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En el programa, coordinado por Lanbide, participan 216 personas. fotolia

Un plan para reengancharse al empleo

Inserción laboral ·

216 personas participan en un ambicioso programa piloto que brinda un año de formación y trabajo a perceptores de RGI

Domingo, 27 de noviembre 2022, 02:12

Superficialmente puede parecer un curso más para dar un empujoncito hacia el empleo, pero los propios seleccionados lo elogian como un programa muy especial. El proyecto piloto de inserción laboral que han puesto en marcha los gobiernos central y vasco junto a catorce ayuntamientos y ... la Mancomunidad de Las Encartaciones tiene varias características distintivas: con 216 participantes y financiado con 4,3 millones de fondos europeos, se dirige específicamente a parados de larga duración que perciban la RGI o el Ingreso Mínimo Vital, que permanecerán ocupados durante un año con una suma de formación y contratación. Por cada grupo, se ha elegido otro 'de control' que no sigue el programa y que servirá para evaluar, en su momento, hasta qué punto se ha logrado «reenganchar» a estas personas al mercado laboral, tal como lo planteó la vicelehendakari Idoia Mendia. Cuatro participantes (de Ermua, Vitoria y Bilbao) exponen aquí sus motivaciones.

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Judith Iglesias | Ermua

«Necesito un trabajo para darle un futuro a mi hijo»

Con ilusión. Judith, con herramientas de jardinería ante el Izarra Centre de Ermua. mikel askasibar

Judith iba para peluquera pero, como ella dice, la vida se cruzó en sus planes. «Estudiaba en Mallabia, pero me quedé embarazada y no pude hacer las prácticas», explica esta joven de 27 años, madre de un niño de 7. A partir de aquel giro biográfico, su experiencia laboral ha sido escasa e intermitente: estuvo trabajando algún tiempo en un taller de alimentación del polígono de Hambre, también en la vecina Mallabia, pero no logró dar continuidad a aquellos primeros empleos. Y, pese a hacer cursos de mecanizado o de carretillera, no ha tenido suerte.

«Me está costando mucho. Si no tienes experiencia, se te pone muy complicado. También mi hermana anda en las mismas y va donde la llaman», comenta. Judith rechaza rotundamente esa idea, tan extendida en algunos círculos, de que muchos perceptores de RGI no sienten ninguna urgencia por trabajar: «Quienes piensen eso están muy equivocados. Trabajar siempre es mejor que recibir una ayuda: si no, nunca tendrás experiencia y nunca prosperarás. Yo necesito un trabajo para darle un futuro a mi hijo y para sentirme mejor yo misma», argumenta. Por no decir que, con el dinero de la prestación económica, llega «justilla» a cubrir los gastos.

En Ermua, el proyecto de inclusión se centra en la limpieza, la jardinería y la pintura, con un posterior contrato en tareas de mantenimiento de espacios públicos. «Tenía muchas ganas de que me cogieran: cuando tardaron en llamarme, me puse negativa, pero después me dijeron que estaba dentro y empecé a saltar de la alegría. Me gustaría tener la oportunidad de seguir trabajando en esto, es una experiencia nueva y la necesitaba. Si me saliese bien...».

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Mariama Sow Arquero y Sabah Boulaouane | Vitoria

«¡Fontanería y electricidad! No esperaba ni entenderlas...»

Manos a la obra. Sabah y Mariama, en el centro de formación Ignacio Ellacuría de Vitoria. jesús andrade

Entre otras cosas, Mariama y Sabah comparten un arrepentimiento y un asombro. Con respecto al primero, las dos lamentan ahora haber desatendido su preparación cuando eran más jóvenes. «No puse de mi parte. Empecé un PCPI de Pastelería pero no llegué a hacer las prácticas. Oportunidades tuve, pero no las aproveché: la edad, las malas compañías...», admite Mariama, que tiene 27 años, es madre de dos hijos y nació en Madrid, aunque reside en Vitoria desde que tenía solo un añito. «Yo siempre he estado en casa, cuidando de mis tres hijos. He perdido mucho tiempo y ahora quiero recuperarlo y cambiar la historia de mi vida: es como si me despertase y dijese 'pero ¿qué he estado haciendo?'», explica Sabah, de 34 años, nacida en Marruecos y afincada en España hace catorce años.

