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Lantegi Batuak es una entidad promovida por Gorabide, la asociación vizcaína en favor de las personas con discapacidad intelectual. La crearon los padres y las madres de hijos con discapacidad, para que ellos tuvieran una profesión y un empleo. Hoy es una gran empresa que ... en sus 40 años de historia -25 su programa de empleo- ha generado cinco mil oportunidades laborales. Tiene una facturación de 71,3 millones de euros y el 79% de sus ingresos proviene de lo que vende. Este año alcanzará una plantilla de 3.144 personas, de las que el 82% tiene una discapacidad intelectual o física y trabaja con plena responsabilidad en los sectores industrial y de servicios. «A nosotros nadie nos compra por caridad. Nos contratan por calidad, porque hacemos bien nuestro trabajo, por servicio y por precio», subraya Ramón Bernal, nuevo director general de la institución desde septiembre.
En la actualidad, Lantegi Batuak cuenta con una red de 21 centros de trabajo en Bizkaia y una cartera de 900 clientes. Han comprobado que hay personas con discapacidad intelectual con una gran facilidad para manejar ordenadores, y también para tareas de mecanizado que requieren de mucha paciencia y minuciosidad «que quizá ni usted ni yo, pero ellos sí pueden mantener durante ocho horas». Por ello, se han especializado en formar a gente que trabajará con componentes eléctricos y electrónicos, mecanizados y logística para la automoción y la aeronáutica.
Son labores que desarrollan dentro de talleres. Pero con los servicios, estos trabajadores con discapacidad también están en la calle. Se dedican a limpiar edificios, cuidar jardines, a mensajería, atención hotelera y de edificios, en servicios de restauración a colectividades, en tiendas de deporte... Así que no es solo decir que las personas con discapacidad intelectual y de movilidad pueden trabajar, «es que lo podemos ver todos cada día».
«Nuestro mayor éxito es su integración en el mercado laboral ordinario. Son 125 ya. Ojalá no tuviéramos que estar entidades intermedias para lograrlo, pero la realidad es que esta gente no tiene las mismas oportunidades porque muchas veces se piensa que no son capaces, y ahí empiezan a funcionar los prejuicios. Ellos acuden a sus puestos con una ilusión y una seriedad que no decae, entre otras cosas porque se sienten útiles y reconocidos», destaca Bernal.
Ibone Zaballa (Mungia, 24 años) | Empleada administrativa
Cuando Ibone Zaballa, natural de Mungia, se licenció en Administración y Dirección de Empresas (ADE) en Sarriko tocó la puerta de Lantegi Batuak para ofrecer su talento. Y no dudaron en cogerla. Ibone tiene diplejía espástica, un tipo de parálisis cerebral infantil cuyo principal inconveniente es la dificultad para caminar y bajar escaleras porque tiene una rigidez muscular importante en las piernas. Esto altera su postura al caminar, pero no sus facultades para hacer tareas de administración, gestión de clientes y pedidos cada día en Elekbarri, uno de los tres centros que Lantegi Batuak tiene en la localidad de Etxebarri. «Cuando hay mucha carga de trabajo también echo una mano en compras».
«Entré gracias a una formación dual que hizo mi Facultad. Primero estuve en el 'staff' industrial en Lantegi Batuak-Derio. Aquello duró año y medio. Luego pasé a este otro centro con un contrato laboral», precisa. El caso de Ibone es particular, por cuanto el porcentaje de personas con alguna discapacidad que tiene un título universitario es muy bajo, un 6%, unos 21.000 en las universidades españolas.
Esta vizcaína no ha tenido que enfrentarse hasta la fecha a entrevistas de trabajo en el sector ordinario. «Fue una suerte que en mis últimos años de carrera se ofertara la formación dual». «Pienso que, en mi caso, con una limitación física y no intelectual, no hubiese habido mucho problema, porque si lo complementas con una buena formación, idiomas, carreras y un poco de actitud... Yo sigo formándome. Pero es verdad que al entrar en Lantegi Batuak he visto el buen ambiente que se respira y la diversidad de gente que hay. Y además de ganar en lo profesional, creo que aquí hay otro estilo de trabajo diferente del que estamos acostumbrados y se agradece». «Necesitamos a más gente buena y preparada como Ibone, son ellos los que van a coger el mando en el futuro», advierte Ramón Bernal, director de Lantegi Batuak. «Nuestros salarios van a ser algo inferiores a los de otra empresa aun con la misma responsabilidad. Pero van a estar arriba y entender mejor que otros las necesidades de las personas con discapacidad».
Ibone Zaballa es licenciada en ADE. El porcentaje de personas con discapacidad en la Universidad es del 6%. Ella tiene diplejía espástica, una rigidez muscular en sus piernas.
