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La polémica ha acompañado a José Ignacio Munilla en sus distintas manifestaciones dentro y fuera del púlpito, lo que le otorgó una imagen pública que difiere de la que dibujan en su entorno, donde lo reconocen como una persona amable y dialogante en la distancia ... corta. Sus defensores dicen que con su marcha de Donostia, su ciudad natal, se pierde a un hombre «que ha ayudado a abrir la Iglesia a otras realidades».
Desde que en 2008 salió en todas las quinielas como sucesor de Juan María Uriarte al frente de la diócesis de San Sebastián, nunca ha dejado indiferente a nadie. Su escasa identificación con el clero guipuzcoano y su funcionamiento hasta entonces al margen del obispado motivaron una fría acogida en Gipuzkoa. El propio Uriarte -que se jubilaba a sus 76 años-anunció la identidad de su sucesor a través de un vídeo para evitar una comparecencia pública, en el que instó a la Iglesia guipuzcoana a aceptar a Munilla como «legítimo pastor» y a mantenerse unida con fe «aún en medio de las dificultades».
La comunidad guipuzcoana sintonizaba más con la candidatura del obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi y, de hecho, 131 religiosos -incluidos 85 de los 110 párrocos guipuzcoanos, el 77% de ellos- firmaron un escrito en el que manifestaban su «dolor y profunda inquietud» por la llegada de Munilla, que entendían como «una clara desautorización a la vida eclesial» que seguía la diócesis. En una entrevista en este periódico, aseguró que se tomaba todas estas críticas «con un punto de humor», consciente de que «nunca una hormiga había levantado tanta polvareda». Entendía que su nombramiento ni era «una imposición» ni obedecía a «motivos políticos».
Su declaración de intenciones, en cualquier caso, quedó patente al mes de su nombramiento, en febrero, cuando la editorial PPC debió pedir la retirada del mercado de la novena y renovada edición del libro 'Jesús. Aproximación histórica', del teólogo guipuzcoano José Antonio Pagola, exvicario de José María Setién. Contaba con el aval de Uriarte, pero llevaba casi tres años perseguida por los sectores más conservadores de la Iglesia.
Aquella decisión se entendió como un varapalo más al obispo emérito de San Sebastián y un aviso a navegantes en la teología progresista, lo que provocó la reacción de 252 sacerdotes vascos, que a trevés de una carta abierta reclamaron explicaciones por la retirada de la obra, de la que en dos años se habían vendido más de 60.000 ejemplares. Tres semanas después de la confiscación del 'bestseller' religioso -que luego superó los 100.000 ejemplares-, Munilla evitó dar una opinión públicamente, y reconoció que no lo había leído.
. Tampoco es que haya eludido el cuerpo a cuerpo. El teólogo franciscano Joxe Arregi terminó colgando los hábitos «para no acatar» órdenes del obispo, al que había acusado de querer desterrarlo a América. La entonces consejera vasca de Educación y luego ministra, Isabel Celaá, también le pidió explicaciones tras escuchar al prelado, desde la primera fila de la basílica de Loyola en la homilía del día de San Ignacio, sus críticas «al fracaso educativo». Siempre abogó por «normalizar» la asignatura de religión en la enseñanza, y llegó a denunciar «coacciones» en los colegios para no elegir esta materia.
Uno de los momentos más delicados lo vivió cuando uno de sus vicarios de confianza, Juan Cruz Mendizabal, 'Kakux' -al que Munilla nombró por sorpresa pese a que había sido uno de los 131 religiosos que firmaron en contra de su candidatura al obispado-, fue acusado de tocamientos sexuales a dos menores ocurridos entre 2001 y 2005. Los hechos trascendieron en enero de 2017, nueve meses después de la renuncia de 'Kakux' a su cargo como vicario general «por motivos personales». Luego al menos hubo dos denuncias más. El religioso admitió su culpa ante el tribunal canónico, y se convirtió en el primer caso de abusos reconocido en la Iglesia vasca. La diócesis de San Sebastián pidió «perdón» desde «el dolor y la vergüenza» causados por un hecho que hirió «profundamente la comunión». Meses después, y cuestionado por otros casos de pederastia en la Iglesia católica y el Vaticano, Munilla aseguró que «los procesos puestos en marcha por la Santa Sede y la reforma para llevarlos a cabo están siendo efectivos».
Joseba Egibar, presidente del PNV en Gipuzkoa, lo tachó de ultraconservador. «Más a la derecha tiene la pared porque, como Rouco Varela, no hay nada más a la derecha».
El 77% de los religiosos del territorio firmó un escrito en el que expresaban su «dolor y profunda inquietud» por la llegada de Munilla, cuya designación veían como una «desautorización».
Sensible al problema de la droga, colaboró con Proyecto Hombre en Zumarraga. «En casa de José Ignacio lo mismo se rezaba el rosario que se pasaba el 'mono' con un yonki», decía una feligresa.
Causó polémica la transformación de la sede de la curia en 26 apartamentos con licencia de hotel. La operación contaba en todo caso con la aprobación del Consejo Presbiteral.
Juan Cruz Mendizabal, uno de sus vicarios de confianza, se declaró culpable de tocamientos a dos menores en 2001 y 2005. Se le apartó de la curia y recluyó en una institución religiosa.
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