Juan Carlos Martínez y los cinco sentidos del periodista
José Antonio Zarzalejos
Director de EL CORREO entre 1993 y 1998
Lunes, 7 de octubre 2024, 00:04
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José Antonio Zarzalejos
Director de EL CORREO entre 1993 y 1998
Lunes, 7 de octubre 2024, 00:04
De Juan Carlos Martínez Gauna puede decirse con propiedad que fue un periodista integral. Reunió en su dilatada vida profesional los cinco sentidos que el maestro Ryszard Kapuscinski describió como los propios de un buen periodista: estar, ver, oír, compartir y pensar. Su precoz fallecimiento ... nos remite a quienes le conocimos y le apreciamos a una trayectoria en la que su brillantez y eficacia quedan acreditadas con la simple mención de las muchas responsabilidades que desempeñó.
Juan Carlos Martínez era ya en 1990, cuando le conocí, yo como director adjunto de EL CORREO, un prometedor jefe de sección que saltó a redactor jefe de inmediato hasta convertirse en una pieza clave de la redacción al frente de los reportajes que en este periódico alcanzaron con él capacidad de referencia en todos los medios. Era un tipo verdaderamente versátil. De la redacción de Bilbao pasó a dirigir el periódico en Álava para luego ponerse a los mandos de El Comercio de Gijón. Nunca rehuyó los compromisos que esta empresa le pidió y cumplió con ellos con una entrega absoluta.
Se inició aquí, en EL CORREO, y aquí cerró, en 2016, su periplo profesional tras dirigirlo nueve años y en tiempos nada fáciles. Terminó su carrera donde la había comenzado, aunque entre el principio y el final mediaran galones periodísticos extraordinarios. Mi reencuentro con Juan Carlos Martínez, después de trabajar estrechamente con él aquí hasta 1998, se produjo en mayo de 2004 cuando aceptó, seguramente con cierto sacrificio personal, ser el director adjunto de ABC. Fue por poco pero fructífero tiempo porque le esperaba, como un designio inevitable, el regreso a Bilbao, al lado de su Vitoria natal.
Trabajador incansable, nunca se mostró extenuado. De temperamento fuerte pero siempre bajo control, no exigió a nadie más de lo que se reclamaba a sí mismo. Juan Carlos era tímido, pero nunca timorato; reflexivo, pero con impulso; individualista, pero, al tiempo, buen gestor de equipos; era un prodigio en la edición de textos, pero jamás un burócrata porque albergaba una inacabable creatividad. Pese a disponer de una prosa sobria y eficaz, no gustó nunca de ostentar la firma y ni de abundar en presencias. La discreción personal fue una de sus características constantes. Quizá por esa forma de entender sus responsabilidades editoriales, no deseó reconocimientos que no fueran los de sus compañeros y la lealtad a sí mismo.
Juan Carlos fue coherente hasta el final, cuando en 2016, tras nueve años de gestión, dejó a petición propia la dirección de EL CORREO y orientó su vida sin nostalgias y con el deber cumplido. Cuando un periodista de esta tierra desempeña la dirección de un periódico como EL CORREO, quizá no haya otro ochomil profesional que pudiera resultarle más sugestivo. Eso debió pensar Juan Carlos que, injustamente joven, se ha despedido en la discreción a la que siempre se ajustó en una vida intensa. Que la tierra le sea tan leve como profunda es la impronta que deja: la de un periodista cabal.
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