¿Y qué hay del asombro? Pues aquí están las dos, aprendiendo fontanería y electricidad, dos oficios de los que lo ignoraban todo y que no resultan precisamente habituales en el colectivo de mujeres musulmanas (ni tampoco, todavía, entre las mujeres en general). «Yo no me esperaba ni entenderlo -sonríe Mariama, que hasta ahora había trabajado en limpieza, cuidando niños y como ayudante de cocina-. Nadie se lo habría imaginado, pero ahora estoy montando un circuito eléctrico. La teoría de la electricidad me resulta un poco complicada, pero con la práctica vas entendiendo los porqués. Y las cosas que hay que hacer más delicadamente nos salen mejor que a los chicos. A raíz de mi experiencia, muchas amigas y familiares se han interesado por hacer este curso». Tampoco Sabah, cuya exigua experiencia laboral se centra en la limpieza y el cuidado de mayores, había tenido ningún contacto previo con estas tareas: «No tenía ni idea, pero me gusta, sobre todo la fontanería: si se sale algo de agua, no pasa nada, pero la electricidad da calambre», bromea.

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A las dos se las ve ilusionadas con este programa, que incluye un contrato con el Ayuntamiento para la rehabilitación de locales municipales: «Es muy completo y te brinda la posibilidad de trabajar», agradecen. Y, puestas a romper estereotipos, arremeten también contra el cliché de la pasividad laboral de los perceptores de RGI: «Habrá un pequeño porcentaje que no quiera trabajar, pero muchos lo estamos deseando y no encontramos la oportunidad. ¡Siempre es mejor hacer algo!», sentencia Mariama. Y Sabah asiente: «Yo he estado buscando y buscando, pero sin título ni experiencia es difícil entrar. He dejado currículos en todas partes y nada. Para mí, cobrar una ayuda no está bien si tienes salud: los jóvenes debemos estar trabajando».

Mario Soto | Bilbao

«Te brinda una sensación fisiológica de tranquilidad»

Oportunidad.Mario, entre dos clases en la Open Gela de Otxarkoaga. jordi alemany

El perfil de Mario no es el más común entre los participantes en el programa: este murciano de 34 años estudió Derecho en Alicante, vino a Bilbao para hacer un máster y acabó afincándose aquí. A estas alturas, incluso habla euskera. Pero su itinerario profesional se ha caracterizado por los vaivenes: «Yo ya sabía que no me iba a dedicar a la abogacía, así que he buscado trabajo de cualquier cosa. Pones 'sin experiencia' y entras en un círculo de comerciales: he pasado por Telefónica y MediaMarkt, he sido captador de socios de Acnur, promotor de productos en Leroy Merlin...», va enumerando. Siempre está atento a las propuestas de Lanbide, así que acudió a la charla informativa sobre este proyecto piloto (que, en Bilbao, se centra en la eficiencia energética y la eliminación de la brecha digital, con contrato en Viviendas Municipales) y se sintió más que interesado: «Me da la solución al problema que yo tenía: la falta de experiencia en algo que no sea comercial. Saber que estás contratado de aquí al año que viene cambia muchas cosas. Los compañeros y, sobre todo, las compañeras suelen comentar que no habrían podido tener una oportunidad así en el mercado privado: sales con una titulación y eso te abre una puerta. En octubre del año que viene, estaremos en una posición distinta a la que habríamos tenido de seguir con una ayuda. Más empoderados, como se dice ahora».

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Mario desmenuza muy bien, con precisión y elocuencia de letrado, la diferencia que existe entre mantenerte con tu trabajo o depender de una prestación social. «Vivir con una ayuda es una situación bastante inestable. La certeza de que vas a estar un año trabajando te brinda otra capacidad de planificar y una sensación incluso fisiológica de tranquilidad. Psicológicamente, es mucho más cómodo responder a las preguntas de familiares o conocidos cuando estás trabajando: te ahorra dar explicaciones. Existe una cierta vergüenza de recibir una ayuda... Yo no lo siento así, porque es un derecho de cualquier ciudadano, pero sí es verdad que una estabilidad y un horario te sirven para sentirte más integrado. Tener un desempeño en la sociedad a cambio de un salario te da la sensación de aportar algo y sube tu autoestima».

En su contexto

  • 216 personas participan en el programa, coordinado por Lanbide con los ayuntamientos de Amurrio, Bermeo, Bilbao, Ermua, Irún, Leioa, Mondragón, Muskiz, Orduña, Santurtzi, Sestao, Tolosa, Zumarraga, Vitoria y la Mancomunidad de Las Encartaciones. Todos son parados de larga duración que perciben la RGI o el IMV. La eficacia del programa se evaluará mediante grupos 'de control' formados por otros aspirantes que, cumpliendo los requisitos, no han obtenido plaza en él.

  • Cómo funciona Hay un primer periodo de formación, de dos meses y con su correspondiente certificación, durante el que seguirán cobrando la RGI o el IMV más una beca de nueve euros al día. La segunda fase, de diez meses, combina contratación laboral con un 35% de formación. En esta parte, cobrarán el sueldo correspondiente a su contrato más unos estímulos al empleo que dependen del perfil de RGI. Cada municipio ha centrado el programa en áreas ligadas a sus necesidades.

  • 4,3 millones de euros de fondos europeos Next Generation sirven para financiar el programa.

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