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Oskar Ortiz de Guinea
Viernes, 14 de marzo 2025, 14:15
Tras la declaración esta mañana de los tres últimos testimonios a puerta cerrada, el juicio al monitor de surf de Hondarribia acusado de abusos sexuales ... a once menores ha llegado este viernes, en la quinta jornada de la vista oral en la Audiencia de Gipuzkoa, a la fase de audiencia pública.
En una declaración que se ha prolongado durante 45 minutos, la madre ha asegurado que «nunca» sospechó que su hijo hubiera podido realizar los actos de los que se le acusa. Si lo hubiera sospechado, ella habría intervenido porque «tengo nietos pequeños que vienen a casa todos los fines de semana».
A su juicio, el procesado «era buen profesor» y «muy querido» por los chavales y sus familias, algunas de las cuales le hacían regalos o le invitaban a comer. Ha reconocido que era «habitual» que los menores, «de 12 o 16 años», fueran a su casa, una vivienda de unos 60 metros cuadrados con dos habitaciones, salón, cocina y sala, en la que convivía con su hijo. Los menores solían ir «en grupo», aunque «había uno que venía, comía y se iba». Uno solía ir a la salida de clase, antes de que llegara su hijo, y lo hacía pasar al dormitorio «para que viera vídeos de surf».
Según la mujer, su hijo comía con ella y luego iba a la habitación con los chavales, donde veían videos en la televisión o el ordenador o escuchaban música, una de las aficiones de su hijo, que tenía una mesa de mezclas y pinchaba música en locales de Hondarribia e Irun.
Ve normal que el monitor se fuera a su cuarto con los alumnos, «porque si fueran a la sala yo tendría que irme a mi cuarto». Cuando entraban cerraban la puerta, que no tiene pestillo y ella solía entrar: «Tocaba la puerta y entraba», igual a dejar ropa planchada o una limonada. Y aunque los menores se solían sentar en la cama, apoyados sobre el cabecero, o en las dos sillas que había en la estancia, una plegable, ella «nunca» vio a su hijo en una actitud sospechosa.
El fiscal y una de las acusaciones le han comentado que un menor refirió en la instrucción del caso que la mujer entró en el cuarto una vez que él estaba con los pantalones bajados, a lo que ella ha respondido que «eso es una mentira como una casa».
Respecto a los campamentos que el surfista organizaba con menores en localidades de la costa gala, ha explicado que ella misma y algunos de sus hijos y nietos coincidieron esos días de vacaciones. Se alojaban en bungalós cercanos, y nunca observó a su hijo en una situación comprometida con algún menor.
Tras la intervención de la mujer, la magistrada presidenta de la Sección Tercera ha ordenado un receso de 15 minutos para que madre e hijo pudieran tener un rato tranquilos en la sala.
Después han testificado dos monitores de surf, tres ertzainas y otra persona que ha aportado el testimonio más relevante. Fue una tarde de septiembre de 2019, cuando este varón visitó el museo Oiasso de Irun. Según ha relatado, al acceder a la primera planta por la rampa, desde la cristalera observó en la calle «una furgoneta blanca con el portón trasero levantado». En las inmediaciones, varios chavales estaban entretenidos «con sus móviles», y en la parte trasera vio al encausado sentado en el maletero hablando con un menor, de unos 12 años, que estaba de pie. Según percibió, hablaron «varios minutos» en los que el monitor tuvo sus manos «metidas por dentro del pantalón en los glúteos del chaval». Entonces no reaccionó, aunque al conocer las acusaciones posteriores, «habría actuado de otra manera».
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