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Opinan en el sector que está bien la música que hizo sonar el pasado lunes Unai Rementeria sobre un nuevo modelo de residencias, pero que conviene escuchar la letra. Unidades convivenciales de 25 miembros, atención centrada en la persona, combinación de estancias privadas -habitaciones y ... aseos- con otros que fomentan las relaciones, como un salón y una cocina. Objetos personales que evoquen el hogar y un personal formado -grado de FP2- que no cambiará y conocerá así los gustos y manías de cada dependiente.
Tras lanzar 500 plazas de este tipo, el diputado general quiere que, para 2023, Bizkaia tenga 3.000, un tercio del total. Antes de que arreciaran las críticas, Rementeria templó gaitas dibujando un cambio «progresivo, paulatino y voluntario». Ahí radica parte del beneplácito que le da el sector. Ni todas las residencias ni todas las plazas serán unidades convivenciales. En dos años convivirá el viejo modelo -65% del total- y el nuevo -35%-. En los ejercicios siguientes podrían igualarse los porcentajes, si bien todo apunta a que se mantendrán ambos, al menos a medio plazo. Eso es clave para que sea viable.
500plazas para unidades convivenciales han salido este año. 31 residencias optan a ellas.
«Todo lo que sea innovar nos parece positivo y necesario. Las residencias han avanzado mucho en la atención centrada en la persona. Las instalaciones se han dividido en módulos que se acercan a esa idea. Incluso, se viene experimentando hace tiempo con unidades convivenciales», afirma Aitor Pérez Artetxe, portavoz de Gesca, la patronal más importante del sector en la provincia. Por ejemplo, la Fundación Matia creó la primera en Gipuzkoa hace años. Castilla y León también está apostando fuerte y ha hecho dos decretos en esa línea. «Alguno ha sido tumbado en los tribunales por los colegios profesionales», recuerda.
Una de las características de estos espacios, al menos en el formato sueco, es que los cuidadores no cambian pero ejercen varios roles al mismo tiempo. De lo contrario, resulta insostenible económicamente. «Aquí tiene un difícil encaje legal porque choca con el estatuto de los trabajadores y con el convenio», advierte Ignacio Fernández Cid, presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia.
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A su juicio, sin embargo, cualquier sector debe avanzar y modernizarse. Pero hay que experimentar bien antes de extender el nuevo modelo. «Hay riesgo de parcelar en exceso, de crear 'guetos' dentro de la residencia. No sabemos, por ejemplo, si irán juntas personas con dependencia alta y deterioro cognitivo porque es difícil la convivencia», lanza este experto en el sector. En cambio, extenderlo a todas las plazas requeriría de otros presupuestos. «No es sostenible, no es pagable. La mayoría de vacantes en España, el 54%, son privadas. ¿El Estado y las familias podrían pagar una atención así?», se cuestiona Fernández Cid.
Al margen de la parte económica, el mayor problema para la implantación de este modelo es la pérdida de camas. Y eso en vísperas de que la generación del 'baby boom' ponga a prueba las costuras del sistema. «Con el decreto que marca un 75% de habitaciones individuales para centros nuevos, en una residencia donde podría haber 130 mayores, habrá 80», apunta el portavoz de Gesca.
El cambio de modelo es caro, requiere obras e inversión. Los pliegos plantean elevar el precio concertado desde los 94 euros hasta los 100 para unidades convivenciales. Iratxe Landeta es médico geriatra y ejerce de directora en Olimpia, en Indautxu. «Va a haber un gran incremento en la necesidad de camas y hay que estar preparados, pero innovar es necesario. Estamos preparando una unidad convivencial, algo sencillo, con su cocina». En su opinión, las unidades funcionarían mejor «con grados I que con grados II y III porque las demencias y el deterioro cognitivo» hacen muy difícil cocinar o leer. «Rentabilidad no tiene. El incremento no va a paliar la pérdida de plazas, pero son pasos que hay que dar», subraya.
Según el geriatra Juan José Calvo, la clave es «unir a residentes de características similares» y «preguntar a los mayores qué quieren en lugar de imaginarlo». Por su parte, Javier Yanguas, doctor en Psicología y experto en mayores, considera que el cambio «suena muy bien porque tenemos un reto asistencial. Las personas son distintas y la tendencia homogeneizadora es insostenible. Toca mirar a la persona». Este profesional opina que «no necesitamos un único modelo; hay que compatibilizarlos. Tendremos aquel que podamos sostener. Pero los cuidados deben convertirse en un eje tractor en Euskadi», zanja.
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