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laura castellanos
Martes, 6 de octubre 2020, 00:31
Vivimos en un mundo conectado pero, ¿qué ocurre con aquellos que han pasado la mayor parte de su vida en 'analógico'? Hay quien aprende rápido, quien requiere de un proceso más lento y quien no se interesará nunca por lo que acontece al otro lado de la pantalla. Si bien todas las opciones son válidas, no hay que perder de vista que la tecnología debe de ser accesible sin distinción de edades ni recursos, mucho más en los tiempos que corren.
Julio Uzandizaga sustituyó al ponente previsto para hablar sobre estos temas, el coaching digital de Aiara Valley, Venan Llona, quien no pudo asistir por motivos de salud. Pese a todo, comparten una perspectiva común, pues tal y como argumentó el experto, «en las circunstancias actuales, el mayor obstáculo no está en entender la tecnología, sino en poder acceder a ella».
Estas pasadas semanas se ha puesto de manifiesto cómo muchos mayores que nunca antes habían mostrado interés en dispositivos móviles o que se les hacía cuesta arriba comenzar a entenderlos, se veían frente a la máquina en forma de videollamadas a hijos, nietos o entorno cercano. Pero la cuestión va más allá de mantener el contacto con amigos y familiares, y para muestra casi cualquier gestión administrativa que haya que llevar a cabo. «Muchas situaciones habituales les obligan a exponerse, algo tan sencillo como poner la cartilla al día para ver si me han ingresado la pensión exige hacer colas interminables ante las entidades financieras. Más tiempo en la cola, mayor riesgo», lamentó.
Entonces, ¿por dónde empezar? Primero, teniendo claro que «el aprendizaje no entiende de edades». Adquirir conocimientos es factible en cualquier momento, lo fundamental, insistió, es «querer aprender y disponer de quien te pueda acompañar en ese proceso de aprendizaje». Aunque sí recomendó que éste se lleve a cabo en un entorno de confianza «en el que puedas preguntar libremente e insistir las veces que haga falta».
En la tecnología, pero también en otros ámbitos, adquirir conocimientos no supone lo mismo para una persona joven que para alguien más mayor. Respetar, por tanto, los ritmos de cada uno supone el otro gran punto a tener en cuenta. Dicho esto, lo siguiente es abordar el mundo de las aplicaciones. El coaching recomienda apostar por las competencias digitales básicas. «Todo el mundo no sabe manejar el correo electrónico, enseñemos a quienes no han tenido la ocasión de utilizarlo antes, es imprescindible para cualquier trámite administrativo hoy en día». Otra opción sencilla, añadió, es la gestión de los contactos y el calendario. «Tener los datos de las personas con las que te comunicas siempre a mano supone un avance muy grande respecto al listín telefónico en papel». Aunque, por otro lado, «si además quiero mantener una agenda tradicional de bolsillo, ¿por qué no?».
Adentrarse en los pormenores de WhatsApp, almacenar fotografías y recuerdos en formato digital, recurrir al dispositivo para ver una película, escuchar una canción o leer un libro... Como recordó el experto, «todo el ocio hoy en día se basa en soportes de tecnología, ayudemos a las personas a saber cómo acceder a él, cómo usarlo, cómo disfrutarlo aunque no puedan ir a la biblioteca, al cine, al teatro, al concierto o a la ópera».
El término 'tecnología práctica' se define como «aquella que sirve para el usuario que la utiliza». En esa línea, Venan Llona creó en 2009 la expresión '#UsoConSentido' –tal y como adelantó en declaraciones previas a este periódico–, en compañía de Mentxu Ramillo. Por un lado, «implica que el usuario consciente y voluntariamente quiere usar esa tecnología». Además de poder desistir de ella llegado el caso. «Nunca debe ser una imposición irreversible», argumentó. Aunque los incovenientes no son pocos. «Nos hacen esperar colas kilométricas o tiempos de espera inasumibles y eso mediante la supuesta 'cita previa' que exige hacerla en un teléfono (no siempre gratuito) que no coge o comunica permanentemente».
Por otro lado, matizó que el uso de la tecnología debe hacerse, además, con sentido común. «Se utiliza porque nos resulta práctico. No la usamos porque alguien nos lo impone, sino porque parece razonable, sencillo y útil». Se asume el «conocer las ventajas, inconvenientes y límites en el uso de cualquier tecnología y realizar un uso adecuado de la misma sea cual sea». Aquello de «'como tengo Twitter puedo decir lo que quiera' o 'tengo una cámara, hago una foto a quien me da la gana y la comparto en la red social que me apetece'», ejemplifica, «no es usar una tecnología de manera razonable».
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