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Una foto que aún no se ha disparado ocupará todas las portadas el próximo mes de agosto. Será la de la Princesa Leonor uniformada como dama-cadete de la Academia General Militar de Zaragoza, donde iniciará su anunciada formación castrense de tres años: el primero ... en el Ejército de Tierra, el segundo en la Armada y el tercero en el Ejército del Aire.
En esa fotografía marcial que ya imaginamos la heredera lucirá en la pechera su chapita con el apellido Borbón labrado en letras blancas sobre fondo negro, y los legendarios cordones rojos que distinguen a los alumnos en periodo de formación. Ese ornamento guarda una curiosa y algo perturbadora historia detrás. Su origen se remonta a las viejas guerras de Flandes cuando el Duque de Alba para castigar la falta de arrojo de un contingente aliado de tropas flamencas se planteó ahorcar a todos sus miembros. Los soldados, resentidos con el duque, se colgaron del cuello una cuerda con un clavo para, llegado el momento, facilitar la ejecución. Pero las acciones posteriores de la unidad fueron valerosas, una reacción que no pasó inadvertida al Duque de Alba y que les salvó el pellejo… Y de paso convirtió los cordones en un atributo externo de lealtad y bravura, que perdura.
A esa primera imagen de Leonor de Borbón vestida de caqui con sus cordones rojos le seguirá una cascada de reportajes en prensa, radio y televisión que contarán la vida castrense de una chica de 17 años (cumplirá 18 en octubre), que se convertirá en Reina y en la primera capitán general, el mando supremo de las Fuerzas Armadas, que ahora ostenta su padre, Felipe VI. Un despliegue mediático por tierra, mar y aire, una publicidad impagable para el Ejército.
Tal vez no veamos a la princesa dando barrigazos contra el suelo, conduciendo un Leopard o disparando un lanzagranadas. O quizá sí. Pero seguro que la veremos embarcada como guardiamarina en el Juan Sebastián Elcano, y a los mandos de un PC-21 Pilatus, el avión con el que se forman los futuros pilotos de combate en la Academia General del Aire y el Espacio de San Javier (Murcia). Todo llegará.
De los tacones de las recepciones oficiales, las alpargatas de los veranos en Marivent y las deportivas casual del internado de Gales donde cursa el Bachillerato a las recias botas de infantería, no hay duda de que Leonor va a regalar una enorme visibilidad a las Fuerzas Armadas, y a eso se agarra la soldado Miriam García en su deseo de que más chicas se planteen abrazar la profesión militar, como hizo ella cuando tenía casi la misma edad que la Princesa.
García (Salamanca, 43 años) ingresó en el Ejército de Tierra en 1999, con apenas 19 años, y recuerda que en aquella época los cuarteles apestaban a machotes y no estaban preparados para recibir a mujeres. «Las cosas han evolucionado mucho, pero entonces no había aseos, ni dormitorios, ni vestuarios para nosotras, y también había una mentalidad bastante machista. Por un lado estaban los que te tenían entre algodones y te sobreprotegían, que eran los menos, y por otro los que te daban directamente el cepillo a la hora de la limpieza», recuerda Miriam, graduada en Psicología, pero que se gana el sueldo (1.250 euros) como militar de tropa. Leonor en su primer año en Zaragoza ganaría 400, como el resto de cadetes, pero ha renunciado.
García confía en que el paso de Leonor anime a otras jóvenes. «Sinceramente así lo espero. Al ser una figura tan relevante puede acercar esta profesión a chicas que nunca han pensado en las Fuerzas Armadas como una opción laboral», señala García, que forma parte de la AUME, la Asociación Unificada de Militares Españoles. Su secretario general, Iñaki Unibaso, subteniente del Ejército de Tierra, lo corrobora: «Llevamos muchos años estancados sin superar el 13% de mujeres y la presencia de la princesa puede ser un aliciente para romper esa barrera».
Lo mismo indica Zaida Cantera, comandante en situación de retiro y que hace diez años rompió moldes en una estructura tan jerárquica como la militar al tener el valor de denunciar por acoso sexual a un coronel. «Sin ninguna duda ayudará a visibilizar a la mujer en las Fuerzas Armadas. Las mujeres van a tener en la princesa un referente en el que mirarse. Saldrá en los periódicos y en la televisión y verán que ellas también pueden acceder al Ejército», opina la actual diputada del PSOE.
Hoy, 35 años después de que las primeras 26 mujeres ingresaran en las Fuerzas Armadas, su presencia sigue creciendo, aunque desde hace tres lustros avanza más despacio, sin lograr rebasar un muro que se le resiste, el 13%.
