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Hace unos años, en el pueblo alavés de Lacorzana, estaba ayudando a mi hermana Raquel, de aquella pastora, a vacunar las ovejas contra la lengua azul, letal patología provocada por un virus. Como bien sabrán los que tratan con ganado menor, la forma de agarrar ... a las reses en la cuadra es por una de las patas traseras, pudiendo ya entonces volcarlas al suelo para proceder. Pues bien, la 28, la oveja más lista según ya sabía su dueña, al sentirse atrapada, en vez de asumir la situación, se revolvió con terquedad e ímpetu; chocamos las cabezas con enorme brusquedad, frente contra frente. Casi sin sentido tras el impacto y conmocionado y con mucho dolor aun habiendo pasado un par de horas desde el topetazo, me ingresaron en el hospital Santiago de Miranda de Ebro. Adormilado en la camilla de urgencias escuché a dos enfermeras que, pensando que estaba totalmente grogui, se reían al otro lado de la cortina con descaro aunque sofocando el volumen de sus risas: «Oye, pero qué hacía con la oveja? «Pues no sé, chica, todo muy raro». «Y a la oveja, ¿la han traído también?». Y ja, ja, ja. Saqué por fin un poco de fuerza y exclamé: «Las estábamos vacunando». No descorrieron la cortinilla y, supongo que algo cortadas, las sentí alejarse. Lo cierto es que no me molestó en absoluto la chanza y la posibilidad de que pensaran realmente que algo había entre la 28 y un servidor, y que el golpetazo se debía a un enfado de la oveja o a un exceso de cariño.
Y esto viene a colación ante las cartas de reproche y luego de amenaza (esto último es lo grave) enviadas por una jueza de Bilbao al magnífico diario digital de humor 'El Mundo Today' por el siguiente titular: «El 90% de las ovejas en España se cría con fines sexuales». La gente que no tiene ningún sentido del humor me suele dar más lástima que otra cosa porque les veo ajenos al sainete de la vida, perdidos en el espacio. Me parece hasta tierno que esta jueza, Ana María Martínez Navas, salga en defensa de un gremio argumentando que dicho titular «constituye un insulto grave a la labor de los pastores, al trabajo tan duro de los mismos, además de poner de manifiesto la baja consideración social hacia este noble oficio». Doy rienda suelta a la imaginación y pienso que la magistrada pueda ser hija de un humilde pastor que durante años y años en el campo, acompañado por su rebaño, el burro y la radio, pudo dar estudios a esa niña que una noche y otra le esperaba para cenar juntos la sopa de ajo que diariamente preparaba con su madre.
Advertía doña Ana a los responsables de la publicación de que estaban cometiendo un delito que «debe perseguirse por la Fiscalía sin necesidad de denuncia alguna». Hasta aquí, ya digo, mis respetos a la jueza, que aunque meando muy fuera del tiesto para la ocasión, demostraría un particular y, si se quiere, simpático celo en lo concerniente al sector ganadero en general y al pastoril en particular (este último realmente en peligro de extinción). Pero claro, la cosa se tuerce cuando la publicación satírica contesta a la jueza que no considera oportuno rectificar nada, tal como ella les pide, informándole de que el fin de la revista es el entretenimiento y que ninguna imputación de delito puede hacerse a este respecto al quedar claro que es un contenido de ficción. La magistrada de lo Contencioso-Administrativo responde, muy estupenda ya, que esa valoración que hace 'Today' no les corresponde a ellos «sino a los tribunales de Justicia, que así lo examinarán».
Aquí es donde la noticia, que por otra parte nos hubiera permitido hacer un generoso derroche en las extensiones que sugiere, grotescas pero divertidas, se convierte en algo que no tiene pizca de gracia. Y es que a lo que era un simple despropósito de una persona que piensa que alguien pueda tomarse en serio que el ganado lanar de este país se cría para dar rienda suelta a la pasión de los hispanos, se añade una inaceptable amenaza desde el cargo que la jurista ostenta. Por su parte, pensar que ese titular atenta contra la dignidad de los pastores es cuando menos torticero y sacado de madre. No sé los pastores y ganaderos que conoce la señora jueza, pero le puedo asegurar que de las decenas de ellos que yo sí conozco y trato por mi profesión, dudo que haya alguno que se pudiera molestar por tal tontería escrita en una publicación de humor. Precisamente ellos son los que no confundirían nunca churras con merinas.
Dicho de otro modo, una percepción personal, que hasta ese momento solo es ingenua y torpe, no puede arroparse luego arrojando el cargo que se posee en el estamento judicial para amedrentar la libertad de expresión. Una carta personal se convierte en un arrogante atropello ya que la jueza indica veladamente a 'Mundo Today' lo que se les viene encima por ser ella quien es. Ya digo, si no fuera por lo que destila este comportamiento, la cosa acabaría ahí y doña Ana quedaría solo como una persona sosa y poco audaz. Ahora ha quedado, además, como abusadora y, por tanto, dudosamente justa.
Y es que si hay alguien que debe intentar separar con especial atención su personalidad y forma de pensar y actuar como ciudadano de su papel profesional, ese es un juez. En este caso, si la jueza estima, aunque sea inconcebible y de risa, que aquí hay delito de bestialismo, algo que nuestro Código Penal tiene efectivamente tipificado, adelante y que se actúe de la forma que la ley prevé. Pero enviar una carta a título personal y luego dar jaque en otra con la toga es algo que el Consejo General del Poder Judicial debiera investigar.
Dentro de los chistes malos a rabiar que cuenta Arguiñano mientras se revuelve en los fogones televisivos, recuerdo uno bestial (el calificativo no es azaroso): «Le dice un amigo a otro: -Mira, debajo de esa encina tuve sexo por primera vez, y su madre nos pilló; y el amigo le responde: -¿Y qué os dijo? -Beeeeeeee». Por fin, este insigne cocinero dejó un buen chiste frente a las cámaras, en horario infantil por cierto. Si Carlos entra en la cárcel que sea por esto, y si yo lo hago que sea por lo de la 28 aunque les juro a todos, y especialmente a esta jueza, que lo mío fue un accidente.
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