Miguel Ángel Revilla
Entrevista. ·
El líder regionalista y comunicador televisivo presenta este jueves en Barakaldo su libro 'Toda una vida'. «Ya no voy a presentarme a elecciones, pero creo que tampoco me voy a jubilar», diceMiguel Ángel Revilla
Entrevista. ·
El líder regionalista y comunicador televisivo presenta este jueves en Barakaldo su libro 'Toda una vida'. «Ya no voy a presentarme a elecciones, pero creo que tampoco me voy a jubilar», diceHace ya siete meses que Miguel Ángel Revilla no es presidente de Cantabria, pero buena parte del mundo todavía no se ha enterado. Dos días a la semana, dedica la mañana a recibir a toda esa gente que quiere conocerlo, en citas de un cuarto ... de hora: «Hoy he tenido una familia de chilenos, otra de catalanes, otra de Gandía, unos estudiantes de Periodismo de la UPV, un grupo de Tenerife... Les regalo una jarrita con una caricatura mía en albarcas», detalla el veterano líder del Partido Regionalista de Cantabria, cómodo en esa posición a medio camino entre presidente emérito y atracción turística. A los 81 años, mantiene una agenda implacable que lo traerá el jueves a Barakaldo, para presentar su libro 'Toda una vida' (18.30 horas en el centro cívico Clara Campoamor).
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- Esa vida suya arranca en los años 40 en Salceda, allá en lo alto de Cantabria. ¿Sería otro si hubiese crecido en otro sitio?
- Los orígenes me han marcado de manera absoluta. Yo marché de allí con 11 años, pero volvía tres meses todos los veranos hasta los 17, y hoy sigo necesitando ir al menos una vez al mes. Me pongo en la Cruz de Cabezuela, donde van a tirar las cenizas mías, y veo los lugares donde guardaba el ganado, la escuela, la iglesia, Peña Labra, la casa... La dureza de aquella vida, sin luz ni carretera, y la solidaridad que había me marcaron: de haber nacido en el palacio de no sé qué, sería otra persona.
- ¿Qué queda de aquel chaval?
- Estoy perdiendo memoria de las cosas que me han pasado hace un año, pero puedo recitar los nombres de los 27 vecinos que vivían en Salceda, todos, casa por casa, con sus hijos. Sé cuál es la piedra donde cogí la primera trucha a mano, que con el cambio climático ya no tiene agua.
- El invierno habrá cambiado mucho allí.
- Entonces eran cuatro meses de aislamiento. El que nacía en invierno y no venía bien, se moría. Yo nací un 23 de enero con tres metros y medio de nieve, ¡cuántas veces le dije a mi padre que podía haberme hecho para nacer en verano! No había radio, no nos enterábamos de nada, y mi padre estaba suscrito al 'Abc' y, cuando se abría el camino, subía con el caballo y todos los periódicos del invierno en las alforjas. Entonces nos enterábamos de que acababa la Segunda Guerra Mundial y esas cosas. Ahora ya no nieva, el cambio es brutal. Por primera vez en la historia no se ha abierto la estación de Brañavieja.
- Vino a Bilbao a estudiar Económicas y le deslumbró.
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- Es que no se puede imaginar la diferencia que había en el año 60 entre Santander y Bilbao. La mentalidad de la gente era otra: se respiraba otra libertad, otra reivindicación, los 1 de mayo, el movimiento político...
- ¿Cuál fue su geografía emocional bilbaína?
- Yo estuve en dos pensiones, en la calle La Cruz y en Gran Vía, 18, y me asomaba al balcón de la calle Ledesma y veía aquellos coches que llegaban al Matxinbenta... Pero lo que me marcó fue entrar a La Viña. Yo había oído que Botín tomaba Paternina y tenía idealizado ese vino. Era como si me hablasen del caviar beluga. Entré acojonado a La Viña, con los jamones de pata negra colgados del techo, y oía a la gente pedir 'Paternina', 'Ponme un Paternina', 'Paternina pues'... ¡Pensé que eran todos Botín! Sin Bilbao no sé qué habría sido de mí.
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- ¿En qué sentido?
- Yo venía de un colegio donde me habían hecho 'bullying'. Se reían de mí por la manera de hablar, no tenía amigos, estaba traumatizado. Me llamaban el Mudito, porque, como hablaba con la u, prefería callarme, y sacaba unas notas horrorosas. Pero en Bilbao hice una carrera cojonuda.
- Fue director de sucursal bancaria. ¡Se sentiría atrapado en la oficina!
- Entonces los directores éramos captadores de recursos. El director bueno era el que hacía muchos clientes. A mí querían promocionarme, pero se me metió por medio el tema de la muerte de Franco, la autonomía... y me metí en el rollo este.
