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Jorge Alacid
Martes, 14 de enero 2025, 08:57
En un vídeo que grabó bajando hacia el sótano donde dormía su 600 en compañía del resto de sus vehículos (otro venerable Mini, una simpática Vespa) se observa a Pepe Arenés en silencio, escuchando el sonido de sus propios pasos, conmovido aún por el desastre ... que rodeaba Guadasuar, el pueblo donde los aparcaba. La dana del 29 de octubre se cobró la vida de dos vecinos del municipio y dejó a su paso un paisaje de destrucción que todavía pervive en forma de los escombros acumulados a orilla del barranco del Magro, pero también queda como testigo de la catástrofe un elemento casi sobrenatural, milagroso. No sólo el prodigioso relato de las vidas que sí se salvaron y del compromiso del vecindario para ponerse de nuevo en pie sino proezas de orden menor que, sin embargo, ayudan a alimentar la moral decaída: es el caso de ese humilde Seat 600 que aguardaba a Pepe al final de ese tenebroso descenso al garaje que algo recuerda al descenso a un infierno desbordante de agua y barro. El querido automóvil que se encontró, en efecto, amenazado por la riada, cuya desdichada estampa justifica la exclamación que emite cuando concluye la primera inspección: «Uff».
Después de ese uff vendrían otros muchos pero tanta y tanta interjección, y un descomunal y solidario empeño en que su coche resucitara, merecerían luego la pena. ¿Cómo está ahora el 600? Pepe abandona el semblante pesaroso de aquel 30 de octubre y lo sustituye por una risueña sonrisa: «Está al cien por cien». Y exhibe otro vídeo donde, en efecto, el motor del vehículo resuena con un vigor admirable Ese formidable estado que presenta su coche, igual que los otros vehículos de su propiedad, le valieron cierta fama en redes sociales días atrás, cuando la historia de su 600 cobró una celebridad muy justificada: todos los días no se rescata del apocalipsis a un jovencito de 55 años, ese icono de la España del desarrollismo que nació en 1969 y que Pepe adquirió después de ser inoculado por el virus del coleccionismo. Empezó por una Vespa como la que pilotaba su abuelo (ha tenido luego una treintenta de esas totémicas motos), llegó después a las Guzzi, alguna Vespino, el Mini también y por supuesto el Seat 600, protagonista de estas líneas en atención a su espléndida longevidad.
El día de la dana, Pepe quiso marchar desde Carlet, donde reside y almacena su colección de motos, hasta Guadasuar, la localidad donde guarda sus coches. Un viaje por el curso bajo del río Magro desbordado como nunca, un escenario de horror tan exagerado y peligroso que tuvo que dar media vuelta y aguardar al día siguiente: de buena mañana, emprendió el mismo itinerario («Era como un paisaje de guerra», recuerda), llegó a su destino, descendió por el garaje con el agua a la altura de la rodilla para interesarse por sus posesiones y tropezó con una escena que resume en ese «uff». El Seat 600 tenía el agua metida dentro del habitáculo interior, que salía al exterior a través de unos orificios de su carrocería: un agua marrón, contaminada de lodo, que cubría hasta el asiento del conductor. Una imagen muy desalentadora que sin embargo no arredró a su dueño. Pepe llamó a un amigo provisto de un todoterreno para que entre ambos auparan el coche por la rampa del aparcamiento, lo sacaran a la luz del día, limpiaran los desperfectos y arañazos más groseros y… Y milagro: el coche «arrancó a la primera«. Y Pepe despejó el «inmenso pesar» con que había aparecido por Guadasuar y volvió a sonreír.
Es la misma sonrisa con que ahora relata sus primeras impresiones nada más recuperar sus coches: «Tuvimos que hacerle varios cambios de aceite por problemas en la caja de cambios aunque el agua no llegó a entrar al motor». Y añade: «Yo confiaba mucho en el 600. Y en el Mini también». ¿Moraleja? «Antes se hacían las cosas para que duraran», reflexiona en voz alta. «Y si se rompían», prosigue, «es porque era un daño mecánico, que se reemplazaba y ya está». Nada que ver con los nuevos modelos de producción de bienes de consumo, enfermos de esa desconcertante patología contemporánea llamada obsolescencia programada, que Pepe descodifica en estos términos: «Todo se fabrica para que te dure equis años porque no sale rentable un coche que dure toda la vida». Una evidencia ilustrada por su propio caso como dueño feliz de ese 600 de la generación 'boomer': «Secas los cables y a correr. ¿Que ha entrado agua al motor? Lo vacías y ya está. ¿Y los de ahora? Los coches de ahora no entra agua al motor de lo herméticos que son pero luego no lo puedes arrancar». Conclusión final: «Ahora no tienen vergüenza». Con un comentario adicional: «Yo uso mucho el 600 y el Mini y confío plenamente en ellos: sé perfectamente que no me van a dejar tirado».
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