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La vida sin los Simpson habría sido mucho más tediosa e insospechada en el barrio de la parrilla televisiva. Durante tres décadas, las correrías de esta familia amarilla y disfuncional de clase media, erradicada en Springsfield, han obligado a sus paisanos a contemplarse sin epidural ... con todas sus carencias y miserias, han enseñado al resto de terrícolas a encarar el devenir de las cosas con escepticismo y humor corrosivo y, en bastantes ocasiones, han anticipado el futuro de la humanidad con increíble atino. Lo mismo en el ámbito político que en el tecnológico o en el social.
Desde que el 17 de diciembre de 1989 la cadena Fox estrenara la primera serie de dibujos animados ambientada en la actualidad y destinada a todos los públicos, no solo al juvenil, la genial creación de Matt Groening ha sacudido los principales pilares de la sociedad estadounidense -léase, religión, familia o educación- y ha vaticinado sin proponérselo escenarios de rabiosa actualidad. Uno de los más recientes se cumplió el pasado agosto, cuando trascendió que Donald Trump, el de verdad, quería comprar Groenlandia a Dinamarca en nombre de los Estados Unidos (por las inmersas reservas que contiene esa isla, esenciales, por ejemplo, para las baterías de los coches eléctricos). Resulta que la patochada de una noche de verano del líder republicano ya salió en un capítulo de la 'sitcom', allá por 1995.
Por aquel entonces, los cerebros de la serie aún no habían vaticinado que el burdo magnate platino ocuparía, por aclamación popular, el despacho oval. Para eso faltaban aún cinco años. Sería en 2000, hace casi dos décadas, cuando Al Jean y Stephanie Gills, los guionistas jefes (y matrimonio) de un equipo de una veintena de lumbreras hoy secuestrados por la tiranía de lo políticamente correcto, le colocaban como mandamás de la superpotencia americana. «Buscábamos una celebridad divertida para ponerla de presidente», evoca con modestia Jean. Por entonces, Trump ya había deslizado que podría considerar postularse, en algún momento, para el cargo, pero nadie sospechaba que lo haría con rotundo éxito dieciséis años después. Salvo los Simpson.
Los fotogramas no engañan. A lo largo de los casi setecientos capítulos que lleva emitidos, la sarcástica serie ha demostrado con creces su capacidad adictiva y predictiva. La inefable familia compuesta por Homer, Marge, Lisa, Bart y Maggie vaticinó la crisis del ébola, los teléfonos inteligentes, a una Lady Gaga descolgándose del cielo para actuar en la Superbowl e, incluso, el patriarca del clan estuvo a punto de descubrir el bosón de Higgs en un capítulo de 1998, nada menos que catorce años antes de que lo hiciera la ciencia.
La sorprendente habilidad del programa para dibujar el futuro proporcionó carnaza a los amigos de las teorías conspiranoicas cuando, mucho antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, Groening y su corte de ingeniosas mentes pensantes enviaron a los Simpson a la Gran Manzana. «Compraron una guía en Nueva York que tenía las palabras '9 dólares' justo al lado de una foto con la silueta de dos torres, las Gemelas, que parecían indicar la fecha del 11-S. Fue una mera coincidencia», asegura Al Jean en un intento de sacudirse la etiqueta de adivino. «Si te pones a hacer muchas predicciones, fácilmente acertarás en el 10% de ellas», arguye. Gills, por su parte, acepta de buen grado el sobrenombre. «Somos una especie de futurólogos. Escribimos con diez meses de anticipación y eso nos obliga a tratar de adivinar lo que va a suceder», expone.
La comunidad académica termina por aniquilar cualquier atisbo de facultad sobrenatural en los ideólogos de la comedia. El profesor del departamento de Filosofía de la Universidad de Glasgow John Donaldson explica que «al tratarse de una serie sobre la vida, maneja situaciones tan cercanas a nosotros y temas tan cotidianos que no sorprende que algunos de ellos se conviertan en realidad». Mera potra, vamos.
Pero no solo de buenos pronósticos y comida basura han vivido los Simpson. También de un fabulosa lista de cameos de celebridades. Desde Cristiano Ronaldo o Mark Zuckerberg, a Javier Bardem (en su papel en 'No es país para viejos') o Plácido Domingo, quien se dobló a sí mismo tras hacerse redibujar para aparecer más delgado. En total, 800 apariciones especiales.
En tres décadas, a Groening y a sus criaturas les ha dado tiempo para todo. Incluso para acercarse a Pamplona, vestirse de blanco y rojo, y correr un encierro. No ha sido la única referencia a España que ha incorporado la serie. En un capítulo Homer paseaba con un amigo barcelonés de la infancia por la Sagrada Familia, en otro aparece ebrio con sus amigotes cantando 'La Macarena' y en un tercero se convierte en árbitro del mundial de fútbol de Brasil, donde en un partido la selección española intenta sobornarle.
Desde hace ya algún tiempo, los Simpson ya no lucen mordaces, se queja su legión de acérrimos seguidores. Si acaso, comedidamente insolentes. «Nos hemos vuelto más cautos. La gente está muy sensible», admiten los productores. Malos tiempos para la sátira.
672. Son los capítulos que se han emitido de Los Simpson en las treinta temporadas que ha estado en antena. El pasado 6 de febrero, la serie renovó por otras dos, la última de las cuales contendrá el episodio 700.
Película y videojuegos. Es la comedia de situación estadounidense que más tiempo se ha mantenido en antena. El largometraje 'The Simpsons Movie' se estrenó en los cines de todo el mundo en 2007 y recaudó cerca de 525 millones de euros. Ese mismo año, unos meses más tarde, se lanzó un videojuego con los personajes de Matt Groening.
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