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JAVIER PEÑALBA
Lunes, 21 de enero 2019, 00:31
Pablo Ibar pasó la primera noche en un módulo especial antisuicidios. No porque el preso de origen vasco, que el sábado conoció el veredicto que le declaraba culpable de asesinar al dueño de un club de alterne y a dos modelos en 1994, ... albergase la mínima sospecha de atentar contra su persona. Más bien se trata de una medida de carácter meramente preventivo que la administración penitenciaria de Estados Unidos aplica de manera casi sistemática en aquellos casos de pena grave y, lógicamente, este es uno de ellos.
El mismo sábado, tras la lectura del fallo, Pablo fue trasladado de nuevo a la prisión de Broward County de Florida, desde donde pudo mantener una breve conversación telefónica con su padre Cándido, cuyo contenido no ha trascendido. También Tanya pudo hablar con él. Fue ayer por espacio de unos minutos. «Fue una conversación en la que Pablo le dijo que no entendía cómo el jurado podía haber llegado a aquel veredicto con todas las pruebas que habíamos podido aportar», relató ayer Mimi, la hermana mayor de Tanya, aún profundamente afectada por la decisión judicial. «No solo Pablo no entiende lo que ha pasado, nosotros tampoco».
Pablo fue, de entre todos los miembros de su familia, quien aparentemente mejor pareció encajar el veredicto. Mientras sus familiares echaban la vista al suelo y varios de ellos rompían a llorar, el sobrino de Urtain se mantuvo tan entero como pudo. Con la mirada profunda y los músculos de la cara tensos, aguantó sin venirse abajo emocionalmente, que era lo que el cuerpo seguramente le pediría.
El resto de la familia sigue todavía sin poder asimilar el mazazo. Cándido apenas halla consuelo. Está roto. Solo descuelga el teléfono para atender algunas llamadas de su familia. El buzón del celular que utiliza lo tiene lleno y ya no admite mensajes de voz. Allegados suyos que en estas últimas horas han podido hablar con él le han visto desolado. A una sobrina suya que reside en Euskadi le ha manifestado que «se quería morir; que tenía ya 75 años y que su máxima ilusión era ver a Pablo en libertad, y que ya no iba a poder cumplir ese sueño», explicó ayer Pilar Pereda, prima también de Pablo. «Estamos todos destrozados, pero me preocupa ver cómo está mi tío. No he podido hablar con él pero otra prima sí lo ha hecho y es la que me ha contado lo que acabo de decir. Le encontró desolado», afirma Pilare. «Tampoco he conversado con Tanya, ni con su hermana Mimi. No lo quiero hacer aún porque no vamos a poder hablar, solo llorar. Voy a esperar a que pasen unos días», añade.
Pilar Pereda desvela la ola de solidaridad que han recibido los familiares tras conocer el fallo. «Como mi número de teléfono está en la web de la Asociación contra la Pena de Muerte Pablo Ibar me han mandado infinidad de whastapps. Jamás había recibido tantos. Y todos los mensajes provenían de personas que nos apoyaban y mostraban su cariño y solidaridad a la vez que nos animaban a continuar. Desde que se conoció el fallo, la cuenta bancaria para hacer frente al coste del proceso ha registrado numerosos donativos. La respuesta de la sociedad hacia nosotros está siendo excepcional».
En este sentido, la Asociación recauda fondos para hacer frente al presupuesto de 1.300.000 dólares de la defensa. Este presupuesto cubre los honorarios de los cuatro abogados especializados que han trabajado en las distintas áreas del juicio. Hasta hace unos días se había recaudado y pagado el 84,1% del presupuesto, pero la asociación necesita de más ayuda para conseguir el 15,9% restante.
Pablo deberá permanecer en el centro penitenciario de Broward hasta el próximo 25 de febrero. Ese día será conducido de nuevo a la sala número 6900 del juez Dennis Bailey. Allí, el mismo jurado que ahora le ha declarado culpable debe decidir si le impone la pena de muerte que solicita la Fiscalía de Florida, o la cadena perpetua, petición que la defensa de Pablo formulará el próximo 4 de febrero. Para este caso, los miembros del jurado, al igual que ha sucedido estos últimos días, quedarán aislados y solo podrán regresar a sus domicilios cuando hayan alcanzado una opinión unánime.
La defensa se pondrá en breve a trabajar en el posible recurso que interpondrá a la última decisión. No obstante, antes de hacerlo, ha de conocer si el jurado condena a Pablo a permanecer de por vida en la cárcel o a la inyección letal. De prosperar la pena de muerte, la apelación deberá ser interpuesta ante el Tribunal Supremo de Florida. Si, por el contrario es condenado a cadena perpetua, deberán apelar ante Tribunal del Circuito correspondiente de Florida. Fuentes jurídicas sostienen que esta vista no tendría lugar antes de cinco años.
Todo induce a pesar que serán Benjamin Waxman y Joe Nascimiento los que continúen con la defensa. Ninguno como ellos conoce los entresijos de este proceso y aunque en esta ocasión el resultado no ha sido el esperado y mucho menos el deseado, son los mejor situados para intentarlo de nuevo en una instancia superior. La familia confía plenamente en ellos. No es de extrañar, por lo tanto, que Tanya, la mujer de Pablo, y el resto de familiares fuesen a buscarles nada más terminar la vista para agradecerles el gran trabajo que habían realizado. Waxman no podía contener la emoción. Tampoco la esposa del letrado, que rompió a llorar dentro de la sala, nada más escuchar el veredicto, y más tarde en los pasillos.
Especialmente ensalzada ha sido la labor realizada por Nascimiento, un joven letrado que ha llegado a sacar los colores a verdaderos expertos en ADN propuestos por la Fiscalía durante los interrogatorios a los que les sometió. Todos coinciden en señalar que en el supuesto de haber ganado, este caso le habría encumbrado como uno de los mejores abogados del Estado.
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