Aún puedo ver a mi madre gritando '¡solo serán tres meses, solo tres meses!', mientras nos subían al barco en Santurce. Creíamos que la guerra se acabaría y que los republicanos ganarían. Sí, estábamos seguros de que ganaríamos y que luego volveríamos para reunirnos con ... nuestras familias». Así recordaba la salida de Santurtzi Helvecia Hidalgo, que entonces tenía 14 años y que llegó a Inglaterra con un hermano y una hermana menores a su cargo. Nunca regresaron. Su recuerdo se recoge en 'Solo serán tres meses', un libro en el que el sociólogo Adrian Bell cuenta la historia de los 3.862 niños vascos que fueron evacuados a Reino Unido el 20 de mayo de 1937 y que ha sido editado por la asociación BCA'37 UK-Euskadi, hermana vasca de la británica Basque Children of '37 Association UK, entre cuyas fundadoras estuvo la propia Helvecia. El objetivo compartido por ambas entidades es «documentar, archivar y preservar toda la información» sobre aquellos pequeños refugiados.
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Solidaridad. Sin apoyo de su Gobierno, varias organizaciones británicas crearon un centenar de colonias para acoger a casi 4.000 niños vascos.
Regreso. En 1939 quedaban 1.150 niños en Inglaterra. Unos 250 se quedaron a vivir allí.
Contacto. El mail de BCA-'37 UK-Euskadi es euskadi@basquechildren.org
Carmen Kilner encabeza las dos asociaciones desde Reino Unido. Su madre, Ana María González Garate, fue una de las maestras que embarcó con los niños en Santurtzi. Su padre, Eduardo Sánchez, era un joven republicano con estudios de ingeniería de caminos al que el golpe del 18 de julio pilló en Inglaterra y que acabó trabajando en dos de las colonias de acogida. «Se conocieron en el Hogar Español, ya acabada la guerra», explica Kilner, que se unió a su asociación en 2004, dos años después de que se fundara «para recuperar y mantener viva la memoria de aquellos niños», que se estaba perdiendo por el paso de la propia vida. «Ahora quedarán una docena, muy mayores. Los más jóvenes tenían unos 7 años entonces. El año que viene será el 85 aniversario de su viaje».
Ana María, la madre de Carmen, era una maestra donostiarra que simpatizaba con la República. La guerra acabó llevándola hasta Bilbao. Ante el imparable avance del frente, el Gobierno vasco organizó la evacuación de los niños y ella, docente titulada, se presentó para ser una de los profesoras de la expedición. «Fue aceptada. Tenía 22 años». Kilner destaca la eficiencia con la que el Ejecutivo del lehendakari Aguirre, «que apenas tenía un año», organizó «las evacuaciones. La de Inglaterra y las que se hicieron a otros países».
conmoción
En el caso de Reino Unido, su Gobierno, «que se ceñía a su política de no intervención, se negaba a colaborar». «Solo consintió admitir a los niños en el país tras la conmoción que causó en la sociedad británica el reportaje publicado por George Steer en 'The Times' sobre el bombardeo de Gernika, ocurrido el 26 de abril de 1937». A pesar de la pasividad de las autoridades, «desde que empezó la guerra en España aquí ya existía un gran movimiento social de apoyo a la República». Se formó el National Joint Committee for Spanish Relief (NJCSR), una organización que englobaba a todos los que querían ayudar a los republicanos, lo que abarcaba desde los cuáqueros a los comunistas. Contaba con el apoyo de varios parlamentarios, y entre sus líderes destacaba una persona formidable, la duquesa de Atholl, Katharine Stewart-Murray, «una mujer de gran coraje que hizo muchísimo para traer a los niños».
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Cuando se autorizó la llegada, «el Basque Children Committee ya lo tenía todo organizado». Incluida la financiación, porque el Gobierno británico no puso «ni un penique». Es más, cobró el alquiler de las tiendas de campaña del Ejército con las que se construyó el primer hogar de los pequeños en suelo inglés, el campamento de Stoneham. El viaje se realizó en el 'Habana', un viejo transatlántico construido en La Naval de Sestao en 1920 con capacidad para 800 pasajeros y en el que embarcaron 3.862 niños, 96 maestras, 118 «señoritas» -acompañantes voluntarias de los pequeños- y 15 sacerdotes. La travesía fue espantosa, de mala mar, con los niños, mareados y asustados, durmiendo en cubierta, en los botes salvavidas, en cualquier rincón del barco atestado.
El 'Habana' llegó a Southampton el 23 de mayo y los niños fueron conducidos a Stoneham, desde donde los repartieron por un centenar de colonias, todas en Inglaterra, salvo seis que estaban en Gales y una que se abrió en Escocia. «Algunas eran grandes, acogían a un centenar de niños, pero otras eran pequeñas, como la de mi madre, en la que habría una veintena», apunta Kilner.
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Tanto las familias que se quedaron en Euskadi como sus hijos evacuados creían que aquella situación solo iba a durar tres meses. No fue así. En abril de 1938 más de la mitad permanecía en Reino Unido. En junio de 1939, a las puertas de la Segunda Guerra Mundial, 1.150 seguían allí. Unos 250 se quedaron para siempre. A los mayores de 16 años se les dio la oportunidad de escoger. «Pero muchos ya no tenían familia con la que volver. Sus padres habían sido fusilados, estaban encarcelados o también en el exilio», explica Jose Luis Duo, uno de los promotores de BCA'37 UK-Euskadi, cuyo padre fue uno de aquellos pequeños evacuados. La dictadura franquista «hizo de todo para traerlos. Incluso falsificar cartas de parientes, o forzarlos a escribirlas, para que regresaran».
El padre y el tío de Duo fueron reclamados por sus progenitores en 1940. El regreso a España fue «volver a un infierno». «Mis abuelos lo pasaron muy mal», explica Duo. «Primero, en lo que restó de la guerra, estuvieron separados, y después él, que era republicano, no podía encontrar trabajo».
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el viaje en el 'habana'
BCA'37 UK-Euskadi se fundó en 2019. En su breve recorrido ha editado con ayuda de Gogora -el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos-, el libro de Adrian Bell, 'Solo serán tres días', y 'Memorias: Los niños vascos recuerdan y son recordados', coordinado por Natalia Benjamin.
«Queremos hacernos oír un poquito y procurar que la memoria de aquellos niños se mantenga», insiste Duo. «Que la gente sepa que de aquí salieron más de 3.800 críos metidos en un barco para huir del horror y fueron bien acogidos. No se debe olvidar. Que sirva para que cuando lleguen refugiados aquí nos acordemos y no les dejemos de lado».
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