El juez Garrido, azote del Gobierno vasco
En el ojo del huracán ·
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El presidente de la Sala de lo Contencioso encadena una decena de resoluciones contrarias al Ejecutivo UrkulluUnos, los más cercanos al Gobierno vasco, le tachan de conservador, negacionista del Covid y le acusan de querer condicionar la política de la Lehendakaritza y ponerle palos en las ruedas por una supuesta animadversión al nacionalismo. Otros, los que recorren el Palacio de Justicia ... en el que tiene su sede el Tribunal Superior vasco, hablan de una persona dicharachera, amante del cine, de enorme inteligencia y que solo se guía por lo que dicen las leyes que ha prometido hacer cumplir. Son las dos caras de la moneda que acuña, según a quién se pregunte, el presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJPV, Luis Garrido.
El juez ha vuelto a saltar a la primera línea informativa esta semana después de que, con apoyo de otros dos compañeros de Sala, decidiera anular las limitaciones que el Gobierno vasco quería fijar contra los agentes de la Ertzaintza que se manifiestan frente al Parlamento autonómico en demanda de mejoras laborales. El magistrado les permitirá cortar la línea del tranvía y utilizar silbatos y bocinas, en contra de lo que pretendía el Departamento de Seguridad.
Nacido en Palencia pero con residencia en Bilbao desde hace más de tres décadas, se ha convertido en azote del Ejecutivo de Iñigo Urkullu. Llevan su firma algunos de los mayores varapalos que el Gabinete ha recibido en los últimos años. Solo durante la pandemia dictó siete resoluciones contrarias al Gobierno vasco en temas como los horarios de cierre de los bares, las limitaciones a los aforos de los estadios de fútbol, el toque de queda nocturno, las restricciones a la movilidad e incluso anuló la obligatoriedad de las mascarillas en playas y piscinas. En la mayoría de las ocasiones, Garrido usó un argumento similar: las medidas adoptadas por el Ejecutivo autónomo no estaban «suficientemente razonadas», una justificación que ha empleado esta semana en el caso de la Ertzaintza.
En el Palacio de Justicia bilbaíno recuerdan que, de aquellas decisiones por el Covid-19, solo en una ocasión el Tribunal Supremo enmendó la plana a la Sala de lo Contencioso-Administrativo. Fue cuando los jueces vascos rechazaron la exigencia del pasaporte covid en bares y restaurantes. Curiosamente entonces Garrido discrepó de sus compañeros de tribunal. Él le daba la razón al Gobierno vasco, pero tuvo que asumir el criterio mayoritario de los otros dos jueces y tumbar la medida.
Pero más que por sus decisiones este magistrado, miembro de la Sociedad Bilbaína donde todos los meses organiza un foro de cine clásico -su director preferido es Howard Hughes-, se hizo famoso durante el confinamiento por unas declaraciones. En un programa de radio aseguró que los epidemiólogos eran «médicos de cabecera con un cursillo» y criticó algunas medidas contra el virus. Luego se supo que en su perfil de wasap usaba la leyenda 'No more lockdown' (No más confinamiento, en su traducción del inglés), el título de una canción de Van Morrison -su intérprete favorito- usada como emblema por los negacionistas.
Garrido, un enamorado del jazz y cuya pasión por la música ha heredado su hija -vive en el lago Como, en Italia, y forma parte de una orquesta en Milán-, ha sido portavoz de la APM en Euskadi, la asociación de jueces mayoritaria y de corte conservador. Se significó en un momento duro, cuando ETA tenía a los magistrados en el punto de mira y las relaciones entre Judicatura y Administración nacionalista eran algo más que tensas. Eran los tiempos de los casos Ibarretxe y Atutxa, con Fernando Ruiz Piñeiro al frente del Tribunal Superior.
Quienes defienden su labor restan importancia a ese perfil de azote del Gobierno vasco. Un juez progresista afincado en la capital vizcaína recuerda que también Juan Luis Ibarra se ganó la acusación de «enemigo de José Luis Bilbao» por «haber tumbado varios de sus proyectos» cuando este último era diputado general de Bizkaia. Ibarra presidía la misma Sala que Garrido ahora. Luego llegó a dirigir el Tribunal Superior y entre sus logros está haber recuperado las relaciones con el Ejecutivo autónomo tras la etapa Piñeiro. «Al poder gubernamental lo que le fastidia es que le echen para atrás sus decisiones. No hay persecución como esgrime el PNV», explica esta fuente.
Precisamente quienes conocen a Garrido dicen que el actual presidente de lo Contencioso sabe sobrellevar la exposición pública -«quizá la procesión la lleve por dentro»-. Creen que ese carácter pudo forjarse en sus inicios en la carrera. Se estrenó como juez de Primera Instancia en la localidad coruñesa de Betanzos. Era 1988 y allí no tenían juzgados propios. Garrido impartía justicia en un piso, junto a viviendas particulares. Demandantes, acusados y testigos aguardaban turno en las escaleras del edificio. Ahora, casi cuatro décadas después forma parte de la cúpula judicial vasca, y entre sus funciones está controlar al Gobierno de Iñigo Urkullu.
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