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fernando miñana
Martes, 31 de diciembre 2019, 00:15
Francisco Bustamante luce un vestido rojo muy corto y unos botines con el tacón muy largo. Y en el pecho sujeta un cartel que dice 'Resistencia Marika'. Tiene solo 22 años y clama contra el feminicidio. Contra los hombres que matan a sus parejas en ... Chile. En la otra punta del mundo, en Bagdad, Umm Mahdi tiene la edad de Francisco multiplicada por tres (66) y viste completamente de negro. No hay fantasía por ninguna parte y apenas deja ver unos centímetros de su piel: el rostro y las manos. Pero a pesar de las diferencias de edad, de aspecto y de lugar en el planeta, comparten algo más fuerte y trascendental: el inconformismo. Esta mujer ha salido a la calle para mostrar su desacuerdo con un Gobierno, el iraquí, que considera ilegítimo. Y se moja porque, aunque esté en una edad en la que ya lo tiene casi todo hecho, piensa que es importante situarse al lado de los jóvenes que reclaman sus derechos.
Francisco y Umm se insertan en una manifestación por sus causas, dentro de un grupo localizado más o menos homogéneo, pero en realidad forman parte de una gran indignación que recorre el planeta de un polo al otro. Porque este 2019 que está a punto de concluir ha sido un año de mucho lamento y mucha protesta.
Unos se manifestaron con un chaleco amarillo, otras cantaron a voz en grito con los ojos vendados, otros se caracterizaron con los cada vez más universales personajes de la serie española 'La casa de papel', con su careta daliniana y su mono carmesí. Da igual el aspecto, porque también hay quien solo agarra la bandera o simplemente alza la voz, lo significativo es que protestan por aquello que les duele pero, en muchos casos, sintiéndose parte de una causa mayor: una especie de grito unificado contra las injusticias, las dictaduras o todo aquello que dañe a las personas. En su cuerpo o en su alma, que igual da.
Jasper, por ejemplo, no se atreve a dar su apellido y se manifiesta en el centro de Hong Kong ocultando media cara bajo una mascarilla que, eso sí, no silencia su mensaje: «Esta es una demanda universal de democracia y justicia». Y añade: «Todos los países del mundo afrontan la misma situación. Este no será un camino fácil, pero todos sabemos que estamos haciendo lo correcto».
Muy lejos de Hong Kong, en Chile, un contable de 47 años llamada Álex Muñoz Fuentes enarbola la bandera de su país pero no se mira el ombligo. «La gente en el mundo está cansada de la injusticia», dice. Y, curiosamente, hace un paralelismo que nos devuelve al este de Asia. «Hong Kong es similar. Tengo un abrazo fraternal para ellos y toda mi solidaridad».
Por todos estos testimonios, crece el sentimiento de unidad. Como le sucede a Amiri Yacine, un estudiante de 26 años que protesta contra la élite gobernante en Argelia pero que siente que sus demandas también son internacionales. «La gente está protestando en todo el mundo. En el Líbano, Irak, Chile, Francia, Hong Kong o Haití, debido a la injusticia y la corrupción», se lamenta. Es un año de reacción, como recuerda Bustamante subido en sus tacones: «No dejemos de hacer ruido; no estamos solos. No es solo una lucha de nuestro país».
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