Jon Ramón Pérez (Getxo, 46 años) | Trabaja en sala multicines
Jon Ramón Pérez, con una discapacidad intelectual del 33%, hizo hace 14 años el tránsito desde Lantegi Batuak a una empresa ordinaria a través del programa de empleo con apoyo de la entidad. Forma parte de la plantilla de una sala de multicines y es el único empleado con discapacidad intelectual. «Mi cometido principal es validar las entradas y limpiar las salas. Trabajo lunes y martes de tres y media a once, y los viernes y sábados de seis menos cuarto a una de la madrugada. Los domingos, de cinco y media a once. Tengo que hacer el mismo trabajo que los demás; si tengo que ir al bar, voy. Si limpiar, limpio. Aquí no se libra nadie. También tengo que decir que todos hacemos un poco de todo. Al principio, entrabas para un puesto, pero las cosas han cambiado algo, ahora tienes que saber desempeñar todos los puestos de trabajo». Pérez va al trabajo y vuelve en su propio vehículo. En julio del año que viene cumplirá 19 años en este puesto. Antes estuvo empleado dos años y medio en un taller industrial de Lantegi Batuak en Loiu.
Un «preparador laboral» de la organización le ayudó a hacer la entrevista de trabajo y sigue asistiéndole cuando lo necesita. «Con el covid había que hacer una limpieza de las salas distinta a la habitual y me ayudaron a aprender cómo llevarla a cabo».
A Jon Ramón Pérez le agrada mantenerse ocupado. «Ahora estamos un poco descontentos entre los compañeros. En el cine tenemos permitido un cien por cien de aforo, pero no podemos dar palomitas, y la persona que estaba en el bar se ha quedado sin trabajo». Cuando se le pregunta si le costó aclimatarse a la vida laboral, dice que sí. «Antes nadie se bajaba películas de internet, así que veías unas colas de gente larguísimas desde la taquilla y te decías 'pero cómo voy a llegar'. Pero también éramos muchos y los compañeros me explicaron desde el inicio lo que tenía que hacer. Nos llevamos bien, me acogieron como a un igual y estoy muy contento», asegura.
Jon Ramón Pérez también se presta a hablar de cómo ve su futuro. «Ahora vivo con mis padres. Cuando ellos falten sé que con Lantegi Batuak voy a estar respaldado, que voy a tenerles detrás y que voy a estar bien. Agradezco cada día toda la ayuda que me han prestado», dice.
Jon Ramón Pérez lleva 19 años trabajando en salas multicines de Bizkaia.
Acude al trabajo en su coche. Libra los miércoles y jueves.
Mª Carmen Indurain (50 años, Derio) | Elabora piezas mecánicas
«A los dos años de nacer me dio una parálisis de labios. Tengo una discapacidad intelectual del 33%. A mi cerebro le cuesta un poquitín coger las cosas. Pero si me las explican con tranquilidad o me lo apuntan me quedo con ello», avanza Mª Carmen Indurain, de 50 años, residente en Derio y empleada desde hace 13 en un taller de mecanizado de Lantegi Batuak del mismo municipio. Ha ido promocionando; empezó de servicio ocupacional y ahora es auxiliar de servicios al cien por cien. La entidad le acogió hace tres décadas. Ha apuntado y memorizado lo que va a explicar «a los periodistas» y argumenta como un libro abierto. Primero, muestra lo que hace durante ocho horas -a relevos, una semana de mañana y otra de tarde- de forma ininterrumpida.
«Unas piezas de hierro para una fábrica de armarios de electricidad de Amorebieta», arranca, mostrando los guantes con los que se protege en el taller, donde el ruido ensordecedor de la maquinaria es constante. «Unas barras cortan las piezas y yo las pongo en la máquina que les hace unos agujeros con la pistolita. Si las aprieto mal tengo que avisar al monitor. Antes de este paso las soplo un poco porque queda viruta. Después tengo que mirar que no tengan ningún golpe y por último se las llevan», explica. Antes de este oficio, Mª Carmen estuvo «de limpieza» y cocinera y en «una empresa de jamones de Mungia, trabajando codo a codo con gente normal. Les dije que estaba encantada de estar con ellos, porque yo no tengo ningún problema con la gente. Me trataron muy bien. 'Si tienes alguna pega, avísanos', me comentaron. Me decían cuándo tocaba el descanso y yo estaba con ellos tomando el café», recuerda.
Al terminar su jornada, esta mujer va caminando hasta su casa. Vive con una hermana; ella es su tutora. «Si el día de mañana ella falta tengo más hermanos, me quedaré con ellos». A Mª Carmen le gusta mucho trabajar. «Soy una persona muy abierta y me gusta aprender cosas de otros. Aquí en este taller hay gente normal, pero nos llevamos bien todos. Yo creo que todos somos iguales, lo que pasa es que unos hemos nacido con un problema y otros, no. Pero nunca sabes lo que te puede pasar y no puedes actuar sin saber qué es lo que nos ha pasado a los demás», zanja.
Mª Carmen Indurain sufrió con dos años una parálisis en los labios que le dejó secuelas.
Ha trabajado de cocinera y en limpieza. Le gusta estar activa.
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