera semana de juicio sin que ningún testigo le incrimine

La defensa denuncia la estrategia de la Fiscalía de dilatar el proceso citando a personas que no aportan pruebas de interés para la causa

JAVIER PEÑALBA

Domingo, 2 de diciembre 2018, 16:50

Pablo Ibar ha vivido su primera semana de juicio. Después de no pocos aplazamientos, el recluso por fin ha visto desfilar ante sí a los primeros testigos de un proceso en el que se juega nada menos que la vida. Los primeros testimonios ... apenas han servido para que los miembros del jurado tomen un inicial contacto con lo sucedido el día de autos. De momento, ninguno de los que han declarado le incrimina en los asesinatos de Sharon Anderson y Marie Rogers, ambas de 25 años, y Casimir Sucharski, propietario de un local de alterne, conocido como 'Buth Casey'. Los tres murieron tiroteados en junio de 1994 en el domicilio de este último, cerca de Miami. Los autores huyeron en el vehículo de Sucharski al extrarradio de la capital. Allí, rociaron el coche de gasolina antes de prenderle fuego. Los asesinatos quedaron grabados en una cámara de videovigilancia dispuesta en el salón de su casa.

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Pablo fue detenido casi un mes más tarde, después de que junto a otra persona acudieran a casa de unos traficantes colombianos con quienes mantuvo una acalorada discusión. Una vez en la comisaría, los investigadores le relacionaron con los asesinatos ante el parecido que le encontraron con una de las personas que aparecía en el vídeo obtenido en la casa del promotor. Cuatro semanas después, Pablo, junto a un conocido suyo, Seth Peñalver, hoy absuelto de todo delito, fue imputado formalmente de los asesinatos.

En las cuatro sesiones del juicio hasta ahora celebradas, la acusación ha llevado al estrado principalmente a policías y funcionarios que trabajaron a las órdenes de Chuck Morton, el fiscal que ejerció el peso de la acusación, artífice de que Pablo fuera declarado culpable de los crímenes. Sin embargo, ninguno de quienes hasta ahora han declarado han aportado prueba alguna de que los asesinatos los cometiera Ibar.

Los agentes Fernando Navarro, alguacil en Palm Beach, donde apareció quemado el coche de Sucharski; el expolicía Staling, que procesó el lugar donde se calcinó el vehículo; o el agente Bruffey, encargado de dar con posibles huellas han podido incriminar al acusado. Tampoco pudo hacerlo Peter Bednarz, antiguo director de Casey's Nicklodeon, el night club propiedad de Casimir Sucharski. Testificó que fue él quien instaló las cámaras de videovigilancia en el domicilio y proporcionó información sobre conflictos que la víctima había mantenido con varias personas, como por ejemplo con Krystal Fisher, otra empleada del night club.

Por tanto, una semana después del comienzo de la vista, las cosas están igual que antes. Fuentes próximas a la defensa sostienen que esta sucesión de testigos que apenas aportan pruebas acusatorias, solo tienen por objeto dilatar de «forma innecesaria» el proceso. A estas alturas, con un caso que lleva veinticuatro años recorridos, acusación y defensa saben que el debate se circunscribe a tres elementos: la declaración de un testigo llamado Gary Foy, que dijo haber visto a Pablo Ibar en el asiento del copiloto de Sucharski el día de los hechos; el vídeo que recoge el momento de los asesinatos; y, por último, una prueba aportada por la Fiscalía relativa a un rastro del ADN. Estos serán los factores que harán que la balanza se incline a uno u otro lado.

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El valor del vídeo

Especialmente relevante resultará la valoración que el jurado puede hacer de las imágenes grabadas por la cámara de seguridad instalada en casa de Sucharski que, además de captar en momento en el que se cometieron los crímenes, registra también cómo uno de los autores se descubre el rostro ante el objetivo. La acusación sostiene que se trata de Pablo Ibar, aunque la defensa lo niega y para sustentar esta afirmación llamará próximamente al experto Raymond Evans, fundador de las empresas Foreign Image Analysis Group y Forensic Image Scientific Working Group, que estudió las características morfológicas de Pablo con la persona que aparece en el vídeo.

Evans afirmó que dada la mala calidad y la escasez de pruebas de vídeo e imágenes fijas y las diferencias entre Ibar y la persona que cometió el delito, «simplemente» no es posible llegar a la conclusión de que el perpetrador y Pablo Ibar son la misma persona». Y la Fiscalía sabe que es así. Prueba de ello es que en la sesión del pasado viernes, el juez permitió a la acusación, pese a la vehemente protesta de la defensa, mostrar una versión mejorada del vídeo sin que estuviera presente el perito del FBI que realizó dichas mejoras, lo que se privó a los abogados de Pablo de la posibilidad de cuestionar sobre la metodología que se había utilizado.

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Un ADN por sorpresa

El tercer pilar sobre el que la Fiscalía asienta su defensa constituyó una auténtica sorpresa para la defensa. Después de dos décadas y tres juicios sin que absolutamente nadie aportara una sola prueba de ADN, en 2016 la acusación dijo haber hallado una partícula con un rastro genético de Pablo en la camiseta que el autor de los disparos abandonó en el escenario.

La defensa ha restado valor a la misma al considerar que la muestra no sería admitida por ningún tribunal como una prueba concluyente. La prenda solo ha dado positivo en cinco 'locis', un valor genético que en circunstancias normales llevaría a cualquier juez a rechazarlo como prueba determinante. El 'loci' es una localización específica de un gen o una secuencia de ADN en un cromosoma.

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Los expertos consultados por la defensa señalan que en casos de identificación genética, los tribunales y cuerpos policiales, de acuerdo a las consideraciones de la comunidad científica, exigen una concordancia de entre 13 y 15 'locis' para considerar que la porción examinada se corresponde, sin posibilidad de error, con la de la persona a la que pertenece la muestra. Por debajo de este umbral, las posibilidades de que haya varios individuos que compartan el mismo perfil son más elevadas, de forma que no existiría la certeza de que pertenecieran a un único individuo, por lo que no llegaría a adquirir el rango de prueba definitiva.

La defensa considera que, al tratarse de una mancha tan minúscula, todo induce a pensar que se produjo una contaminación en el laboratorio. De cualquier manera, sostiene que no parece precisamente razonable pensar que la camiseta, que según la Policía, vestía Ibar en el momento de los hechos solo contenga una muestra tan pequeña. Creen que tendría que estar plagada. Dicha prenda esta plagada de ADN de cinco personas: tres pertenecen a la víctima y las dos restantes a dos varones de sexo masculino. Todos los análisis realizados con anterioridad a lo largo de estos años habían arrojado resultados negativos en cuanto a ADN de Pablo Ibar. No obstante, la Fiscalía tiene previsto jugar fuerte esta baza y ha anunciado que llevará al juicio a media docena de expertos con el objetivo de ratificar su tesis.

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