Lupe Hernández, la enfermera que inventó el gel antibacterial
Microfeminismos ·
A mediados de los 60, disponer de jabón y agua tibia era un lujo inaccesible en muchas zonas rurales de EE UU. Nuestra protagonista descubrió que transformar el alcohol en gel podría salvar vidas y lo llevó a cabo, a pesar de ser mujer y latina en una sociedad que practicaba la segregación racial
¿Sería capaz de decir el nombre de una inventora o descubridora más allá de Marie Curie? Pues las hay, aunque hayan sido tradicionalmente ninguneadas, ... silenciadas o bien ocultadas tras una figura masculina. Katharine Wright, por ejemplo, inventó la aviación junto a sus dos hermanos, pero su nombre fue borrado de los libros de Historia. O Lise Meitner: descubrió la fisión nuclear pero los méritos y el premio Nobel fueron para su colaborador. Estos días en los que más que nunca debemos ensalzar la labor de los sanitarios nos parece de justicia recordar que el mérito de que dispongamos de gel antibacterial es de una enfermera, Guadalupe Hernández, que tuvo la genial idea en 1966. A pesar de que, desde entonces, su uso ha salvado millones de vidas, la única referencia sobre su trabajo se encuentra en una sola publicación (The Growth and Development of Nurse Leaders).
Una de las pocas imágenes que existen de Lupe Hernández.
De Lupe, como se la conocía, se saben pocos datos. De ascedencia hispana y natural de Bakersfield, una localidad a 160 kilómetros al norte de Los Ángeles, era una joven estudiante de enfermería cuando se dio cuenta de que el alcohol en forma de gel podría ser la solución para trabajar en situaciones de carencia de jabón y agua caliente, una circunstancia a la que se debía enfrentar habitualmente durante sus prácticas en la sociedad rural estadounidense de mediados de los años 60.
Así, se puso manos a la obra hasta que, en colaboración con un pequeño laboratorio local, dio con la eficaz fórmula: una solución con alcohol de entre el 60 y el 65%, capaz de matar el 99,9 % de las bacterias de las manos en 30 segundos. En poco tiempo, el producto se popularizó, sobre todo en consultorios y clínicas de la zona. Lo patentó casi por casualidad, tras ver por televisión un programa sobre inventos en el que difundieron un número de teléfono.
Originalmente, el gel tuvo exclusivamente un uso sanitario en los hospitales locales aunque, vista su eficacia y escaso coste, pronto se expandió por el resto de estados hasta dar el salto internacional. No fue hasta 1988 cuando empezó a ser comercializado en establecimientos abiertos al público por empresas como Purell y Gojo, dos compañías estadounidenses que siguen siendo punteras dentro del sector de los desinfectantes de mano. El uso diario de los geles hidroalcohólicos alcanzó su cénit a partir de 2009, con la gripe porcina H1N1 y estos días, debido a la crisis del coronavirus, su consumo ha vuelto a dispararse hasta llegar a producirse situaciones de desabastecimiento.
De su inventora poco más se sabe aunque es de de suponer que sacar adelante su invento no sería tarea fácil, siendo una mujer de origen latino en una sociedad racista que practicaba la segregación. Quizás esa llamada que realizó casi al azar a la oficina de patentes le reportó unos pingües beneficios, no lo sabemos. En cualquier caso, más que prestigio porque, una vez más, su historia y méritos han quedado silenciados.
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