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Laura Velasco
Granada
Jueves, 9 de enero 2025, 13:00
Una pierna rota no es nada si lo comparamos con el que hubiera sido su destino asegurado, la muerte. Salvó la vida por un segundo, una mirada, una casualidad. Era un indigente que buscaba protegerse del frío, se metió en un contenedor y se quedó ... dormido. El camión de la basura llegó. Sus brazos lo subieron y vaciaron el contenido. La prensa trabajaba a todo trapo cortando y presionando el material introducido. Hasta que Raúl, el conductor, la vio. Era una mano. Paró el sistema y le salvó la vida.
Ocurrió el pasado sábado, 4 de enero, en Almuñécar. A Raúl Moya, trabajador desde 2019 de FCC -empresa de tratamiento de residuos sólidos urbanos-, ese día le tocaba recoger cartón con el camión de carga lateral. Salió a primera hora de la mañana. A las 6.15 horas llegó a la plaza de San Cristóbal. El contenedor azul no solo contenía papel y cartón, aunque en ese momento Raúl, natural de El Ejido (Almería), no lo sabía. Un sintecho se había refugiado dentro del frío. Llevaba puesto un pantalón vaquero y dos camisetas finas de manga larga. Las temperaturas habían sido bajas esa noche y la desesperación le había llevado a colarse ahí y cubrirse con cartones, un error garrafal.
Cuando Raúl subió al contenedor, que estaba lleno, no notó nada extraño. Ningún movimiento inusual le puso en alerta. «Cualquiera en su lugar se hubiera revolucionado, pero no sé si por estar dormido no le dio tiempo a reaccionar. Vacié el contenido y la tolva se me llenó, pero a él no lo vi», explica a este periódico. El funcionamiento del camión es el siguiente. Cuando conecta la toma de fuerza y selecciona el modo automático, la prensa se abre y se cierra para comprimir el cartón. Es una especie de plancha de hierro que, conforme algo cae, lo corta por la mitad para hacerlo más pequeño y lo aplasta. En aquel momento estaba activo ese modo automático.
Justo cuando iba a bajar el contenedor, Raúl miró la cámara de la prensa y solo vio cartón, como siempre. Aún no sabe por qué, pero con el rabillo del ojo no apartó la vista. Y menos mal. «Me pareció ver algo en mitad de la tolva, una mano. La vi de casualidad, era casi imperceptible. Mi reacción fue quitar la toma de fuerza y desconecté la prensa para que no fuese automática», relata.
Raúl se subió al camión y se asomó a su interior. Allí estaba él, un hombre «que estaba siendo engullido poco a poco, como en unas arenas movedizas». También tenía una herida importante en la pierna. «Se le apareció la virgen, los espíritus y todos los santos para que yo lo viera», confiesa. Ya lo había localizado y salvado de una muerte segura. Ahora había que auxiliarlo.
Acudieron varios efectivos, según información recabada por este periódico. Por un lado, Bomberos del parque de Almuñécar, cuyo trabajo fue extraerlo en camilla. Profesionales sanitarios acudieron en ambulancia para atender al herido. La Policía Local de Almuñécar controló la zona. Por último, la Guardia Civil también fue activada. Desde que Raúl dio el aviso hasta que siguió su marcha, pasaron unas dos horas. Después, se dirigió a Motril a descargar el camión. Fue acompañado por la Benemérita, que recuperó una mochila negra propiedad del herido. Raúl siguió trabajando hasta finalizar el turno.
Fuentes municipales confirman a IDEAL que se trata de un indigente que se refugió en el contenedor buscando entrar en calor. Ha sido atendido en varias ocasiones por la Policía Local de Almuñécar, que le ha ofrecido recursos habitacionales para dormir, aunque todas «han sido rechazadas». Fue ingresado en el Hospital de Santa Ana de Motril, donde permanece hospitalizado, pero fuera de peligro, según apuntan fuentes sanitarias.
«La imagen de ese hombre no se me borra. Su mano, luego su cabeza. Cómo intentaba trepar. No le recomiendo a nadie esa sensación», afirma el almeriense. Cada vez que piensa que el individuo se refugió en el contenedor, se le eriza la piel. «Meterse ahí es buscarse la ruina, hay gente que ha muerto así. Es muy peligroso», insiste. Los reflejos de Raúl y su entereza a la hora de tomar decisiones cambiaron el destino de aquel hombre. Si tarda unos segundos más, admite, hubiera acabado «partido en dos y engullido» por la máquina. Su encargada y sus jefes de Granada le han felicitado por su actuación. «Me dijeron que gracias a mi concentración le había salvado la vida al hombre», confiesa orgulloso, aunque preferiría no haberse topado con esa situación. La imagen de aquel hombre tardará mucho tiempo en borrarse de su mente.
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