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Son algo más que un manjar asociado a momentos de deleite gastronómico. Las ostras son cruciales en la depuración de los mares porque, como la mayoría de los bivalvos, purifican el agua a través de sus branquias, la aclaran, controlan la reproducción de las algas ... y atraen a otras especies marinas. Un solo ejemplar filtra entre 120 y 160 litros cada día al eliminar los contaminantes nocivos de nutrientes como el nitrógeno, el fósforo y el dióxido de carbono. Pero estas 'limpiadoras' del mar no dan abasto últimamente con tanta contaminación. El último episodio ha puesto en pie de guerra a los criadores de ostras de la Bretaña francesa, que han lanzado un SOS ante lo que consideran una «emergencia ecológica».
Hasta nuevo aviso, las autoridades sanitarias del país han prohibido la pesca y venta de estos moluscos en la bahía de Mont-Saint-Michel y otras áreas de cría de mariscos en la costa noroeste de Francia tras haber detectado partidas afectadas por el norovirus, un organismo responsable de infecciones gastrointestinales muy contagiosas, que produce fiebre, vómitos y diarreas durante dos o tres días.
Esta misma semana, una alianza de productores de ostras, hastiados de la desidia del Gobierno galo, ha respaldado una petición para que se tomen medidas urgentes y se aprueben compensaciones para el sector. «Lo que estamos viviendo en estas últimas semanas es un verdadero desastre económico y humano y es consecuencia de un estado incapaz de proteger nuestra magnífica costa», advierte Philippe Le Gal, presidente del Comité Regional de Mariscos (CRC).
A día de hoy, y después de medio mes en el dique seco, los productores tienen muy claro cuál es el origen de esta epidemia, que ha afectado ya a casi la mitad de las granjas de ostras de la región sur de Bretaña (150 de un total de 330). Atribuyen este contagio a la contaminación de todo ese litoral por aguas residuales que no han sido tratadas adecuadamente en las plantas depuradoras antes de llegar al mar. Este colectivo culpa a las autoridades locales, que «aplauden la llegada masiva de residentes y turistas», de dar cada vez más licencias de construcción y de «mirar para otro lado cuando hay un problema en la gestión del saneamiento de la zona», lamentan.
En su escrito, los criadores de ostras hacen responsables a las instituciones locales de permitir el vertido de enormes cantidades de agua contaminada al mar y de «envenenar a nuestras ostras, ahora infectadas con el virus de la gastroenteritis humana, el norovirus», recalcan.
Conocidas internacionalmente, las ostras de Bretaña son muy apreciadas por su sabor yodado, especialmente las del golfo de Morbiha, un auténtico mar interior al abrigo del océano donde se cultiva el 10% de toda la producción del país. «Ahora tampoco podemos trabajar allí; no es saludable», se quejan los productores. Sin embargo, Pautrice Faure, prefecto de la Policía Local de la región, ha salido al paso de las críticas y ha asegurado que se trata solo de una «crisis temporal» causada por una combinación inusual de bajas temperaturas y fuertes lluvias, que han provocado la expulsión incontrolada de aguas residuales y su vertido a los ríos.
Aunque en su ánimo está solicitar al Gobierno que se aceleren las investigaciones para encontrar un proceso de descontaminación rápido para las granjas afectadas, en el sector llueve sobre mojado después de que el calentamiento global haya afectado también a la producción de la ostra.
En la región de Bretaña y en la de Normandía, los ostricultores lamentan los largos periodos de sequía. «Sin lluvia para transportar las sales minerales hasta el mar no hay plancton, alimento básico de las ostras, y éstas no crecen», aclaran. Aunque ese no es el problema más grave. Es la temperatura del agua. Desde 2008, el sector registró una alta tasa de mortalidad entre las larvas y las pequeñas ostras. Los estudios culpan a otro organismo, el virus herpes OsHV-1, inofensivo para el ser humano pero mortal para las ostras en aguas entre los 16 y 24 grados. Demasiados frentes abiertos para seguir siendo tan suculentas.
Primer productor de la UE. Francia, primer país productor y consumidor de ostras, tiene siete cuencas ostrícolas (Normandía, Bretaña Norte y Bretaña Sur, Vendée, Charente-Maritime, Arcachon y Mediterráneo) y cada una de ellas tiene su particular forma de cría: suspensión, elevación y suelo. De estos cultivos sale 82%o de toda la producción de la Unión Europea.
4.500 granjas. Según las autoridades francesas, las 4.500 granjas ostrícolas del país comercializaron 100.000 toneladas de bivalvos en 2017, a unos 5.000 euros la tonelada. La ostra hueca japonesa es la variante más habitual en los mercados.
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