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Es sorprendente dónde te puede alcanzar como un dardo una verdad revelada. Moisés tuvo que subir al monte Sinaí para recibir de mano de Dios las tablas de la ley... A mí me bastó con ir a la playa. Ocurrió durante estas últimas vacaciones en ... un coqueto chiringuito de Bidart frecuentado según dicen por los Urdangarin, cuando los Urdangarin rebosaban atractivo y ataban los perros con longaniza... Y no. No fue en piedra esculpida sino en tinta grabada sobre carne mortal donde se me manifestó esa revelación epifánica. Tampoco me llegó de la mano de Dios sino por medio del antebrazo de una camarera. Entre picoteo de 'Padrones', como denominan con rimbombancia los franceses a nuestros pimientos de Padrón, y degustación de lubina a la mantequilla, de pronto mis ojos chocaron con aquel mensaje escueto y definitivo, tatuado con letra de vieja máquina Olivetti en perpendicular a la muñeca derecha de aquella eficiente chica que no paraba de traer y llevar platos... 'Be here now', decía en inglés. 'Estate aquí ahora'. Nada nuevo en realidad. Una expresión de la muy manida moda del 'mindfulness'. Y sin embargo aquello me pareció los diez mandamientos condensados en tan solo tres palabras. Tal vez fuera el vino blanco de la región... Pero no creo, porque esa frase ('Be here now') me ha asistido como un mantra el resto de mis vacaciones cada vez que mi mente amenazaba con despeñarse por los acantilados de la anticipación de obligaciones, de despedidas, de los negros pronósticos de la pandemia... Estate aquí ahora, me decía. Y lo he hecho. También hoy. Aquí, ahora, con este siempre temido primer 'candelabro' después de un largo paréntesis en el que, para mi sorpresa, ese 'Be here now' ha venido a rescatarme.

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