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Pues va y me toca escribir el Microfeminismo la semana de este 8 de marzo, que cae en domingo, y buscando algo apropiado para la fecha me asaltaba la semana pasada el acto de contrición de otro Domingo, el tenor, Plácido. Y pensé que quizá ... se iba a quedar un poco viejo el tema, sobre todo porque el goteo de asesinatos por violencia machista que no cesa mantiene esta lacra siempre de plena actualidad, pero este caso reúne tantos elementos típicos que merece la pena volver a hablar de ello, aunque ya lo hicimos hace unas pocas semanas cuando tantas voces reconocidas y reputadas salieron en defensa del artista denunciado por acoso por una veintena de colegas de profesión. Aún hay algo mejor; el público le dedicaba más ovaciones de la cuenta, otorgándole su apoyo incondicional sin más testimonios que su voz contra la de 20 mujeres. Pero es que él canta tan bien...
El artista, que hasta hace dos días negaba la mayor sobre las acusaciones, recibía un varapalo al concluir una investigación del sindicato estadounidense de artistas de ópera que sí acosó sexualmente a varias mujeres, abusando de su autoridad. Acepta ahora «toda la responsabilidad» sobre las denuncias. ¿Tendrá algo que ver en ello la condena recibida recientemente por Harvey Weinstein, el hombre que propició el MeToo y quien, declarado por violación y delito sexual, puede afrontar hasta 29 años de cárcel?
Este es un caso que reúne todas las características que suelen aglutinar este tipo de denuncias, pero amplificadas por la relevancia de los actores implicados. Para empezar, tenemos unas cuantas mujeres, las víctimas, que sacan a la luz hechos ocurridos hace décadas, lo cual ha servido, siempre sirve, para que la gente cuestione sus intenciones. ¿Por qué no lo dijeron antes? ¿Por qué ahora? ¿Qué están buscando? Segundo, el protagonista, el acosador, no es solo un famoso cantante, sino el tenor más importante del mundo. «¿Cómo decirle no a Dios?», intentaba explicarse una de las acosadas para hacer entender que esas dos letras, el no, podrían haberle costarle la carrera en un segundo.
Domingo negó los hechos, y teniendo como colchón la fama y el reconocimiento obtiene el respaldo de una buena parte de la profesión y del público; esto supone dar la espalda a las víctimas, buscando intereses ocultos en su proceder, y creer al acosador a pies juntillas. Este se cree con el derecho de abusar de la mujer que se le pone a tiro, porque es hombre, porque puede, porque tiene la fuerza y el poder sobre ella, lo mismo con insinuaciones abiertamente sexuales que tocando directamente sus pechos, según declaraciones de las víctimas. Pero es que, además, su poder era y es tanto, que ellas no solo se sentían acobardadas ante sus maniobras por su condición masculina y también de jefe, sino además porque no estamos ante cualquier jefe, hablamos de una especie de Harvey Weinstein (el productor todopoderoso de Hollywood) trasladado al canto.
Antes nadie entendía, ¿por qué no le dijeron que no? Tristemente, a muchos les ha hecho falta el reconocimiento de su culpa para exculpar a las víctimas. Exculpar, sí, porque las estaban culpabilizando, tachándolas de mentirosas, interesadas, exageradas, peseteras... Ahora hasta él entiende que «alguna de esas mujeres pudiera tener miedo para expresarse honestamente porque les preocupaba que sus carreras se vieran afectadas». Claro, porque era y es Dios en lo suyo. No parece muy difícil de entender, pero a algunos les costaba. A la pobre Ainhoa Arteta se le debe estar abrasando la mano que tan rápido dijo que pondría en el fuego por su amigo Plácido. Nos vemos en la manifestación.
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