SUSANA ZAMORA
Jueves, 25 de abril 2019, 08:17
Omar. El nombre de su hijo fue la primera palabra que Munira Abdulla balbuceó tras 27 años en coma. Volvió a la vida llamando a la persona por la que casi muere. El mismo instinto de protección que hace casi tres décadas le llevó ... a salvar a su pequeño de cuatro años fue el que le hizo despertar del prolongado letargo.
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«Recuerdo que hubo un malentendido en la habitación del hospital y empezamos a discutir; el tono era cada vez más bronco y las voces, más elevadas. En ese momento, noté a mi madre agitada y percibí que emitía sonidos extraños, como si intentara defenderme. Advertí a los médicos de lo sucedido, pero le restaron importancia», relata Omar, que en su interior siguió pensando que aquello era una señal. No se equivocó. Tres días después despertó sobresaltado cuando dormía junto a la cama de su madre: «Alguien gritaba mi nombre. Era ella». El sueño se hizo realidad para Omar.
En realidad, nunca había perdido la esperanza. Se sentía en deuda con su madre, que en 1991 sufrió una grave lesión cerebral como consecuencia del accidente de tráfico que tuvo cuando regresaba de recoger a su hijo del colegio. Munira tenía entonces 32 años. El conductor de un autobús escolar perdió el control del vehículo y chocó contra el coche que conducía su cuñado en la ciudad de Al Ain (Emiratos Árabes Unidos).
Pese a la rapidez con la que ocurrió todo, a Munira le dio tiempo a reaccionar y de forma instintiva se echó sobre su pequeño para protegerlo del impacto. El niño salió ileso del siniestro, apenas unos rasguños y un moratón en la cabeza, pero ella quedó inconsciente en el asiento trasero.
«En esa época no había teléfonos móviles y no podíamos llamar a una ambulancia para pedir ayuda», relata con angustia Omar. «Quedó inmóvil y sin recibir atención durante horas». Cuando fue trasladada al hospital, su situación era tan crítica que los médicos recomendaron a la familia su traslado a Londres, donde determinaron su estado vegetativo.
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Poco se podía hacer y la familia regresó con Munira a Al Ain, donde fue internada en un hospital. Durante años, fue alimentada por sonda y sometida a múltiples tratamientos de fisioterapia para evitar el deterioro muscular.
Las visitas al hospital se convirtieron en parte de la rutina de su hijo, que caminaba cuatro kilómetros cada día para ver a su madre. Se sentaba junto a ella durante horas y, aunque no podía hablar, aprendió a leer sus expresiones faciales para saber si padecía dolores. «Para mí, ella era como el oro, cuanto más tiempo pasaba, más valiosa se volvía», recalca. Así pasaron los años y Omar se hizo adulto. Los cuidados a su madre le impedían mantener un empleo estable, porque siempre buscaba la manera de estar a su lado: «No me arrepiento», proclama.
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Su caso conmocionó a todo el país. También al príncipe heredero de Abu Dabi, Mohammed bin Zayed, que ofreció en abril de 2017 una ayuda a la familia para que Munira pudiera someterse a un innovador tratamiento médico en Alemania a base de cirugías en las extremidades para recuperar los músculos dañados. Los especialistas de Schön Klinik Bad Aibling, el hospital a unos 50 kilómetros al sureste de Múnich donde la atendieron, dieron prioridad a las terapias físicas.
El tratamiento pareció mejorar su estado y ella comenzó a reaccionar ante la presencia de sus hijos y el personal sanitario. «Comenté con los médicos la posibilidad de que ella empezara a hablar de nuevo, pero me tomaron por loco; me dijeron que solo la estaban rehabilitando para mejorar su calidad de vida», subraya Omar.
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El diagnóstico, hasta el año pasado, era poco alentador. Sin embargo, él nunca tiró la toalla. Un año después, durante la última semana de tratamiento de Munira en Alemania, ocurrió lo inesperado. Munira reaccionó al incidente ocurrido en la habitación y tras pronunciar el nombre de su hijo, continuó con los de sus hermanos. «Gritaba como si estuviera reviviendo el accidente; luego se despertó».
Desde entonces, los avances han sido notables. Responde a más estímulos y, según el último informe hospitalario, «puede comunicarse razonablemente bien, sobre todo, con los familiares». Omar solo pide una cosa: no dar por muerto a quien todavía vive.
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Tres posibles estados El coma es un estado de inconsciencia prolongado, que se divide en: vegetativo (donde el cuerpo hace movimientos, pero no hay reacción hacia estímulos); catatonia (donde no hay movimiento o respuesta de ningún tipo), o muerte cerebral (en la cual se destruye la función cerebral, pero algunas funciones autónomas del cuerpo continúan). La persona parece dormida, es incapaz de despertarse por medio de estímulos y no es consciente de ella misma, ni de su entorno.
42 años permanecieron en estado vegetativo la estadounidense Edwarda O'Bara y la india Aruna Shanbaug. Ninguna de ellas despertó. Con anterioridad, Elaine Esposito mantuvo el triste récord con 37 años en coma
Celebridades postradas Ocho años y siete días. Es el tiempo que transcurrió desde el derrame cerebral que dejó a Ariel Sharon en coma hasta su muerte en 2014. En esa lucha entre la vida y la muerte, los hijos del exprimer ministro israelí siempre confiaron en que despertaría. La misma esperanza ha mantenido siempre la familia de Michael Schumacher. Tras sufrir un accidente mientras esquiaba con su hijo en la estación de Mérible, en los Alpes Franceses, el heptacampeón del mundo de Fórmula 1 permaneció año y medio en coma. A día de hoy, su recuperación continúa en la más estricta intimidad.
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