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A pocos meses de cumplirse tres años del estallido de la pandemia, los últimos estudios realizados siguen poniendo de manifiesto que la primera ola provocó ... una auténtica tragedia en las residencias de mayores. La consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, reconoció ayer que la mortalidad en los centros de Euskadi se disparó un 61,2% en aquella aciaga primavera de 2020.
Así lo confirmó la titular del área en la comisión celebrada para dar cuenta del informe 'Mortalidad covid-19 en residencias para personas mayores 2020-2021' a petición de EH Bildu. Un total de 1.376 usuarios de geriátricos fallecieron víctimas del coronavirus en el País Vasco hasta el pasado 12 de octubre. Sin embargo, Artolazabal recordó que, pese a la «gravedad» de la situación, en Euskadi el aumento de la tasa de mortalidad en marzo y abril de 2020 no fue «tan pronunciado» como en el resto de España. El Instituto Nacional de Estadística (INE) calculó en un 93,5% el incremento a nivel nacional de personas de más de 65 años fallecidas en este periodo.
Cifras más bajas que la media española, pero ni mucho menos buenas. El País Vasco se sitúa en mitad de la tabla, alejada de Madrid y Castilla La Mancha, las regiones con los centros de la tercera edad con mayor tasa de mortalidad, pero también a un buen trecho de Murcia y Canarias, las que menos sufrieron el embate del virus.
Aunque no restó importancia a las cifras que engrosan la peor de las estadísticas de la crisis, la consejera aseguró que la «rápida» reacción de los centros de la tercera edad, unida a la inmunización masiva del colectivo, ha logrado revertir la tendencia. «El sistema funcionó. Fue algo que no sabíamos cómo había que atajar, pero fuimos capaces de dar respuesta en un momento muy complicado en el que el mundo se paró», señaló Artolazabal. Junto a la menor intensidad de las nuevas olas epidémicas, el año pasado logró terminar con una letalidad hasta un 3,1% inferior a la esperada. De hecho, el número de decesos se situó en «un marco de mortalidad normal para la población dependiente residente. 2021 refleja una situación relativamente controlada en el ámbito de las residencias en Euskadi», valoró Artolazabal.
En cambio, el exceso de mortalidad de la población dependiente pero que reside en domicilios sí se mantuvo al alza durante el año pasado. En la primavera de 2020, la sobremortalidad en esta población creció un 12%. Sin embargo, en 2021 el exceso de fallecidos se intensificó y llegó a un 17,8%, muy por encima del -3,1% de la población residenciada. Cabe recordar que las medidas sanitarias en los geriátricos han sido más duras y han contado con más mecanismos de control que en una vivienda particular. «La pandemia llegó antes a los centros que a los domicilios con personas dependientes, pero la reacción contra la Covid-19 fue más rápida y eficaz en las residencias que en los domicilios», subrayó Artolazabal.
Con respecto a la tipología de centros, el informe revela que la primera ola afectó «sin distinciones» a las residencias públicas y privadas. Por otro lado, los centros de mayor envergadura, y por tanto, con las ratios más bajas, fueron los más afectados al comienzo de la crisis, pero también han sido los que han arrojado las mayores caídas de mortalidad por su «fuerte capacidad de adaptación». Como ya sucedía en 2019, vuelven a presentar las cifras de decesos «más bajas» del sector residencial.
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