Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
javier guillenea
Miércoles, 29 de mayo 2019, 00:47
El 3 de junio de 2014, un día después de anunciar su abdicación, el todavía Rey Juan Carlos I presidió junto a su hijo, el entonces inminente Felipe VI, el Capítulo de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. El acto se celebró en ... el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, el mismo lugar donde el pasado día 17 el rey emérito entregó el premio Órdenes Españolas al historiador Miguel Ángel Ladero. Para entonces, el monarca ya sabía que aquel sería su último acto institucional y que pocos días después anunciaría que el próximo domingo se retirará de la vida pública.
El monasterio ha sido testigo del cierre de un círculo que comenzó a trazarse hace cinco años, cuando don Juan Carlos I abdicó en favor de su hijo, el Príncipe de Asturias. El anuncio fue acogido con alivio por los defensores de una monarquía acorralada por los escándalos y por una creciente animadversión social que amenazaba con poner en riesgo la continuidad de la institución en España.
La figura del Rey se tambaleaba bajo el peso de sus achaques de salud y la losa de la investigación abierta contra la infanta Cristina, a la que el juez José Castro acusaba de fraude fiscal y blanqueo de capitales como partícipe de las sociedades de su marido, Iñaki Urdangarin. El caso Noós, que acabó llevando al yerno a la cárcel, no hizo sino confirmar que la Corona ya no era intocable, una realidad que el propio monarca había percibido en carne propia el 13 de abril de 2012. Ese día se rompió la cadera durante una cacería de elefantes en Botsuana mientras en Bruselas se debatía una posible intervención en España. Para empeorar las cosas, en el viaje le acompañaba Corinna zu Sayn-Wittgenstein, su amiga del alma. El escándalo fue tan mayúsculo que don Juan Carlos se vio obligado a pedir perdón públicamente.
La abdicación dio un respiro a la monarquía y el Rey emérito pasó, literalmente, a mejor vida. Durante cinco años ha compaginado sus escapadas privadas con su aparición en eventos institucionales. En el último lustro ha protagonizado 119 actos, ha pronunciado treinta discursos y ha realizado nueve viajes oficiales, la mayoría de carácter cultural, sin que sus funciones hayan sido nunca reguladas. Ni el Gobierno ni la Casa Real han sabido muy bien en todo este tiempo qué hacer con un monarca jubilado pero a medias, un emérito que lo mismo se fotografiaba en restaurantes junto a cocineros encumbrados que acudía a investiduras de presidentes latinoamericanos.
Tras su abdicación, don Juan Carlos trasladó su despacho al Palacio Real, donde se dispuso a organizar su nueva existencia en un discreto segundo plano. Le aguardaba la toma de posesión del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón, y un ramillete de eventos, casi todos deportivos, a los que acudió solo. Tuvieron que pasar varios meses para que, en octubre, Felipe VI y su padre, ambos de uniforme, coincidieran en un acto oficial.
No eran tiempos para aparecer juntos con asiduidad. A don Juan Carlos le perseguían el fantasma de Corinna en forma de 'papeles de Panamá' y una demanda de paternidad que fue desestimada por el Tribunal Supremo. Pero por encima de todo estaba el caso Noós, que en enero de 2016 llevaría a su hija al banquillo de los acusados. Lo más sensato era ponerse de perfil y eso es lo que hizo el Rey emérito, que en 2015 participó únicamente en veinte actos institucionales, entre ellos las ceremonias de juramento del argentino Mauricio Macri y del uruguayo Tabaré Vázquez. Solo se dejó ver con Felipe VI en un evento del patronato de la Fundación Cotec.
El tiempo lo pone todo en su lugar, o casi todo, que es lo que ocurrió con el nuevo estatus de don Juan Carlos. En el plano familiar, el monarca iba por libre: en verano no se dejaba ver en el palacio mallorquín de Marivent y en 2016 solo apareció junto a doña Sofía en un par de ocasiones. Pero en el ámbito institucional su agenda comenzó a llenarse. Ese año viajó a Cuba para participar en el funeral de Fidel Castro, acudió a las investiduras de los presidentes de Guatemala, República Dominicana y Perú, asistió a la inauguración del nuevo canal de Panamá y presenció la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC. El Rey emérito ya había encontrado un encaje en el entramado institucional. Al menos, eso es lo que parecía.
En 2017 don Juan Carlos empezó a participar de forma más activa en la agenda de la Familia Real, que respiró aliviada cuando en febrero la Audiencia de Palma absolvió a la infanta Cristina. Es cierto que a Urdangarin lo condenaron a prisión, pero aquello fue un mal menor, lo importante es el núcleo familiar y ese, aunque diezmado, quedaba a salvo: la imagen de la Corona por fin comenzaba a remontar. Parecía que escampaba aunque la calma duró poco, lo justo para que el Rey emérito descubriera que estar en un segundo plano conlleva el riesgo de que a uno lo olviden.
En junio no fue invitado a la conmemoración del 40 aniversario de la democracia. Según la Casa Real, don Juan Carlos había preferido dejar el protagonismo a su hijo. Según otras versiones, se negó a asistir al acto porque, al parecer, nadie sabía muy bien dónde ubicarlo. Dicen quienes le conocen que su enfado fue monumental.
En 2018 los actos oficiales del Rey emérito se redujeron a 22 y una decena de ellos, como la imposición a su nieta la Princesa de Asturias del Toisón de Oro, fueron institucionales. Hubo otros menos lucidos, como la presentación del cartel de la Feria de San Isidro. El monarca, de 80 años, parecía condenado a un olvido paulatino, pero aún faltaba un último resplandor.
El 6 de diciembre de ese año el 40 aniversario de la Constitución se convirtió en un acto de homenaje que emocionó a Juan Carlos I. En su carta de despedida, el Rey emérito califica de «inolvidable» este acontecimiento, quizá el último en el que las luces brillen sobre su cabeza sin corona. Don Juan Carlos se retirará de la vida pública el domingo. Ese día asistirá a la reinauguración de la plaza de toros de Aranjuez y recibirá los aplausos de los asistentes. Después, los focos se apagarán.
119 son los actos oficiales protagonizados por don Juan Carlos desde que abdicó, el 2 de junio de 2014. El Rey emérito ha participado en eventos institucionales, culturales o deportivos, benéficos e inauguraciones de patronatos.
7 de agosto de 2014. El Rey emérito viaja a Colombia para asistir a la investidura de Juan Manuel Santos Calderón como presidente del país sudamericano. Fue su primera salida oficial al extranjero tras su abdicación.
29 de noviembre de 2016. Don Juan Carlos encabeza en La Habana la delegación española en el funeral por Fidel Castro. El viaje fue criticado por Ciudadanos.
26 de septiembre de 2016. El monarca acude a Cartagena de Indias junto al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, para presenciar la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC.
6 de diciembre de 2018. Don Juan Carlos ocupó en el Congreso un lugar de honor durante la conmemoración del 40 aniversario de la Constitución. El acto, en el que se puso de relieve el papel del monarca en favor de la democracia, sirvió para restituir su figura.
17 de mayo de 2019. La entrega del premio Órdenes Españolas al historiador Miguel Ángel Ladero se convierte en el último acto institucional del Rey emérito.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.