Según datos facilitados por el Ministerio de Defensa, hay 15.864 mujeres (12,996% de un total de 122.068 efectivos), solo 818 más que hace 15 años. Del conjunto de militares españolas, 8.756 forman parte del Ejército de Tierra (55%); 2.926 de la Armada (19%), 3.038 del Ejército del Aire (19%) y 1.144 (7%) de los Cuerpos Comunes (Sanidad, Jurídico, Intervención y Música), que pueden ir destinados a cualquiera de las tres fuerzas operativas. El porcentaje supera al de la media de los países de la OTAN, que roza el 11%.
Pese al estancamiento en tropa y marinería, en la escala de oficiales se ha producido una revolución en estos últimos cinco años. Se ha roto el techo de cristal y hoy tenemos dos mujeres generales (ninguna en 2018), 50 coroneles o capitán de navío (7) y 249 tenientes coroneles o capitán de fragata (164). Ha subido en casi cuatro puntos el porcentaje de oficiales y suboficiales. O sea, las mujeres mandan cada vez más, pero les cuesta avanzar puestos y aún siguen lejos de sus compañeros. Representan el 9% de los cuadros de mando y la mayoría, el 74%, presta servicio como soldados o marineros, la escala más baja.
Conciliar la vida familiar con la castrense sigue siendo el principal obstáculo en la carrera profesional de las mujeres, y más para una madre soltera como Ángeles Roda (Cartagena, 47 años), brigada de máquinas en el 'Galerna', un submarino de la clase S-71 con base en el arsenal de esa ciudad murciana. Se han producido avances (hay guarderías en los acuartelamientos y ante un embarazo se adecúa el servicio para no poner en peligro la gestación), «pero queda camino por recorrer».
Con una carrera militar de 28 años, Roda, madre de un niño de 5, se ha acogido a la reducción de jornada para poder cuidar a su hijo, lo que también ha comportado un recorte de su sueldo, de 2.300 euros a 1.900. «No se trata de quitar dinero al que concilia sino de pagar más al que navega más y pasa más tiempo fuera», opina.
«Yo he estado 23 años de mi vida entregada a mi unidad de submarinos, disponible las 24 horas del día, trabajando en la sala de máquinas, que no es un lugar cómodo, y con la peligrosidad que suponen las misiones bajo el mar, y ahora me penalizan por ser madre», se queja la brigada, que forma parte de la junta directiva de Asfaspro, la Asociación Profesional de Suboficiales, la mayor de las FF.AA..
Roda confía en que la 'mili' de Leonor dé publicidad al Ejército para poner en primera línea reivindicaciones como el aumento de sueldo o que la maternidad no frene la carrera profesional de las mujeres. En otras cuestiones, como la relación con los compañeros (más aún en un submarino con dos aseos y una única ducha para una tripulación de 60 hombres y dos mujeres) se ha avanzado mucho. «Cuando yo entré me encontré con muchas puertas cerradas. O no podía elegir destino o me rechazaban porque en la especialidad de máquinas nunca había habido mujeres y pensaban '¿pero qué hace ésta aquí?'». Hoy sonríe al recordar que un jefe que le negó la incorporación, años más tarde la reclamó varias veces. «Como al final nos hicimos amigos me permití decirle que no, jajaja».
El Observatorio Militar para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, creado en 2005 para reducir la brecha de género y los protocolos aprobados en 2015 frente al acoso sexual han contribuido a combatir el arraigado machismo de los cuarteles. «Yo nunca me sentí diferente a mis compañeros», dice María Purificación Al-Lal Baeza (Madrid, 39 años), teniente de navío y jefa de Metrología y Calibración en la base de Cartagena.
Graduada en Ingeniería de Telecomunicaciones, fue la primera oficial de la Armada en obtener la aptitud de buceo tras un curso temible con inmersiones a 50 metros. Y eso que es menudita y la miraban con la duda de si una chica de 1,60 iba a poder superar las pruebas. «No me pongo nerviosa en el agua y muchos hombres grandes y fuertes, sí» Pese a todo, «nunca sentí que me miraran raro por ser mujer. Jamás he tenido un problema».
Y la mentalidad de ellos también ha roto filas. «Son unas cracks, tan bravas como el que más», dice un militar de la UME, el cuerpo de élite que cuenta con 250 mujeres, el 7% de todos los efectivos. «Son las primeras en arrimar el hombro y no se quejan y mira que esto es duro. Y lo más importante, nunca pierden la calma. Son las mejores compañeras».
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