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«Me llamo Segundo y soy alcohólico»
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Segundo Cepa, en rehabilitación, narra su historia y subraya que la suya es «una enfermedad como otra» cualquiera, por eso «no me da vergüenza dar la caraIGNACIO VILLAMERIEL
Miércoles, 15 de noviembre 2017, 16:09
Segundo Cepa ha tenido desde siempre un sentimiento de no gustarse a sí mismo. De compararse con los demás y ver que a ellos les salía todo bien mientras que él quería ser otra persona. «Y el alcohol sacaba de mí ese otro que yo quería ser». El problema es que esa sensación se reducía solo al momento álgido de la borrachera. Pero al día siguiente siempre se encontraba mal y tenía que acallar los efectos negativos volviendo a consumir, «generalmente alcohol».
Lo que empezó como un consumo de fines de semana se convirtió en algo esporádico también entre semana y, finalmente, paso a ser diario. «Era una necesidad, veía que la gente funcionaba bien y yo quería hacerlo igual», sostiene.
«Esto empezó desde bien joven». Segundo sentía que los demás avanzaban en la vida y él se iba quedando estancado. No tenía «una meta», ni le encontraba la chispa a la vida. De hecho, cuando echa la vista atrás y recuerda su juventud, ve un pasado «en blanco y negro». Por eso recurría una y otra vez a la única forma que conocía «equívocamente» de darle color a la vida, «consumir».
Unos consumos que empezaron cuando tenía 14 años bebiendo cerveza. «Como tenía una tolerancia muy buena, pensaba que controlaba y que no había ningún problema».
De hecho, las consecuencias tardaron un tiempo en evidenciarse. «Ya pasando la juventud, poco tiempo después de tener contrato laboral, empecé a ver que aquello no era lo normal. El alcohol me fue pasando factura en todos los aspectos, porque hasta entonces había parcheado mi vida en lo social, en lo familiar y en lo laboral. Había ido poniendo excusas pero aquello se empezaba a destapar al 100%».
Por aquellos años, Segundo aún vivía en el domicilio familiar del barrio de Añorga en San Sebastián. Su madre, María Luisa Caballero, que hasta ese momento había escuchado en silencio la narración de su hijo, toma la palabra: «Yo notaba cómo él venía bebido a altas horas de la madrugada pero pensaba que era un vicio».
Le decía: «Deja de consumir». A lo que él respondía que sí, que mañana volvería pronto a casa. «Pero me engañaba. Venía más tarde aún, y yo me pasaba las noches enteras esperando a que llegara. Muchas cosas me las iba tragando yo solita y sufría mucho mirando por el balcón a ver si aparecía». Segundo llegaba algunas veces bien, «pero otras se presentaba con el coche estropeado porque se había dado un golpe».
Su madre le gritaba entonces: «¡Deja de beber, eres un vicioso!». Y María Luisa se emociona por primera vez al recordar que «muchas veces le llegué a insultar. Le decía cosas de las que ahora me arrepiento mucho porque he comprendido que lo que tiene mi hijo es una enfermedad», dice con la voz quebrada.
Tras una breve pausa para recuperar la serenidad, María Luisa retoma la narración: «Con ese comportamiento le estaba dando más facilidades y estoy muy arrepentida de muchas cosas que he hecho», se autocrítica.
«Ahora, si mi hijo volviera a caer, sabría cómo actuar y le ayudaría de otra forma», asegura la madre de este alcohólico en rehabilitación que no duda en dar la cara para visibilizar lo que le pasa. «Tengo una enfermedad como otra cualquiera», afirma Segundo Cepa, «por eso no me da vergüenza salir con foto, nombre y apellido», reconoce sin tapujos.
A dar ese paso, que no es fácil, les han ayudado en Aergi, la Asociación de alcohólicos y adictos en rehabilitación de Gipuzkoa. «Sin estar en la asociación no hubiera sabido cómo actuar», afirma Segundo. «Yo vine muy mal pero ahora estoy mucho mejor gracias a las terapias para familiares que también ofrecen», apostilla su madre.
Segundo recuerda como si fuera ayer el día que escuchó la llamada despertadora, el día que se le cayó la venda de los ojos. «Aquello se me estaba yendo de las manos, mi vida se estaba desmoronando en todos los sentidos y un día tuve una intención seria de quitarme la vida, de salir por algún lado. No sabía por dónde, ‘¿por una ventana?’», se pregunta el añorgatarra.
