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P. Orduna | B. Hernández | A. Caparrós
Viernes, 1 de noviembre 2024, 01:18
Una densa capa de barro recubre el barrio de La Torre de Valencia. La zona de la capital que ha visto la tragedia más de ... cerca. En uno de los garajes, los efectivos hallaron ayer ocho cuerpos sin vida que hasta el momento no habían logrado rescatar. Vecinos que bajaron al lugar para cerciorarse del estado en el que se encontraban sus vehículos. Pero la tromba de agua no tuvo piedad.
El lugar de la tragedia es un bajo de la calle Mariano Brull de La Torre. Aquel garaje se convirtió en una trampa mortal. Ninguno de los vecinos que bajó para ver cómo estaba su coche volvió a subir por el ascensor. El precinto policial rodea aún la puerta del lugar. No hay palabras ante una desgracia similar. Los vecinos se detienen a observar cómo los efectivos retiran los restos mortales del lugar con caras de horror. En la calle impera un silencio desolador.
El garaje estaba completamente anegado por el agua que entró cuando su puerta se rompió con la fuerza de la corriente. Dos sótanos. Cerca de 80 plazas. Poco a poco, los bomberos fueron vaciando el agua del interior. Y descubrieron una escena desoladora: ocho víctimas mortales, incluido Rubén Lima, un policía local cuyo padre había enviado horas antes un estremecedor mensaje rogando que encontraran a su hijo.
«No hay agua en el garaje. Bajamos a por los coches». Estas fueron las últimas palabras que le dijo a su padre uno de los siete vecinos del edificio de la calle Mariano Brull. Eran las ocho y treinta y seis minutos de la tarde del martes. Esa es la última vez que el matrimonio formado por Gabi y Dana se conectó a sus Wathsapp, según narra una amiga a ABC. La pareja bajó al garaje junto a su hija Álex y el vecino que había llamado a su padre. Allí se encontraron con otros cuatro más. Todos murieron sin que a ninguno le diera tiempo a entrar en sus vehículos. En casa de Gabi, Dana y Álex se quedaron las luces encendidas y la mesa preparada para cenar. «Sólo faltaban las llaves y los móviles», relatan unos allegados que eran su familia en Valencia.
La pareja, dos personas «buenos amigos y trabajadores», había llegado a la capital del Turia hace más de 22 años procedente de Rumanía. Sus amigos eran su familia. Y al ver que aquella tarde fatídica del martes dejaron de contestar a los mensajes y las llamadas del móvil en pleno temporal, uno de ellos llegó hasta el edificio de la calle Maestro Brull. Tuvo que calzarse botas de goma y recorrer en paralelo la vía del tren. Llegó y se topó con una escena dantesca de «coches amontonados» en la misma acera del inmueble. La marca del agua en la fachada llegaba hasta los dos metros. Había ya bomberos y policías. Y convenció a uno de ellos para que subiera al primer piso en el que se residía la familia. Entonces se toparon con que no había nadie. Sólo una mesa puesta y unas lámparas encendidas.
Comenzó entonces una angustia que tuvo este jueves un desenlace que no por inesperado fue realmente cruel. Todos los amigos y familiares sabían que estaban dentro desde la noche del martes pero no podían acceder. El sueño de Gabi, Dana y Alex, que hacía tres años que habían comprado con los ahorros fruto de su esfuerzo, la casa en las afueras de Valencia se truncó en aquel garaje.
En La Torre, la angustia del trágico suceso se alargó durante horas. A pesar de que algunas de las víctimas se descubrieron durante las primeras horas de la mañana, no fue hasta las 14.00 horas cuando llegó hasta el lugar la médico forense, con los bomberos sacando todavía agua de los sótanos. Una vez allí, junto a buzos de la Guardia Civil, varios efectivos entraron junto a la médico para identificar a los fallecidos.
Tras encontrar los cuerpos, fueron dos furgonetas de los servicios funerarios las que los almacenaron para trasladarlos bajo la atenta mirada de los vecinos que se asomaban al lugar. La Policía cubrió el escenario con celo. Mantuvo el respeto por los fallecidos, impidiendo que los viandantes vieran los cuerpos. Con los pocos elementos que tenían a mano, tapaban la salida del garaje. El horror no dejó indiferente a nadie. Incluso los policías no podían contener las lágrimas mientras veían la desesperación de las personas que ayudaban a limpiar. Entre palas, escobas y todo lo que encontraban, pudieron despejar la calle que confluye con el garaje afectado. Una labor que ayudó a los bomberos a poder acceder más fácilmente con los camiones que transportaban las bombas de agua y las mangueras para secar la zona.
Conforme transcurría el tiempo eran más los curiosos que se concentraban tras la cinta policial, temerosos de que aquel garaje escondiera a conocidos. Unas sospechas que algunos no tardaron en confirmar. Todos ellos estaban cubiertos de barro. En cuanto el tiempo lo permitió, se habían dedicado a limpiar como fuera sus viviendas. Aun así, al conocer que había ocho víctimas mortales allí enterradas, todos dejaron sus labores para averiguar si conocían a las víctimas, sabedores de que sólo les esperaba dolor.
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