Le llamábamos Mortadelo. Porque fichar, fichaba. Pero nadie lo veía. Lo que tenía su mérito. Por entonces la jornada en aquella empresa era de 8 ... horas, con posibilidad de salir 15 minutos antes si no habías parado para comer o tomar algo. Mortadelo aprovechaba esa excepción y jamás regalaba un minuto a la empresa. Tampoco podían pedirle que metiera una hora extra porque no había forma de localizarlo. Así pasaron los años. Me fui de aquél trabajo y dos décadas después los antiguos compañeros me dijeron que ya se había jubilado. Se enteraron meses después, porque nadie lo había echado en falta. Me pregunto qué será de Mortadelo. Supongo que estará orgulloso por lo cotizado y por no haber faltado un solo día al trabajo. Porque, aquí viene lo bueno, denunció a un compañero por absentismo laboral. Se trataba de Dolores. Era un hombre, pero le llamaban así porque siempre tenía alguna dolencia. Si no era de muelas, era de lumbago. Total que entre Dolores y Mortadelo, el trabajo se sacaba gracias al resto. Pienso en ello al ver las cifras de absentismo laboral. Da vergüenza. Los vascos somos los segundos en la lista de los Dolores. Y si le sumamos los Mortadelos, esto se va al carajo.
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Siempre hubo vagos. Y jetas. Pero va a peor. Me gustaría hablar con esa gente y preguntarle qué piensa de la vida o cuáles son sus principios. Si les disgusta su trabajo, si les gusta alguno o si les importa un bledo que la empresa cierre. También quisiera saber qué les parece que el resto tenga que hacer su trabajo o cómo se lo cuenta a su familia y amigos. Porque se habrán dado cuenta, como decía Chiquito, de que trabaja menos que el cuñado de Rocky. No olviden que el jeta lo es para todo. En el trabajo y fuera de él. Si pueden hacerlo sin mí, y yo seguir como si nada, para qué gastarse. Lo malo es que no es uno. Son legión. Las cifras asustan. Las estatales y las autonómicas. El año pasado 1.500.000 personas no acudieron, ni un solo día, a su puesto de trabajo. A lo que hay que sumar otros absentismos de menos tiempo. Leía en el EL CORREO del jueves que en los últimos cinco años el porcentaje se ha disparado. Europa nos mira y no lo entiende. Normal. Es verdad que los sueldos son los que son y que no a todo el mundo le gusta su trabajo. Pero eso también sucede en otros países y las cifras no son iguales.
De hecho, la comunidad autónoma que más escaqueo laboral tiene es Asturias y la segunda Euskadi. Olé al norte y a sus ciudadanos trabajadores. Como les decía la cosa no es nueva. Recuerden a Mortadelo y a la Dolores. Pero la cosa va a peor. Lo apuntan los datos. El 26,2% del absentismo laboral lo acaparan los menores de 30 años. Que no son los que más tiempo llevan pringando, precisamente. Si ellos están quemados cómo estará el resto. Y lo curioso es que, lo de no ir a trabajar, desciende a partir de los 45 años. Aquí habrá quien diga que los segundos tendrán un puesto más llevadero y mejor remunerado. Cierto. Pero el camino hasta ahí también se lo patearon. Y no pillaban, como ahora, baja por un largo catarro. Porque, con eso de culpar a papá Estado, algunos sindicatos apuntan a que la culpa es de la Seguridad Social y de la Sanidad que tardan una media de 20 días en darte una baja que en Alemania obtienes en cuatro. Y yo me lo creo. Hablemos claro de una vez o se nos cae el techo encima.
El principal problema es que vivimos la era del hacer lo mínimo para obtener lo máximo. Ya no es leyenda urbana. Pregunten en Cantabria. Como sabrán, y si no se lo cuento, la Asociación de Empresarios ofreció a 7.500 desempleados un trabajo. Solo acudieron 70. Ya sabemos que llevar bandeja o currar tras una barra debe ser un infierno para las nuevas generaciones. Pero se trata de salir del paro. Recuperar o empezar una vida laboral. Pues ni por esas. Y si lo aceptan, siempre es con condiciones. En la mayoría de las entrevistas de trabajo lo primero que preguntan los jóvenes es, por este orden, cómo es la jornada, cuál es el horario, cuánto van a cobrar, cuántas vacaciones pueden pillar y, por último, en qué consistiría el trabajo. Ese es el panorama. Esperen que lo siguiente no sea preguntar cuántos días se pueden escaquear. Al fin y al cabo el que avisa no es traidor. Sino vago avisador. ¡Ah!, y si alguien se siente aludido siento tener que decirle algo que ya deberían haberle dicho. Es usted un vago. Por cierto, ¿se imagina, pedazo de jeta, que todos hiciéramos lo mismo? Pues que todo se iría a la mierda. Pero ellos y ellas no se enterarían porque no estarían en su puesto de trabajo.
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