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Llamar y punto. Jon Abaitua se comunica a través de un viejo Nokia que carece de acceso a aplicaciones o a las redes sociales. z. aldama
Fuera de línea

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En agosto, el joven emprendedor Jon Abaitua descubrió que el 'smartphone' le estaba amargando la vida. Temió que dejarlo le provocaría ansiedad, pero solo sintió paz

Sábado, 4 de enero 2020, 00:52

Son las 7.15 de la mañana cuando Jon Abaitua entra en la céntrica cafetería madrileña en la que se ha citado con este periódico. Se sienta, listo para relatar el experimento que está haciendo consigo mismo, y señala al resto de comensales. Poco a ... poco, las mesas se van llenando de gente que desayuna o que toma un café antes de ir a trabajar. Con la excepción de un hombre que se ha quedado dormido, un patrón es evidente: odos están enfrascados en sus teléfonos móviles inteligentes y apenas apartan la mirada de la pantalla para coger el bollo o la taza. La mayoría lo hace a tientas. «Yo antes también era así», confiesa Abaitua.

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