Una nutricionista de Alonsotegi, primera mujer en la Real Academia de Medicina

La ceremonia tendrá lugar el jueves en un acto que se celebrará en el Palacio foral de la Diputación de Bizkaia, en Bilbao. La sesión, a la que están invitados el lehendakari, Iñigo Urkullu, y el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, contará con una nutrida representación del ámbito de la salud y académico de Euskadi. En su discurso de ingreso en la institución, Pérez-Rodrigo hablará sobre 'prevalencia y factores condicionantes de la obesidad': propuestas de prevención en Euskadi'. «Tenemos la impresión de que el sobrepeso y la obesidad han descendido ligeramente en la sociedad, pero es una falacia», advierte la especialista.

Aunque en el País Vasco la situación es ligeramente mejor que en el conjunto de España, las tasas de exceso de peso han caído en los últimos años porque las clases más adineradas se han concienciado de la necesidad de mantener una dieta sana y realizar ejercicio. «Hay que hacer las dos cosas, con solo una de ellas no vale», matiza. Sin embargo, la población con menos recursos económicos, que crece año a año, come cada vez peor. «Los productos que forman parte de lo que conocemos como una alimentación saludable han de bonificarse para que se mantengan a unos precios asequibles», defiende la experta. La cesta de la compra barata, con productos que cambian cada semana, propuesta por la ministra Yolanda Díez, según dice, no resuelve el problema.

Las diferencias de salud se han acrecentado con la pandemia. La población -razona- arrastra desde el año 2009, cuando estalló la crisis inmobiliaria, una permanente mengua de los ingresos económicos, que se está traduciendo en una peor alimentación. El único apartado donde, a menudo y lamentablemente, se puede rascar algo de la economía familiar es la cesta de la compra. «Hay que proteger a los segmentos más frágiles de la sociedad, sin descuidar a nadie», matiza Pérez-Rodrigo. «Hay un grupo de gente en el medio, entre los que lo pasan mal y los más pudientes, con una pata que les comienza a fallar. Hay que poner los cinco sentidos en estas personas; si no se les presta atención, el desafío alimentario será mucho mayor».

La pandemia, especialmente el confinamiento, ha contribuido a complicar la situación. Los hábitos de consumo cambiaron para la mayoría de la población. Las personas que venían cuidándose comenzaron a hacerlo, muchas veces en exceso, y buena parte de las que no lo hacían se atiborraron a dulces y chocolate. Por suerte, en este ambiente de máximos, todo el mundo, en cuanto pudo, «se echó a la calle a hacer ejercicio físico».

El problema de los países occidentales es que alimentarse siguiendo las pautas de la dieta mediterránea resulta cada vez más difícil, por caro. En cambio, una hamburguesa en una cadena de comida rápida puede adquirirse por un euro. Con otro para la bebida, la comida está resuelta.

«Con la anterior crisis económica apareció algo a lo que no estábamos acostumbrados: el plato del día, que ha venido para quedarse», explica Pérez-Rodrigo. «La inflación ha obligado a subir el precio de los menús del día, porque si no muchos locales no ganan dinero con él, pero cada vez hay más posibilidades de comer por menos dinero un solo plato que puede ser muy saludable: una ensalada, verduras, pollo a la plancha...».