La noche anterior había estado «consumiendo». Al llegar a casa le dijo a su mujer (por aquel entonces ya estaba casado): «Vámonos al médico porque esto no es normal». «Hasta ese momento no me consideraba un enfermo», recuerda Segundo.
«Topamos con un doctor que sabía de lo que hablaba y fue quien me abrió los ojos. Me dijo sin ambages que estaba enfermo y que era una enfermedad que no tiene cura, que es crónica, pero que no saliese por la puerta de rositas porque podía hacer muchas cosas para detenerla. Aquello se me pegó», asegura Segundo, que se encamina hacia el sexto año de abstemia. Aquel médico le habló de manera clara, «diciendo incluso algún taco», y ese fue el punto de inflexión. Alguien por primera vez le decía que se podía poner una solución, «y aquello fue un abrirse el cielo para mí», rememora.
Aún así, a partir de ese momento, Segundo conseguía estar un par de meses sin consumir pero luego volvía a caer en la tentación. «Entonces me recomendaron que viniera a Aergi, y aquí llevo seis años sin apenas haber tomado prácticamente nada. El cambio ha sido buenísimo. Sin Aergi no podría seguir, son cuatro sesiones de terapia a la semana que hacen su efecto».
En ellas, cada adicto expone sus experiencias en una terapia de espejo, «en la que yo me veo reflejado en los mismos problemas que han pasado mis compañeros», sostiene el añorgatarra, que reconoce que hace unos años no habría podido relatar su historia si antes no se hubiera tomado un par de tragos para templar los nervios. «Además te estaría contando batallitas», apostilla.
Hoy se celebra el Día Sin Alcohol y desde la Asociación de alcohólicos y adictos en rehabilitación de Gipuzkoa (Aergi) han organizado una charla-coloquio en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de San Sebastián a las 19.00 horas. En ella participarán diferentes agentes del estamento médico y sociosanitario como el director de la Red de Salud Mental de Gipuzkoa, el doctor Álvaro Iruín; la secretaria de Aergi, Yolanda Anguera; y el propio presidente de la asociación, Josean Fernández. Los tres debatirán en un coloquio cuyo lema es ‘Alcohol, alcoholismo y sociedad, ¿a dónde vamos?’, que se cerrará con las preguntas de los asistentes antes de las 21,00 horas.
Los familiares también tienen su propio grupo de terapia. «Cada día aprendemos una cosa nueva», afirma María Luisa, que a veces acude a las sesiones en compañía de su nuera. «Un día nos preguntaron: ¿Si él tuviese un cáncer le ayudaríais?». A lo que María Luisa respondió que «claro que le ayudaría. Lo haré siempre», y más aún, señala, tratándose de una enfermedad que considera más dura que el cáncer.
«Pero oyéndole hablar ahora a mi hijo, no le conozco. Todo lo que está diciendo es positivo y me ha llenado», asegura sin poder contener por más tiempo una incipiente lágrima que pugnaba por caer de sus ojos desde hacía varios minutos.
«Estoy muy orgullosa de él porque para salir hay que trabajárselo mucho y tener voluntad. Toda la familia estamos con él. Antes nos estábamos partiendo, pero ahora volvemos a estar unidos. Llegué a tener miedo de juntarnos para comer porque siempre terminaba en bronca, pero ahora ya solo hay risas y alegría».
Segundo tiene claro cómo ha conseguido darle la vuelta a la situación: «Estando cada día en clave de rehabilitación. Sabiendo que tengo una enfermedad que no tiene cura y que los peligros están ahí fuera. Hay muchas zonas de riesgo, por eso tengo que hacer cosas nuevas y no repetir lo que habría hecho antes porque solo me dio malos resultados. Por suerte, en Aergi nos proporcionan las herramientas del día a día, y tener un referentSe así facilita mucho las cosas», afirma Segundo, que concluye con la siguiente reflexión: «Antes pensaba que los problemas venían de cualquier lado: en casa me agobiaban, mi jefe era un tocapelotas, mi mujer me ataba en corto... pero en cuanto dejé los consumos me di cuenta de que la mayoría de los problemas desaparecieron».
El alcohol ha dejado de estar por primera vez a la cabeza de las adiciones tratadas por la Asociación Guipuzcoana de Investigación y Prevención del Abuso de Drogas (AGIPAD), al experimentar un descenso de más de tres puntos y quedar relegado por un repunte de los consumidores de cocaína. Si en 2016 los consumidores de alcohol sumaban el 28,78% del total, este año ese porcentaje ha bajado al 25,40%, explicó esta asociación, que ha dado a conocer estos datos con motivo del Día Mundial Sin Alcohol.
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