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En su casa, para tratar las náuseas que causa la quimioterapia, no se lían un cigarro de cannabis. Preparan la planta al vapor despojada de ... casi todo el THC, el componente psicoactivo, el que 'coloca' y genera problemas psiquiátricos, para quedarse con el otro componente, el CBD, que es el que «tiene propiedades terapéuticas».
Un producto que las farmacias podrán empezar dispensar, en formato de «extracto o preparados estandarizados», a finales de año y por prescripción médica para tratar determinados tipos de dolor crónico, neuropático y oncológico, así como endometriosis, espasticidad de la esclerosis múltiple, algunas formas de epilepsia y las náuseas y vómitos derivados de la 'quimio'. Y para otras dolencias «cuando los estudios aporten indicios consistentes».
Así lo ha determinado la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso hace unos días tras recibir el visto bueno en el Parlamento. PP y Vox votaron no y ERC y EH Bildu se abstuvieron. Una regulación semejante, la distribución de la planta de la marihuana con un fin medicinal, ya está en vigor en 45 países. Pero hasta que la venta en farmacias sea una realidad, lo que los bilbaínos Miren Pereda, aquejada de mielofibrosis -un tipo poco común de cáncer de médula ósea-, y Ekaitz Agirregoitia, paciente con colitis ulcerosa y que también ha tenido un tumor en recto y colangitis en el hígado, hacen para tratarse las náuseas que causa la «fuerte medicación» con la que tratan sus problemas de salud es ilegal.
Aunque no son los únicos. Se calcula que unos 3.000 enfermos crónicos en Euskadi y 200.000 en toda España recurren al cannabis para mitigar sus patologías o los efectos secundarios de sus tratamientos médicos. Pacientes con cáncer, párkinson, esclerosis múltiple, fibromialgia o colon irritable se han acercado a esta planta, en muchos casos por recomendación o aconsejados por reputadas asociaciones sanitarias.
Con la 'mercancía' sobre la mesa, Ekaitz y Miren explican el proceso de preparación y cómo lo inhalan. «La flor tiene que estar muy machacada para que se aproveche mejor. Este clima de estos días, el calor, le viene muy bien, por eso en esta zona de España no suele cultivarse. Se planta por abril o mayo», comienza él, biólogo e investigador de profesión y miembro de la Asociación de pacientes Dos Emociones. «Una vez introducida la cantidad de planta que se necesita y cerrado el vaporizador -un aparatito que cuesta unos 300 euros y se parece a una petaca-, lo llevamos a 185 grados para que se evapore el THC».
Pasan unos diez segundos antes de que el dispositivo emita una señal cuando el cannabis está listo para ser aspirado por la boquilla que se extrae en un lateral. «Absorbes, retienes y sacas. Como si fuera un cigarrillo electrónico». «Es todo súper cómodo», dice Miren. Al expulsar la bocanada de cannabis en vapor se queda frente a sus ojos una bruma muy fina y blanca que apenas desprende olor, si acaso a limón. Enseguida desaparece.
Se trata de dar unas pocas 'caladas'. «Pero esto no es como fumar un porro, nadie se fuma un porro cuando está enfermo, podría haberse hecho así hace años, pero ya no», puntualizan. «Fumar es una combustión que genera tóxicos, pero la vaporización no lo hace». Ni Miren ni Ekaitz han sido fumadores de marihuana, «nunca, ni de jóvenes», dicen. «Esto se suele utilizar mucho para un rescate. Si tú tienes un dolor agudo muy fuerte de forma repentina, la gente normalmente suele utilizar morfina o cualquier opiáceo, cuando esto podría servir. También si duermes mal por estrés, ansiedad o hipertensión, porque es ansiolítico».
Ekaitz y Miren lo han tomado para sus náuseas en una proporción de doce a uno, doce partes de CBD por una de TCH. También han ingerido cannabis en aceite. «Unas gotitas debajo de la lengua antes de dormir». Ekaitz asegura que «en una semana notó los efectos» y «en todo un año gané diez kilos cuando llevaba años bajando». A Miren le hizo efecto «en un mes». Para quien pueda tacharles de delincuentes, ambos tienen clara una cosa: «El cannabis tiene un estigma y parece que todo el que lo toma es un drogadicto. No es nuestro caso. Y bastante tenemos con estar enfermos como para que digan algo».
- ¿Les apoyaron sus médicos?
- No les interesó. Yo lo entiendo, porque no vas a hacer caso al primero que te venga con este asunto, pero cuando se dice que no hay evidencias científicas de la eficacia del cannabis es mentira. Hay 45 países que lo tienen legalizado para enfermedades. En Canadá y en Israel desde hace 20 años.
Ekaitz, continúa, consigue la hierba a través de una «red de confianza» y está al tanto de su trazabilidad. «Hay varias empresas y tiendas que te pueden vender aceite de CBD. Pero para comprar flores o aceite con THC tienes que irte al mercado negro. ¿Qué sucede? Que dejar en manos del 'narco' nuestra salud no es lo más eficaz. Así que lo que hacemos los que queremos cannabis terapéutico es asociarnos», revela. «Hay gente dispuesta a jugarse el pescuezo plantando diferentes variedades identificadas y con una genética muy concreta en las que se sabe cuánta cantidad de THC y de CBD va a resultar». Pagan entre 20 y 30 euros el gramo de cáñamo.
«Cuando lo compras en la calle no sabes si lo han plantado en un lugar que tiene tóxicos, pesticidas, algún hongo... No queremos esa inseguridad», concluyen.
La ONU reconoció en diciembre de 2020 las propiedades terapéuticas de esta planta y su resina al retirarlas de la lista IV de la Convención sobre drogas de 1961, un espacio reservado para las sustancias más perjudiciales y sin potencial médico reconocido. En la práctica y a corto plazo, no cambió nada porque el consumo recreativo seguirá prohibido porque el cannabis se mantiene en el listado de drogas con alto potencial adictivo. No obstante, la decisión de la ONU respondía a las recomendaciones realizadas por la Organización Mundial de la Salud en 2019 para eliminar la planta de la marihuana de la lista IV al no ser «particularmente dañino». Para entonces, 20 países ya habían regulado esta hierba pese a la oposición de la ONU.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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