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- Así que ahí educó esa elocuencia tan suya.
- Es que, en realidad, a mí lo que me gusta es ser profesor. Vengo de maestros: mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana...
- ¿Qué echa de menos de ser presidente?
- Nada, yo me reciclo rápidamente. También en el 2011 dejé de ser presidente y descubrí una faceta que desconocía: ¡jamás había escrito nada! Espasa me lio a escribir el primer libro, que va por la edición 32, y ahora estoy con el octavo. Me reciclé a escritor, que es muy gratificante, aunque no te queda casi nada por libro: en ese minuto y medio que firmas un libro, ¡las cosas que te dice la gente! Uno de 14 años que te ha leído dos libros, o una persona de 97 que te dice que no había leído un libro nunca... Se me abren las carnes.
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- Además, en cuanto sale de Cantabria, muchos seguirán convencidos de que es presidente.
- Bueno, sí... Si haces una encuesta, yo creo que el 90% creen que soy el presidente, sí. Luego, mi cambio nunca ha tenido las connotaciones que crean traumas a otros: nunca he tenido coche oficial, sigo con el mismo Peugeot, nunca he tenido guardaespaldas... Ahora estoy en una placidez absoluta. Además, como dijimos que, si el PP ganaba y necesitaba nuestra abstención para no tener que pactar con Vox, nos absteníamos, eso nos ha dado una vitola de gente no carroñera, de partido señor.
- En sus 40 años como parlamentario, ¿en qué ha cambiado a peor la política y en qué a mejor?
- Ahora hay mucha gente que no ha hecho en la vida otra cosa que política. Yo dejé una vida cómoda no para ser presidente, sino para luchar por una idea. Desconfío mucho de esa gente que no ha hecho más que política, luego se aferran al cargo de manera que no hay quien les mueva: de los que ahora han dejado de ser ministros, la mayoría se han tenido que acoger a los dos años que tienen de sueldo y luego tendrán que ir al paro, porque no han hecho otra cosa y no hay ya tantas eléctricas ni tantas telefónicas para colocarlos a todos.
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- ¿Y a mejor nada?
- Yo creo que cualquier tiempo pasado fue peor, pero ahora mismo hay un cainismo en la política... Ya no hay rivales, hay enemigos, y esto que ha montado Pedro no puede salir bien: se pacta con gente que está en las antípodas. Vale todo por conservar el poder y eso no me gusta.
- En este mundo cada vez más lleno de populistas inquietantes, ¿cómo le sienta que le apliquen ese término?
- Es que a mí me gusta hablar con la gente, ir a las romerías y no a los entierros, andar en albarcas, cantar en los bares... Quizá por haber estado tanto tiempo callado en los Salesianos, después necesité explayarme. Me gusta que me tiren una foto, que me cuenten su vida: soy tan raro que me encanta que me quieran. No sé si es populismo o no.
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- También dicen de usted que no se sabe bien si es de izquierdas o de derechas.
- Yo soy progresista, siempre a favor del más necesitado. Lo de izquierdas o de derechas... Hay mil ejemplos de tíos que se llaman de izquierdas y no tienen nada de eso en su vida.
- ¿A quién le confiaría sus ahorros, a Sánchez o a Feijóo?
- Noooo, yo a mi mujer, a la familia. Los ahorros, que no son tantos, a políticos no, ¿eh?
- ¿Alguna vez se ha arrepentido de haber dicho algo?
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- Sí, sí, claro. Lo de la boda de los reyes fue terrible: conté que me encontré en el baño al rey de Noruega y hasta me pidieron una disculpa a la casa real noruega.
- También tuvo que dar una rueda de prensa para explicar aquello de que había perdido la virginidad con una prostituta en Bilbao.
- Eso fue muy loco, ¡no quería ni recordarlo! Hablamos del año 60, de un tío enano como yo... ¡Si yo no he ido jamás a un prostíbulo! Era un programa de Buenafuente con chavales de 14, 15, 16 años, me preguntaron y dije 'en Bilbao, a los 18... y pagando'. Yo, si me preguntan, nunca he contestado aquello de Pujol de 'hoy no toca'. Hablo y me cazan.
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- ¿La jubilación para cuándo?
- Yo ya no voy a presentarme a elecciones, pero creo que tampoco me voy a jubilar. Escribiré o lo que sea. Y sigo haciendo por devoción cosas que he hecho toda la vida, como participar en carreras de albarcas, el único calzado que tuve hasta los 10 años. El otro día en Torrelavega participamos sesenta personas en un desafío de 500 metros, corriendo en albarcas, y quedé el octavo: no me ganó ninguno de más de 30 años.
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