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En estos días de noviembre arrecia el golpeteo contra los adoquines del barrio de Gion, en Kioto, de las geta, las tradicionales chancletas de madera de las geishas. El rítmico 'clop, clop, clop' pone de inmediato en guardia a las hordas de turistas que, cámara ... o móvil en ristre, sienten la adrenalina del cazador que está a punto de disparar a una pieza única. Su excitación tal vez pueda explicarse. Hubo un tiempo en que llegaron a registrarse alrededor de 80.000 geishas en Kioto. Pero el papel de estas mujeres se difuminó cuando dejó de ser capital imperial, hace siglo y medio. Hoy no quedan más de un millar.
A los vecinos y las autoridades, no solo de Kioto, sino de otras ciudades de Japón, se les está acabando la paciencia frente a tantos cazadores del 'selfie' perfecto junto a una de las imágenes más icónicas del archipiélago del sol naciente. Los responsables de Kioto han empezado por prohibir las fotografías en las zonas privadas de Gion, su 'zona cero' en la preservación de sus ritos ancestrales.
Si esta metrópoli da nombre al primer protocolo para luchar contra el cambio climático (1997), ahora se enfrenta a una polución mucho más sutil. La llaman 'contaminación turística'. De entrada, lugares clave de la parte vieja de la ciudad como la calle Hanamikoji o el barrio de Shimbashi se han llenado de carteles en los que se exige respeto a la tradición.
Los lugareños y cientos de restaurantes y comercios se quejan de los grupos de extranjeros que merodean cerca de las casas particulares y las teterías buscando encuadres para sus cámaras. «Este solía ser un lugar donde solo se veía a los vecinos pasear y comer en un restaurante. Ahora parece una Disneyland cultural», denuncia en la prensa nipona Kanji Tomita, un arquitecto y activista que hace campaña para preservar la atmósfera secular del Kioto más tradicional.
Una encuesta a la que respondieron más de trescientos restaurantes y tiendas de la zona denuncia el incremento desbordante de basuras, aglomeraciones humanas y bloqueos en las principales calles del barrio. Una invasión del espacio del otro (aunque sea en la vía pública) difícil de encajar para la cultura japonesa.
Se han denunciado escenas de mujeres acorraladas por los turistas, grupos persiguiendo a taxis al descubrir a las aprendices que viajan dentro o irrupciones en lugares cerrados a la búsqueda de esa foto que justifique un viaje. Cuando no la consiguen, se impone una 'turistada': posados de los forasteros con kimonos alquilados delante de alguno de los hermosos santuarios sintoístas de la ciudad. La ley nipona no dice nada de la falta de respeto en las vías públicas, por lo que el Ayuntamiento de Kioto solo puede multar a quienes invaden calles y caminos privados de la ciudad. Las sanciones pueden alcanzar los 10.000 yenes (unos 85 euros).
El área de Gion es la más conocida y visitada de los barrios de geishas de Japón. Entre sus dos núcleos (Gion Kobu y Gion Otsubu) reúne más de 90 casas de té. Se distinguen enseguida por los farolillos rojos colgados en su fachada. En ellas trabajan estas mujeres expertas en entretener los sentidos y alegrar la conversación de los clientes ricos. Las acompañan sus aprendices, las maiko. Se las diferencia por el color de sus vestimentas, en una parafernalia que recuerda a los noviciados en los conventos católicos.
Uno de los lugares más visitados por los grupos de visitantes se ubica junto a la calle Ichiriki, donde está la casa de té más antigua de la ciudad. Se trata de un edificio de 300 años donde parece haberse detenido el tiempo. Inspiró el libro, que después fue una película, 'Memorias de una geisha'.
Estos días, las autoridades ensayan un proyecto piloto por el que una aplicación se descargará en el móvil del turista y le enviará un mensaje cuando se acerque a menos de un kilómetro de Gion. En ella le recordará en varios idiomas la necesidad de que sea respetuoso con sus costumbres.
Además, Kioto aplica desde este verano una norma que obliga a los propietarios de alojamientos turísticos a registrarse ante las autoridades antes de alquilar camas. De esta forma se logró que la oferta en el portal Airbnb cayera de 60.000 viviendas a poco más de mil. La norma obligó a compensar a clientes ya contratados, lo que supuso un desembolso total cercano a los diez millones de euros.
Todos estos intentos de mitigar los efectos del turismo masivo tendrán una prueba de fuego este viernes. Cada 8 de noviembre, los vecinos de Gion se reúnen en el memorial a Yoshii Isamu, respetado poeta y escritor entregado a glosar los encantos de esta barriada. Isamu es especialmente venerado por las geishas, que acuden a rendirle su admiración.
Todo Japón teme que estas molestias no solo no se reduzcan, sino que no dejen de incrementarse. El país bate año tras año sus registros de llegada de turistas. En 2018 lo visitaron 31 millones de personas, pero este dato quedará pulverizado en 2020 con los Juegos Olímpicos de Tokio, donde la cifra rondará los cuarenta millones de entradas.
80.000 geishas llegaron a trabajar en los mejores tiempos del Kioto imperial. Hoy apenas quedan mil.
Sensualidad oculta. El aroma del té recién molido y las geishas son la seña de identidad de Kioto. Los occidentales ignoran lo que ocurre detrás de los estores de papel de estos salones que se identifican por los farolillos rojos de sus fachadas. Normalmente, cenas de alto nivel conducidas por mujeres tan exclusivas como los platos que se degustan.
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